domingo, 30 de junio de 2013

HISTORIA DEL ARTE. PARTE VI


 16. EL ARTE NEOCLÁSICO

16.1. La arquitectura del Neoclasicismo

Introducción histórica-cultural:

            El Neoclasicismo se desarrolló principalmente durante el siglo XVIII, periodo en el cual tuvieron lugar una serie de transformaciones que sirvieron de base para la sociedad liberal: la revolución demográfica (tuvo lugar un gran crecimiento de la población), la revolución económica (se produjo una revolución agraria, cuyos beneficios sufragaron la Revolución Industrial, expandiéndose desde Gran Bretaña un modo de producción basado en la mecanización y en el uso de nuevas fuentes de energía y surgiendo doctrinas económicas como la de Adam Smith, teórico del liberalismo económico), la revolución social (las nuevas formas económicas consolidaron la preponderancia de la burguesía) y la revolución científica (el racionalismo y el empirismo encontraron su correspondencia en la Ilustración, que se basó en la importancia a la razón y en la visión optimista del progreso humano a través de la ciencia). Así, el nuevo modelo de sociedad quedó definido por estos rasgos: en lo político, la implantación de un régimen liberal; en lo económico, el establecimiento de una economía de mercado; y en lo social, la abolición de los privilegios estamentales y la creación de una sociedad de clases.

            En el ámbito cultura, el enciclopedismo orientó el arte de este periodo hacia un sentido racional y hacia una vuelta a las fuentes clásicas. El sometimiento al estudio científico originó una estética en la que sobresalieron tratadistas como Winckelmann, Lessing o Mengs, que propusieron una selección de los motivos clásicos en una búsqueda de un ideal de pureza. Destacados fueron los descubrimientos de ciudades romanas como Pompeya o Herculano.

            En España también se desarrollaron las ideas de la Ilustración, sobre todo en el reinado de Carlos III. Pero el estallido de la Revolución francesa conllevó, en el reinado de Carlos IV, una reacción contra los ilustrados, que culminó en el apoyo de las clases dirigentes al motín de Aranjuez, obligando al rey a abdicar en su hijo, Fernando VII, en 1808. Ese mismo año, la monarquía Española entregó la Corona a Napoleón.

            Características generales de la arquitectura del Neoclasicismo:

            Las características de la arquitectura neoclásica son las siguientes:

·         Aceptación de la pureza racional de los edificios griegos.

·         Incorporación de frontones con relieves, los cuales se adaptaron perfectamente al marco, al modo de los edificios de la Magna Grecia.

·         Utilización de los tres órdenes griegos (dórico, jónico y corintio) y del orden romano compuesto.

·         Empleo de la cúpula de tradición romana.

·         Búsqueda de una estética monumental y austera.

            Respecto al urbanismo, diremos que durante el Neoclasicismo se modificaron algunas zonas de las urbes, destacando la construcción de la Puerta de Brandeburgo, que marcó el eje de la gran avenida del Berlín real; o el trazado que Carlos III dio a Madrid con el actual paseo del Prado o con la Puerta de Alcalá. Destacados fueron los planes urbanísticos de determinados socialistas utópicos, como: Robert Owen (propuso la construcción de pequeñas ciudades comunitarias) o Charles Fourier (cuyo proyecto de ciudad ideal, basada en los falansterios, fracasó).

Principales artistas y obras más representativas:

            En este apartado, es de destacar la arquitectura neoclásica en Francia, Alemania, Estados Unidos y España.

            En Francia, el primer arquitecto destacado fue Soufflot, autor de la iglesia de Santa Genoveva de París, convertida en panteón tras la Revolución de 1789. Esta obra presenta una planta de cruz griega, una gran columnata interior, una gran cúpula sobre un tambor rodeado de columnas y una fachada con grandes columnas coronadas por un frontón. La iglesia de La Madeleine, encargada por Napoleón a Vignon, fue otra importante construcción y adoptó la forma de un templo romano. También son destacables una serie de monumentos conmemorativos erigidos en París: el Arco de Triunfo (realizado por Chalgrin, presenta un solo vano y decoración en forma de relieves que conmemoran las victorias de Napoleón), el Arco del Carrusel (obra de Percier y Fontaine) y la columna de la plaza Vendôme (realizada por Gondouin y Lepére, recuerda a la columna trajana).

            El arte neoclásico alemán siguió el modelo griego, destacando: Leo von Klenze (es autor de la Gliptoteca de Múnich y de los Propíleos de Múnich), Langhans (es autor de la Puerta de Brandeburgo, en Berlín) y Schinkel (cuya obra de más envergadura es el edificio de los Antiguos Museos). Por otro lado, en Estados Unidos destacó la construcción del Capitolio, levantado en Washington y realizado por los hermanos Adams.

            En España, diremos que la presencia de arquitectos italianos al servicio de la Corte facilitó la llegada del lenguaje clásico, pues había tenido una gran fuerza el Barroco en dicho país. El primer arquitecto español en adoptar el estilo neoclásico fue Ventura Rodríguez, sobre todo en sus últimas obras, como la fachada de la catedral de Pamplona. La llegada de Carlos III al trono impulsó la arquitectura neoclásica en España, encargándose a Sabatini la construcción de obras como la Puerta de Alcalá. Pero fue Juan de Villanueva el arquitecto más representativo del Neoclasicismo español. Este se formó en la Academia de Bellas Artes y pasó varios años en Italia. Su obra culminante fue el actual Museo del Prado de Madrid, construido para albergar el Gabinete de Historia Natural. Dicha realización presenta una fachada alargada y horizontal en cuyo centro se dispone un potente pórtico de columnas gigantescas, mientras que a los lados corren dos galerías. También de este autor es el Observatorio Astronómico, levantado en el Retiro y en el cual adoptó el modelo de Palladio, construyendo un edificio de planta de cruz griega coronada por un templete circular con columnata jónica.

 

16.2. La escultura del Neoclasicismo

Introducción histórica-cultural:

            El Neoclasicismo se desarrolló principalmente durante el siglo XVIII, periodo en el cual tuvieron lugar una serie de transformaciones que sirvieron de base para la sociedad liberal: la revolución demográfica (tuvo lugar un gran crecimiento de la población), la revolución económica (se produjo una revolución agraria, cuyos beneficios sufragaron la Revolución Industrial, expandiéndose desde Gran Bretaña un modo de producción basado en la mecanización y en el uso de nuevas fuentes de energía y surgiendo doctrinas económicas como la de Adam Smith, teórico del liberalismo económico), la revolución social (las nuevas formas económicas consolidaron la preponderancia de la burguesía) y la revolución científica (el racionalismo y el empirismo encontraron su correspondencia en la Ilustración, que se basó en la importancia a la razón y en la visión optimista del progreso humano a través de la ciencia). Así, el nuevo modelo de sociedad quedó definido por estos rasgos: en lo político, la implantación de un régimen liberal; en lo económico, el establecimiento de una economía de mercado; y en lo social, la abolición de los privilegios estamentales y la creación de una sociedad de clases.

            En el ámbito cultura, el enciclopedismo orientó el arte de este periodo hacia un sentido racional y hacia una vuelta a las fuentes clásicas. El sometimiento al estudio científico originó una estética en la que sobresalieron tratadistas como Winckelmann, Lessing o Mengs, que propusieron una selección de los motivos clásicos en una búsqueda de un ideal de pureza. Destacados fueron los descubrimientos de ciudades romanas como Pompeya o Herculano.

            En España también se desarrollaron las ideas de la Ilustración, sobre todo en el reinado de Carlos III. Pero el estallido de la Revolución francesa conllevó, en el reinado de Carlos IV, una reacción contra los ilustrados, que culminó en el apoyo de las clases dirigentes al motín de Aranjuez, obligando al rey a abdicar en su hijo, Fernando VII, en 1808. Ese mismo año, la monarquía Española entregó la Corona a Napoleón.

Características generales de la escultura del Neoclasicismo:

            El estilo Neoclásico significó en la escultura la vuelta a la Antigüedad no sólo en cuanto a los temas, sino también en cuanto a las formas. Así, las características de la escultura neoclásica son:

·         Fu una escultura no policromada, debido a que pensaban que en la Antigüedad no se policromaban las obras.

·         Se busca la multiplicidad de puntos de vista.

·         La escultura presenta una gran claridad compositiva.

·         Existió un gran interés por la figura humana, destacando el tema del desnudo.

·         Se produjo una fusión entre la frialdad neoclásica y la sensualidad veneciana.

·         Se buscó la perfección técnica.

·         Como materiales, destaca el empleo del mármol y el bronce, pues se consideraba que estos eran capaces de proporcionar suavidad a los volúmenes e internacionalidad al estilo.

 

Principales artistas y obras más representativas:

            Los principales representantes de la escultura neoclásica fueron el italiano Antonio Canova y el danés Albert Thorwaldsen, ambos formados en Roma. La obra de Canova presenta una gran influencia del arte griego del siglo V a. C. visto a través de la producción de Donatello y Miguel Ángel. Entre las realizaciones de este autor destaca el grupo de “Eros y Psique”, cuya disposición enlaza las dos figuras en una compleja estructura con forma de aspa, en la que, además, destacan la suavidad y la perfección del modelado. Otras realizaciones mitológicas suyas fueron “Teseo y el Minotauro” y “Hebe”. A partir de 1802 trabajó en París, donde realizó retratos de Napoleón y su familia, a los cuales representaba como personajes de la Antigüedad, como es el caso del “Napoleón como emperador” o el retrato de “Paulina Bonaparte”, que aparece recostada en un canapé a modo de Venus. Respecto a Thorwaldsen, diremos que vivió en Roma desde los 30 años, realizando una gran cantidad de obras inspiradas en los frontones del templo de Egina. Destaca por el “Jasón con el Vellocino de oro” y por el grupo de “Las tres Gracias”.

            En otros países, destacaron otros escultores: en Inglaterra, sobresalió Flaxman (con el “Monumento sepulcral de Nelson” en San Pablo de Londres); el Alemania, destacó Schadow (con la “Cuadriga” que decora la Puerta de Brandeburgo en Berlín); y en Francia, sobresalió Rude (realizador del gigantesco grupo de “La Marsellesa” del Arco de Triunfo de Napoleón, en el que muestra corpulentos desnudos en actitudes grandiosas, lo cual se aleja ya de la sobriedad propia del Neoclasicismo).

            En España, el estilo neoclásico significó para la escultura la desaparición de la madera policromada y la reducción del tema religioso. La figura más representativa fue José Álvarez Cubero, formado en la Academia, y más tarde en París y Roma, donde conoció a Canova. Su estilo se dirige al carácter heroico de los personajes del clasicismo y, por tano, su escultura es un tanto fría y rígida en sus formas. Otro de los escultores del Neoclasicismo español es Damián Campeny, quien, siguiendo la norma de la época, acabó sus estudios en Roma, donde entabló amistad con Canova. Su estilo es grandilocuente y de cierta frialdad, como muestra su “Lucrecia muerta”.

 

16.3. La pintura del Neoclasicismo

Introducción histórica-cultural:

            El Neoclasicismo se desarrolló principalmente durante el siglo XVIII, periodo en el cual tuvieron lugar una serie de transformaciones que sirvieron de base para la sociedad liberal: la revolución demográfica (tuvo lugar un gran crecimiento de la población), la revolución económica (se produjo una revolución agraria, cuyos beneficios sufragaron la Revolución Industrial, expandiéndose desde Gran Bretaña un modo de producción basado en la mecanización y en el uso de nuevas fuentes de energía y surgiendo doctrinas económicas como la de Adam Smith, teórico del liberalismo económico), la revolución social (las nuevas formas económicas consolidaron la preponderancia de la burguesía) y la revolución científica (el racionalismo y el empirismo encontraron su correspondencia en la Ilustración, que se basó en la importancia a la razón y en la visión optimista del progreso humano a través de la ciencia). Así, el nuevo modelo de sociedad quedó definido por estos rasgos: en lo político, la implantación de un régimen liberal; en lo económico, el establecimiento de una economía de mercado; y en lo social, la abolición de los privilegios estamentales y la creación de una sociedad de clases.

            En el ámbito cultura, el enciclopedismo orientó el arte de este periodo hacia un sentido racional y hacia una vuelta a las fuentes clásicas. El sometimiento al estudio científico originó una estética en la que sobresalieron tratadistas como Winckelmann, Lessing o Mengs, que propusieron una selección de los motivos clásicos en una búsqueda de un ideal de pureza. Destacados fueron los descubrimientos de ciudades romanas como Pompeya o Herculano.

            En España también se desarrollaron las ideas de la Ilustración, sobre todo en el reinado de Carlos III. Pero el estallido de la Revolución francesa conllevó, en el reinado de Carlos IV, una reacción contra los ilustrados, que culminó en el apoyo de las clases dirigentes al motín de Aranjuez, obligando al rey a abdicar en su hijo, Fernando VII, en 1808. Ese mismo año, la monarquía Española entregó la Corona a Napoleón.

Características generales de la pintura del Neoclasicismo:

            Las características generales de la pintura neoclásica son:

·         Se produce una reacción frente a la frivolidad y la superficialidad.

·         Se fomenta una aplicación estricta de la perspectiva lineal.

·         Se toma la Antigüedad como fuente de inspiración.

·         Los autores se decantan por composiciones claras, racionales y reposadas.

·         Se emplean colores puros para remarcar los contornos, produciéndose un predominio de la línea sobre el color.

·         Los temas tratados son del mundo clásico, desnudos, retratos y del presente revolucionario.

·         La luz que se plasma es fría, y los pintores dejaron de preocuparse por ella.

·         La pintura tiene un sentido moralizante y propagandístico. Por ello, las obras ya no sólo tienen un fin estético, sino también un fin ideológico.

Principales artistas y obras más representativas en Europa:

            En la pintura del Neoclasicismo en Europa, destacaron: Jacques-Louis David y J. Auguste Dominique Ingres.

                David fue el pintor que mejor representó el Neoclasicismo. Se formó con modelos clásicos y, al llegar a Roma, se sometió a una férrea disciplina de dibujo, relacionándose también con pintores de la tradición caravaggiesca, lo que le proporcionó un sentido del volumen y una utilización de los contrastes extraordinaria. Sin embargo, su conversión definitiva a los principios clásicos llegó durante una estancia en Nápoles, en la que conoció Pompeya y Herculano. Ya en París, realizó obras como “Andrómeda llorando sobre el cadáver de Héctor”, en la que se muestra sufrimiento dentro de una estructura clara y racional. En Roma, pintó “El juramento de los Horacios”, obra con la que se convirtió en el pintor más importante del momento, poniendo su arte al servicio de la Revolución. Así, pronto le fueron encargados cuadros para conmemorar dicha Revolución, destacando “El juramento de la sala del Juego de Pelota” y “La muerte de Marat”, en la que representa a uno de los mártires de la revolución y que posee un gran valor simbólico. Tras la caída de Robespierre, David fue detenido y encarcelado. Sin embargo, la proclamación del Imperio de Napoleón le llevó al puesto de pintor oficial. Realizó entonces “La consagración del emperador”, donde representa a Napoleón coronando a su esposa arrodillada. También destaca por “El rapto de las Sabinas”. Finalmente, David murió en 1828 exiliado en Bruselas durante la Restauración borbónica.

                Fueron muchos los discípulos de David, destacando entre ellos Ingres, pintor que pasó muchos años en Roma. Defendió el valor de la pureza de la línea y el dibujo, y dirigió la Academia de Bellas Artes, desde la que defendió la tradición davidiana frente a los pintores más jóvenes, que apostaban ahora por un nuevo estilo: el Romanticismo. Utilizó en su obra rasgos que alimentaron el proceso de cambio hacia la nueva estética, destacando por “La bañista de Valpinçon”, “La Gran Odalisca”, “El baño turco”, “La fuente” y “Napoleón en su trono imperial”.

Francisco de Goya:

            En España, la llegada de la pintura neoclásica se retrasó debido a la Guerra de la Independencia y, sobre todo, a Francisco de Goya y Lucientes, quien, nacido en Fuendetodos en 1746, impidió que pudieran definirse en España los ideales academicistas. Goya vivió la transformación de un mundo en el que caía el Antiguo Régimen, recibiendo la impronta de la cultura francesa y anunciando con su obra todas las novedades de la pintura contemporánea (se anticipó al Romanticismo, el expresionismo y el surrealismo). No comenzó a recibir encargos como pintor hasta su regreso de un viaje a Italia y fue su matrimonio con Francisca Bayeu lo que le permitió entrar en la Real Fábrica de Tapices de Madrid, donde realizó sus primeros cartones, cultivando todos los géneros pictóricos. Dichos cartones se basaban en temas populares, que interpretaba cada vez con mayor libertad, tanto en el color como en el dibujo. Destacan entre ellos “El cacharrero”, “La gallina ciega”, “El parasol”, “Baile a orillas del Manzanares”, “La pradera de San Isidro”, o la serie de “Las estaciones”, en la que destaca “El invierno”. En Madrid, se mezcló con la aristocracia y los intelectuales, donde absorbió ideas de la Ilustración. En este periodo realizó numerosos retratos, en un principio con una estética barroca, como “Floridablanca”, pero pronto con un profundo estudio de las calidades y de la psicología, como vemos en “Jovellanos”. Del mismo modo, para representar a la monarquía utilizó un realismo crítico, mostrando al rey con absoluta naturalidad.

                En 1792, Goya sufrió una enfermedad que le dejó sordo, tiñéndose su espíritu crítico de pesimismo y mordacidad. Pintó cuadros de naufragios y de locos, y representó al pueblo como una masa inculta y manipulada, como ocurre en “Tribunal de la Inquisición” y “Vuelo de brujas”. Al mismo tiempo, empleó un estilo totalmente libre en la pintura de los muros de San Antonio de la Florida. En 1799, realizó la serie de grabados de “Los caprichos”, en los que censura los errores y vicios humanos, realizando unas composiciones novedosas en la distribución de luces y sombras. De igual modo, siguió ejecutando magníficos retratos, como los de la “Duquesa de Alba”, “La tirana” y “La marquesa de Solana”; pero destacando el retrato conjunto de “La familia de Carlos IV”, documento histórico en el que Goya capta perfectamente la psicología de los personajes.

                Durante la Guerra de la Independencia pintó el retrato de José Bonaparte; pero, vuelto Fernando VII, pidió permiso para reflejar el heroísmo del pueblo español en “El 2 de mayo de 1808 en Madrid; la carga de los mamelucos”, realización en la que el protagonismo recae sobre la masa, al contrario de lo que ocurre en “Los fusilamientos del 3 de mayo”, donde el protagonismo lo tiene el individuo. Sobre los horrores del conflicto también pintó “Los desastres de la guerra”. Posteriormente, la feroz represión de Fernando VII contra las ideas ilustradas le llevó a la marginación, y un nuevo empeoramiento de su enfermedad motivó su aislamiento en la llamada Quinta del Sordo, en cuyos muros realizó “Las pinturas negras”, empleando tonos oscuros y una pincelada rabiosa. Entre estas realizaciones destacan “La romería de San Isidro”, “El aquelarre”, “Duelo a garrotazos”, “Visión fantástica” y “Saturno devorando a sus hijos”, en la que anuncia el expresionismo e incluso el surrealismo. En 1824, se exilió en Burdeos, donde volvió a pintar con alegre cromatismo, como demuestra en “La lechera de Burdeos”, última de sus obras en la que su técnica suelta ya casi es impresionista.

17. LA PINTURA DEL ROMANTICISMO

Introducción histórica-cultural:

            El Romanticismo se desarrolló, sobre todo, durante la primera mitad del siglo XIX. Al inicio de esta centuria y tras la Independencia de Estados Unidos en 1776, en Francia estalló la llamada Revolución francesa en 1789. La abolición de los derechos señoriales, la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano y la aprobación de una Constitución, simbolizaron el fin del Antiguo Régimen. Sin embargo, las diferencias entre los sectores populares y las élites burguesas llevaron a la autoproclamación como emperador de Napoleón, quien buscó la expansión del ideario revolucionario por Europa a través de la guerra, siendo derrotado y decretándose la vuelta al Antiguo Régimen en el Congreso de Viena. No obstante, Europa dio muestras de no estar dispuesta a asumir dicha Restauración, teniendo lugar movimientos revolucionarios en 1820, 1830 (en Francia, Carlos X fue sustituido por Luis Felipe de Orleans) y 1848 (esta oleada, en la que se proclamó en Francia la Segunda República, se conoce como la primavera de los pueblos y precedió a una profunda reacción conservadora).

            En el ámbito cultural, la corriente romántica supuso una ruptura con la tradición en nombre de la libertad personal. Lo racional dio paso al sentimiento, caracterizándose el movimiento por la subjetividad, la rebeldía, la evasión, el triunfo de las pasiones y la exaltación de los sentimientos. Este fue, además, un movimiento precursor del nacionalismo, pues no sólo se defendió la individualidad de la persona, sino también de los pueblos. Así, el arte romántico se fundamentó en tres conceptos: la belleza, lo sublime y lo pintoresco.

            En España, el siglo del Romanticismo se inició con la Guerra de la Independencia, que terminó en 1814. Durante el conflicto, las Cortes de Cádiz establecieron las bases del Estado liberal a través de una Constitución que otorgaba la soberanía nacional. Sin embargo, el regreso de Fernando VII al trono supuso la restauración del absolutismo, en un proceso paralelo al del resto de Europa, que sólo se vio interrumpido entre 1820 y 1823 por el Trienio liberal. Así, el verdadero Estado liberal se gestó durante el reinado de Isabel II, que fue derrocada en 1868, instaurándose la primera democracia española.

Características generales de la pintura del Romanticismo:

            Las características generales de la pintura romántica son las siguientes:

·         El Romanticismo constituyó un momento de renovación técnica y estética para la pintura.

·         Como técnicas pictóricas destacaron el óleo, la acuarela, el grabado y la litografía.

·         La textura presentó unas superficies rugosas, pues la pincelada fue libre, viva y llena de expresividad.

·         Desapareció la línea frente al color.

·         Se cuidaron mucho las gradaciones de la luz.

·         Las composiciones realizadas fueron dinámicas.

·         Los temas de la pintura fueron variados y se trataron con gran fantasía: paisajes, interioridad, religión, mitología, exotismo…

·         Se da una visión subjetiva de la naturaleza, mediante la cual se expresan sentimientos.

·         Surgió un gran exotismo en la pintura, volviéndose a épocas pasadas (Edad Media) y lugares remotos (Oriente), y recuperándose elementos góticos.

·         Se fomenta una nueva relación entre cliente y artista.

Principales artistas y obras más representativas:

            Como principales focos pictóricos dentro del Romanticismo, destacan Francia, Inglaterra y Alemania.

            En Francia, los principales pintores románticos fueron Theodore Géricault y Eugène Delacroix. Fue en la obra de Géricault donde surgió la verdadera pintura romántica, destacando por “La balsa de la Medusa”, pintura en la que narra el naufragio de una fragata francesa en las costas de Senegal a causa de la incompetencia de la oficialidad. El autor busca, por ello, el máximo verismo, mostrando una escena en la que ya no hay ni héroes ni gloria, sino desesperación y muerte. Sin embargo, es Delacroix el gran pintor romántico francés, pues trató de mostrar el sentimiento melancólico a través del color. Autor de obras como “La barca de Dante”, trató de reflejar las pasiones del Romanticismo, como sucede en “La matanza de Quios”. La muerte del poeta inglés Byron en la defensa de Missolonghi le llevó a pintar “Grecia moribunda sobre las ruinas de Missolonghi”. En 1830, Delacroix se convirtió en el intérprete del liberalismo revolucionario de la barricada con “La libertad guiando al pueblo”, en la que se exalta la insurrección popular que puso fin al régimen de la Restauración francesa, sobresaliendo la figura central, que representa a la vez a la Libertad y a Francia, en nombre de las cuales se unen el pueblo y la burguesía. En 1832, una estancia inesperada en Marruecos permitió una escapada al sur de España. Dicho acontecimiento propició que, a su regreso a París, el pintor aportara una nueva forma de utilizar el color y la luz, aplicándola, además, en temas de inspiración árabe y literaria, como sucede en “Las mujeres de Argel” o en “La muerte de Sardanápalo”.

            Por otra parte, en la misma Francia, el paisaje alcanzó en 1830 un extraordinario auge, representado por Camille Corot (autor de “El puente de Nantes”, “El puente de Narni” o “La danza de las Ninfas”) y por la Escuela de Barbizon. Estos enlazaron la paisajística barroca con la expresionista, constituyendo un primer paso hacia la pintura realista. Esta evolución hacia el realismo encuentra su explicación en un cambio de mentalidad, propiciado por una nueva concepción de la naturaleza como modelo independiente, surgiendo el paisaje como género.

            En Inglaterra, el sistema parlamentario evitó las sacudidas revolucionarias que marcaron el Romanticismo francés, permitiendo que los artistas se centraran en otros temas, como la naturaleza. Destacaron, así, autores como John Constable o Joseph W. Turner. Constable fue uno de los grandes paisajistas modernos, que se alejó de los talleres para pintar al aire libre, preocupándose por el efecto y la vibración de la luz sobre la naturaleza. Fue el mejor intérprete de los cielos británicos, realizando obras como “El carro de heno”, en la que utiliza gran cantidad de pasta de color mostrando detalles anecdóticos de los trabajos en el campo. Otro lienzo en el que estudia la luz es el de “La catedral de Salisbury”, en el que se anticipa al impresionismo captando la fugacidad de la luz. Por otra parte, tenemos a Turner, quien llevó mucho más lejos la representación de lo fugaz, y utilizó el color con verdadera exuberancia. Este autor representa la luz y el color desde un punto de vista subjetivo, mostrando las emociones y sensaciones, y no lo que captan los sentidos. Algunas de sus obras son “La batalla de Trafalgar”, “Ulises burlando a Polifemo”, “El incendio de las Cámaras de los Lores y de los Comunes”, “Tormenta de nieve en alta mar” y “Lluvia, vapor y velocidad”.

            En Alemania, se desarrolló un movimiento prerromántico encabezado por Goethe y que recibió el nombre de “Sturm und Drang”, destacando diversos pensadores de la Estética alemana, como Winckelmann, Lessing y Herder. En este país, el pintor romántico más importante fue Caspar David Friedrich, cuya pintura tiene mucho de contemplación mística de la naturaleza, pudiendo identificarse casi con una visión religiosa. Junto a todo ello, muestra el peso de la soledad, plasmando a figuras de espaldas al espectador que miran hacia la lejanía y la inmensidad. Entre sus realizaciones sobresalen “Viajero en un mar de niebla”, “Abadía en el encinar”, “El mar de hielo” y “El monje a la orilla del mar”. Por otro lado, es de mencionar en la pintura romántica alemana el grupo de los nazarenos, que representó los valores religiosos del Romanticismo germano y estuvo capitaneado por Overbeck.

18. LA PINTURA REALISTA

Introducción histórica-cultural:

            El realismo se inició a mediados del siglo XIX, periodo en el que arrancó la Segunda Revolución industrial, cuyas novedades abarcaron dos ámbitos: el tecnológico, en el que aparecieron nuevas fuentes de energía e industrias y se desarrollaron los transportes y las telecomunicaciones; y el organizacional, en el que surgieron nuevos métodos de producción y de organización empresarial. Paralelamente, en la nueva sociedad europea, dominada por el espíritu positivista, se abrió un periodo imperialista, caracterizado por la distinción entre la metrópoli y sus colonias, y la explotación exhaustiva de los territorios de las colonias. Esta dinámica imperialista se explica por tres motivos: económico (era necesario buscar materias primas y fuentes de energía en otros lugares), social (el crecimiento demográfico potenció la búsqueda de nuevos terrenos) e ideológico (el auge del nacionalismo motivó la expansión imperialista). Los espacios por donde se dio una mayor expansión fueron Asia y, sobre todo, África, cuyo reparto se diseñó en la Conferencia de Berlín.

            Las últimas dos décadas del siglo XIX estuvieron marcadas por una creciente convulsión, que puede entenderse por una serie de acontecimientos: la Guerra Franco-Prusiana (que supuso la culminación de las unificaciones de Italia y Alemania, cuyo canciller organizó una estructura de alianzas: los sistemas bismarckianos); la crisis económica (en 1873 estalló la primera gran crisis económica del capitalismo); la rivalidad imperialista; la paz armada (el emperador alemán Guillermo II dio término a la “Weltpolitik” de Bismarck, lo que potenció un proceso de rearme en Europa conocido como carrera de armamentos); y las transformaciones sociales. Todas estas transformaciones tuvieron su reflejo en las mentalidades y la cultura, surgiendo: el irracionalismo de Schopenhauer o Nietzsche, que proclamaba la sustitución de la razón por la voluntad desde un planteamiento nihilista; y el decadentismo, entendido como una actitud de desencanto frente al positivismo.

Características generales de la pintura realista:

            En torno a 1840, el Romanticismo daba en Francia muestras de cansancio. En dicho país, el cambio de mentalidad se dio al terminar la revolución de 1848, que había marcado el final de un régimen y el de una forma de vida. Las convulsiones revolucionarias afectaron a todo el continente europeo, donde el culto a la naturaleza y la fe en la ciencia vieron en la observación objetiva el único medio para alcanzar el conocimiento, surgiendo el realismo. Las características de la pintura realista son las siguientes:

·         Frente a la evasión imaginativa y la subjetividad del Romanticismo, el realismo defendió la observación objetiva de la realidad presente e inmediata. Esta fidelidad en la observación de la naturaleza se transformaba en este momento en una obligación estética y moral que pretendía conducir a un verdadero despertar social.

·         La plasmación del progreso, de escenas costumbristas y de una organización social marcada por las diferencias entre la burguesía y la clase proletaria, que sustituía a los artesanos a quienes el progreso sepultaba.

·         Conversión de la pintura, en palabras de Constable, en una rama de la filosofía natural.

·         Consideración de que todas las actividades humanas tiene la misma dignidad, llegando muchas veces el pintor a encontrar el motivo de sus obras en las clases más pobres.

·         El año 1848 marcó un cambio radical en la evolución de la pintura de los tres grandes realistas franceses: Millet, Courbet y Daumier.

Principales artistas y obras más representativas:

            Los tres pintores franceses más destacados del realismo son Jean-Françoise Millet, Gustave Courbet y Honoré Daumier. En la obra del primero de ellos, Millet, se observa un cambio causado por la revolución de 1848, cuyas consecuencias le llevaron a instalarse en Barbizon, junto con los paisajistas de esa escuela, donde, no obstante, orientó su pintura hacia otra vertiente, dedicándose al tema de los campesinos, a los que imprime un carácter casi glorificador, desentendiéndose de su realidad social y de las desigualdades que les afectaban. Exalta en ellos la pureza de esa vida que los avances de la industria estaban a punto de destruir. Todo esto lo podemos ver en una obra llamada “Un labriego aventando el grano”, que fue la primera realización de una serie de producciones dedicadas precisamente al tema de los campesinos. Posteriormente, en 1867, expuso “El Ángelus” en el Salón, donde obtuvo un gran éxito debido a la interpretación que el público burgués dio a su pintura: los campesinos de Millet eran vistos como trabajadores buenos, religiosos, ignorantes y sin veleidades progresistas ni revolucionarias. Otra importante obra del autor es “Las espigadoras”, en la que los oscuros trajes de las campesinas contrastan con el campo dorado.

            Courbet, por su parte, fue el maestro indiscutible del realismo. Su pintura no se basa en la representación exhaustiva de los detalles, pero sí en la transformación de este arte en un campo de batalla estético y social. En París, rechazó la enseñanza oficial, con lo que se formó copiando y estudiando en el Louvre pinturas venecianas, holandesas y españolas. En torno a 1848, Courbet era ya el animador de las tertulias de la bohemia parisina y, aunque no participó en la revolución de manera activa, no fue indiferente a la feroz represión posterior. En el Salón de 1849, Courbet presentó “La sobremesa de Ornans”. A continuación, realizó otros dos lienzo mucho más audaces: “Los picapedreros” y “Un entierro en Ornans”, donde el claroscuro del paisaje acoge la represión verídica de las clases desheredadas mostradas a escala monumental. Sin embargo, el manifiesto del realismo fue expuesto en la Exposición Universal de 1855 con el nombre de “El taller del pintor”. Otras obras destacadas del pintor son: “Las cribadoras de trigo”, “Cortesanas al borde del Sena”, “El origen del mundo” y “El sueño”. Finalmente, diremos que Courbet, tras participar en las jornadas revolucionarias en París en 1870, fue detenido y juzgado, huyendo a Suiza, donde murió en 1877.

            El último, Daumier, fue ante todo un gran dibujante de formación autodidacta. Su primera aparición pública fue en el Salón de 1849, donde presentó “Los emigrantes”, que el artista trata como un bajorrelieve. Sus temas fueron, por lo general, escenas de personajes humildes o marginados, aunque también realizó múltiples caricaturas de dura crítica política. Importantes obras suyas son: “El melodrama”, “La lavandera”, “El vagón de tercera” y “Don Quijote y Sancho Panza”.

            Por último, hablaremos de la realista en otros países. En España, la pintura realista se manifestó en dos grandes géneros: el paisaje (destacó Carlos de Haes) y la pintura de historia (sobresalieron Eduardo Rosales, José Casado del Alisal y Antonio Gisbert, autor de “El fusilamiento de Torrijos y sus compañeros”). En Inglaterra, este periodo coincidió con el reinado de la reina Victoria y en él destacaron los pintores prerrafaelistas (como Rossetti, Hunt o Millais, autor de “Ofelia muerta”), que buscaron sus influencias en la pintura anterior a Rafael. Finalmente, en Alemania, existió una pintura de género llamada bidermeier, que oscila entre paisajes urbanos y escenas costumbristas al aire libre.

19. EL IMPRESIONISMO

Introducción histórica-cultural:

            El impresionismo se desarrolló durante finales del siglo XIX y principios del XX. A mediados del siglo XIX arrancó la Segunda Revolución industrial, cuyas novedades abarcaron dos ámbitos: el tecnológico, en el que aparecieron nuevas fuentes de energía e industrias y se desarrollaron los transportes y las telecomunicaciones; y el organizacional, en el que surgieron nuevos métodos de producción y de organización empresarial. Paralelamente, en la nueva sociedad europea, dominada por el espíritu positivista, se abrió un periodo imperialista, caracterizado por la distinción entre la metrópoli y sus colonias, y la explotación exhaustiva de los territorios de las colonias. Esta dinámica imperialista se explica por tres motivos: económico (era necesario buscar materias primas y fuentes de energía en otros lugares), social (el crecimiento demográfico potenció la búsqueda de nuevos terrenos) e ideológico (el auge del nacionalismo motivó la expansión imperialista). Los espacios por donde se dio una mayor expansión fueron Asia y, sobre todo, África, cuyo reparto se diseñó en la Conferencia de Berlín.

                Las últimas dos décadas del siglo XIX estuvieron marcadas por una creciente convulsión, que puede entenderse por una serie de acontecimientos: la Guerra Franco-Prusiana (que supuso la culminación de las unificaciones de Italia y Alemania, cuyo canciller organizó una estructura de alianzas: los sistemas bismarckianos); la crisis económica (en 1873 estalló la primera gran crisis económica del capitalismo); la rivalidad imperialista; la paz armada (el emperador alemán Guillermo II dio término a la “Weltpolitik” de Bismarck, lo que potenció un proceso de rearme en Europa conocido como carrera de armamentos); y las transformaciones sociales. Todas estas transformaciones tuvieron su reflejo en las mentalidades y la cultura, surgiendo: el irracionalismo de Schopenhauer o Nietzsche, que proclamaba la sustitución de la razón por la voluntad desde un planteamiento nihilista; y el decadentismo, entendido como una actitud de desencanto frente al positivismo.

Características generales del Impresionismo:

            El arranque histórico del impresionismo se dio cuando una serie de pintores, cansados de ser excluidos de los salones oficiales, expusieron su obre en la antigua vivienda del fotógrafo Nadar en 1874. Esta exposición supuso un gran escándalo y el comienzo de un movimiento que constituye el epílogo de una concepción artística iniciada en el Renacimiento. Las características del impresionismo son:

·         Mientras que el arte clásico usaba un enfoque conceptual, el impresionismo propuso la investigación de la naturaleza desde un enfoque perceptivo basado en la experiencia visual. Así, se impuso una idea de realidad transitoria y en constante cambio.

·         Aplicación de las teorías sobre el contraste simultáneo del color de Chevreul. Así, se descubrió que los colores no son realidades inmutables, como creyeron Leonardo o Alberti, sino que dependen de la percepción individual y forman parte del universo de la luz.

·         Se busca la plasmación del paso del tiempo a través de los colores y de la luz.

·         Influyeron en la pintura diversos avances técnicos, como la máquina, la popularización del ferrocarril o la mejora de los pigmentos, siendo la fotografía el avance que más impactó en esta pintura.

                Estilísticamente, el impresionismo se fue gestando a partir de las obras realistas de Courbet y, más tarde, de Manet. Además, estos pintores supieron dar forma y coherencia a intuiciones y tendencias que habían estado latentes en diversos puntos de Europa: en artistas como Velázquez o Goya, en los paisajistas ingleses (como Turner y Constable), y en la escuela de Barbizon. A esto hubo que añadir la influencia del arte japonés, con su tratamiento sintético de la luz y la sombra y su dibujo plano (grabados de Hokusai).

Características generales.

·         Es el epílogo de una concepción artística iniciada en el Renacimiento.

·         Propone la investigación de la naturaleza desde un enfoque perceptivo basado en la experiencia visual.

·         Importancia de lo efímero (por la influencia de la fotografía), de la luz (hacen estudios de ella pintando un mismo escenario a distintas horas) y los colores, que son luminosos, vibrantes y se yuxtaponen.

·         Se desarrolla mucho la pintura al aire libre.

·         Se mezcla la pintura directamente en el lienzo, no en la paleta.

·         Se busca captar la esencia. Los detalles tienen poca importancia.

Principales artistas y obras más representativas:

            El antecedente inmediato del impresionismo fue Édouard Manet, artista muy culto y enamorado de la literatura y la música. Expuso en el Salón de los Rechazados “El almuerzo sobre la hierba”, que supuso un gran estímulo para los jóvenes impresionistas. Manet consideró como su obra maestra a “Olimpia”, en la que contrasta la blancura del desnudo con la piel negra de la esclava. Como homenaje a su amigo pintó “El retrato de Zola” y, en el Salón de 1882, presentó su última gran composición: “El bar del Folies Bergère”, en la que, con riquísima paleta, muestra el esplendor de la noche parisiense. Sin duda, sus aportaciones influyeron enormemente en el grupo impresionista, formado en 1874 por Degas, Renoir, Monet, Sisley y Pisarro.

            Primeramente, hablaremos de Claude Monet, cuya obra es una permanente glorificación de la luz en su infinita variedad. En un viaje a Londres en los años quedó fascinado por los efectos de la bruma sobre el Támesis y la obra de Turner, incorporando a su obra la perspectiva aérea y los efectos de la niebla y el vapor, como vemos en “El boulevard des Capucines”. En el local de Nadar, Monet presentó su obra “Impresión, sol naciente” y, tras ser criticado, se estableció en Argenteuil, donde pintó “La estación de Saint-Lazare”, en la que destaca la persecución de la luz. En los años novena su pintura cambió, realizando unos cuadros que culminaron con “La catedral de Rouen”, que constituye la demostración de la captación del instante. Con acuarela pintó vistas del Parlamento británico y su intento de plasmar el paso del tiempo culminó con la serie de “Las ninfeas”. En segundo lugar, tenemos a Camille Pissarro, artista que se centró en el elemento rústico y recibió notables influencias de la Escuela de Barbizon, de Constable y de Turner. Le importaron el volumen y la estructura racional de la composición, como se ve en “Los tejados rojos”. En “La mañana de invierno en el bulevar Montmartre”, muestra su cercanía a Monet y la influencia de la fotografía. Alfred Sisley, por su parte, estuvo interesado en el elemento lírico. Su uso de la luz, el aire y la naturaleza reflejan en su obra un romanticismo subyacente, como se ve en “Nieve en Louveciennes”.

            Edgar Degas fue, con Renoir, el pintor más independiente del grupo. Durante su formación viajó a Italia, donde recibió influencias de los pintores del Renacimiento. A partir de la década de los sesenta, exploró metódicamente la modernidad en su obra, complaciéndose siempre, sin embargo, en lo difícil, como se ve en “En las carreras”. Mostró la perfección de su técnica, en obras como “Café-Concierto aux Ambassadeurs” o “El bebedor de ajenjo”. Y sus últimos años, y luchando contra la ceguera, pintó al pastel obras sobre bailarinas (como “Fin de arabesco”) y desnudos, buscando la profundidad íntima a base de superponer el pastel en capas. Finalmente, tenemos a Auguste Renoir, que comenzó pintando sobre porcelana, lo que influyó en la calidad decorativa de su obra. Integrado en el movimiento impresionista, mantuvo interés pos la pintura romántica y realista y por los paisajistas de Barbizon. Entre sus obras destacan “Almuerzo de remeros” y “El baile en el Moulin de la Galette”, en la que logra una total unidad entre atmósfera y movimiento a base de toques sueltos superpuestos. A partir de los años ochenta, buscó la representación alegre de una naturaleza saturada de fertilidad, a lo que contribuyó su viaje a Argelia y su pasión por Rubens. Mostró más interés pos la línea y la figura, destacando “Las bañistas”.

            Posteriormente, destacó el neoimpresionismo, dividido en dos corrientes: neoimpresionismo puntillista y neoimpresionismo simbolista. Con el neoimpresionismo se buscó dar fundamento científico al proceso visual y operativo de la pintura, instaurándose el puntillismo, que consiste en la división del tono en sus componentes. En esta corriente sobresalió Georges Seurat, autor de “Un domingo de verano en la isla de la Grande Jatte”, donde se observa una composición a base de líneas horizontales y verticales, una luz compuesta por una fórmula científica y unos cuerpos que son formas geométricas. Así, el espacio empírico de los impresionistas se convierte en un espacio teórico. Otro pintor de esta corriente fue Paul Signac y, en contraposición al puntillismo tenemos el simbolismo, de un sentido más espiritual que científico. Este movimiento constituye una búsqueda interior de la verdad a través de un arte que se concibe como una actividad de élite que se opone al pragmatismo industrial. Los simbolistas buscan plasmar la imaginación y el inconsciente, destacando Odilon Redon, autor de “La muerte de Ofelia”.

            En la España de la segunda mitad del siglo XIX dominaba la pintura de historia, apareciendo en la obra de algunos pintores rasgos estéticos impresionistas en el trazo y la luz, como es el caso de Mariano Frotuny con “El idilio”. Aureliano de Beruete desarrolló una pintura plenamente impresionista gracias a su posición acomodada. Darío de Regoyos, por su parte, llegó a abordar el neoimpresionismo puntillista. Sin embargo, fue Joaquín Sorolla el que, aun alejado en el tiempo de los primeros impresionistas franceses, constituyó el mejor representante del impresionismo español. Fue el pintor de la luz mediterránea, buscando su máxima expresión en las escenas ubicadas en la playa y destacando por obras como: “Trata de blancas”, “El pescador”, “Paseo a orillas del mar”, “Chicos en la playa” y la serie de “Visión de España”.

            Respecto a la escultura impresionista, apuntaremos que, aunque no puede hablarse propiamente de ella, sí hubo algunos escultores relacionados con el movimiento, como fueron: Degas (representó a bailarinas tratando de captar el instante), Camille Claudel (cuya obra está dentro de las pautas simbolistas) y Auguste Rodin. En el estilo de este último influyeron autores como Rubens o Miguel Ángel, aunque Rodin rompió con los cánones académicos, destacando por “El pensador” (en el que representa perfectamente la concentración) y “El beso” (en la que plasma una gran sensualidad esculpiendo una base ondulada y unos cuerpos de gran suavidad).

            Por último, hablaremos del postimpresionismo, que se desarrolló entre 1886, año de la última exposición impresionista, y el nacimiento del cubismo. Dentro de esta corriente surgió el fundamento de las vanguardias. Así, como principales pintores de este periodo tenemos a: Cézanne, Van Gogh, Gauguin y Toulouse-Lautrec. Paul Cézanne se propuso superar la fugacidad con una pintura concreta, sólida y definida, volviendo a la recuperación de la forma y el volumen. Sus composiciones tienen una ordenación monumental, tanto si se trata de un paisaje como de un bodegón. La potente geometría de sus volúmenes culmina en “Los jugadores de cartas”, destacando también “La montaña Saint-Victoire”, en la que elimina todo lo anecdótico y se centra en el volumen (lección que sería asumida por los cubistas). Por otro lado, Vincent van Gogh fue un artista de paleta clara y ligera que, por influjo impresionista, decidió pintar al aire libre, tratando temas de valor simbólico y casi religioso. En “La habitación de Arlés” aparece una perspectiva en movimiento, elemento que también sobresale en “La iglesia de Auvers-sur-Oise”, destacando del mismo modo por su “Autorretrato”, “Los comedores de patatas”, “Jarro con doce girasoles”, “La noche estrellada” y “Campo de trigo con cuervos”. Su obra constituyó un anuncio del expresionismo. Paul Gauguin, por su parte, buscó la evasión a través de una naturaleza extraña, lejana y exótica, con gentes no adulteradas por el progreso, en condiciones de autenticidad e ingenuidad primitivas. Existe, así, en su obra una fuerte exigencia ética por la que desea vivir en una sociedad primitiva, como vemos en “Las mujeres de Tahití”, pintadas como formas rotundas y serenas colocadas en un decorado simple de tonos profundos superpuestos. Plasmó un ideal del arte casi místico, influyendo en Matisse, los fauvistas y el grupo nabis, defensor de que los artistas sintieran lo que pintaban. Finalmente, destacó Henri de Toulouse-Lautrec, quien aprendió de Degas que la percepción no es únicamente visual, sino también psicológica. Su tema favorito fue el del mundo efímero y brillante de los espectáculos parisinos, como vemos en “La toilette”, en la que la figura central no es más que un núcleo de movimiento que parece absorbido por la perspectiva tensa de la habitación. Sus pasteles, dibujados con trazo cursivo, sirven de enlace entre el impresionismo y el “art nouveau”, destacando también su gran influencia en el mundo del cartel (sobresale “Cartel del Moulin Rouge”).

20. URBANISMO Y ARQUITECTURA EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX

Introducción histórica-cultural:

            A mediados del siglo XIX, el modelo liberal burgués se había consolidado: en Francia, se impuso el sistema oligárquico de Luis Napoleón Bonaparte; en Gran Bretaña, se desarrolló la Era Victoriana; y, en España, este periodo coincidió con el reinado de Isabel II. Así, en Europa se vivió un giro hacia el conservadurismo, pudiéndose hablar, hasta 1848, de una alianza entre la burguesía y los grupos menos favorecidos; una alianza que las restricciones burguesas terminaron rompiendo, surgiendo nuevas ideologías motivadoras de una nueva confrontación social: materialismo histórico (Marx y Engels propusieron la lucha de clases) y anarquismo (Bakunin reclamó la supresión del Estado). Como organización para aglutinar a los grupos obreros surgió, en 1864, la Primera Asociación Internacional de Trabajadores, que se desintegró debido a los enfrentamientos entre anarquistas y marxistas, surgiendo, en 1889, la Segunda Internacional, que finalizó debido al surgimiento de divergencias entre los socialistas a causa de la aparición de una postura socialdemócrata, dispuesta a participar en el régimen parlamentario burgués.

                Por otro lado, diremos que la principal característica de la nueva sociedad fue la urbanización, surgiendo una clara dualidad ente el entorno rural (que permaneció como vestigio del pasado) y el urbano (donde poco a poco irrumpió la modernidad). La ciudad reflejó otro tipo de dualidad, dividiéndose en: zonas burguesas, situadas en los ensanches; y las zonas obreras, que se encontraban en los extrarradios. Las ciudades fueron recibiendo las novedades tecnológicas, con iluminación en las calles, nuevos métodos de locomoción y nuevos materiales, convertidos en símbolos de la era del progreso. Del mismo modo, la mentalidad burguesa se basó en una confianza en las posibilidades de la humanidad, tal y como se observa en diversos movimientos sociales y científicos: el darwinismo, el positivismo (formulado por Comte) y el evolucionismo (formulado por Herbert Spencer).

Urbanismo en la segunda mitad del siglo XIX:

            La Revolución Industrial provocó una gran transformación de las ciudades, donde la creciente presencia de la industria atrajo a una masa de población rural, produciéndose un hacinamiento de la misma en las urbes. Para tratar de solucionar esto, en Inglaterra y Francia a partir de 1848 se iniciaron nuevas reformas urbanísticas, cuyas causas fueron: la degradación de la salubridad y el espacio, y la amenaza creciente que la burguesía veía en el proletariado. Así, se llevaron a cabo planes de segmentación y de expansión, surgiendo los ensanches.  Se crearon también las primeras zonas suburbiales en las que se instalaba el proletariado.

                En París, las reformas se desarrollaron en dos etapas. La primera, durante el reinado de Luis Felipe de Orleans, fue realizada por Rambuteau, quien construyó hospitales, pavimentó las calles y trazó bulevares. La segunda fue en el Segundo Imperio, con Napoleón III, y la llevó a cabo el barón Haussmann, que elaboró un plan basado en amplias y rectas avenidas con bulevares, cuya construcción fue posible gracias al desalojo de las clases populares del casco urbano, edificándose en su ubicación viviendas burguesas nuevas, que siguieron una tipología unificada. En Barcelona, el ensanche se debió a Ildefonso Cerdá, quien dispuso un trazado en cuadrícula sobre la que se superponían dos grandes vías diagonales. Cerdá creó, además, un extraordinario juego de volúmenes y dio gran importancia a los jardines de cada manzana, distribuyendo de manera equilibrada los servicios urbanos. Como proyectos fuera del casco urbano, destacaron las acciones de Arturo Soria (quien proyectó “La Ciudad Lineal”, en la que juntó las zonas urbanas con la naturaleza, desarrolló los transportes colectivos, y construyó viviendas unifamiliares en un eje transversal provisto de tranvías y zonas verdes) y Ebenezer Howard (autor de “Ciudades jardín del mañana”, diseñando espacios donde pretendía reconciliar lo urbano con la naturaleza).

Arquitectura del hierro:

            La sustitución del carbón vegetal por el mineral permitió la obtención de hierro fundido, cuya dureza permitió la fabricación del ferrocarril y de máquinas industriales, apareciendo también la llamada arquitectura del hierro, caracterizada por:

·          El nuevo material permitió la construcción de vigas de gran tamaño, combinándose después con el acero.

·          Esta arquitectura fue rechazada por los arquitectos académicos, que consideraron las realizaciones en hierro como obras de ingeniería, produciéndose una escisión entre arquitectos e ingenieros. Finalmente, los arquitectos terminaron rindiéndose ante los evidentes beneficios del hierro.

·          Se buscó la funcionalidad, construyéndose, sobre todo, mercados, fábricas, pabellones, galerías…

                Como representantes de esta arquitectura, primeramente destacó Labrouste, que en París construyó la Biblioteca Nacional y la Biblioteca de Santa Genoveva, en la que utilizó bóvedas de cañón metálicas apoyadas en columnas de hierro. Sin embargo, los espacios más propicios para la experimentación fueron las Exposiciones Universales: en Londres, Joseph Paxton levantó el Palacio de Cristal con hierro forjado y fundido, construyendo un edifico a base de piezas  prefabricadas de pequeñas dimensiones. En parís, otras importantes realizaciones en hierro fueron: la torre Eiffel (obra de Gustave Eiffel de trescientos metros de altura) y la Galería de Máquinas (de Dutert y Contamin). También destacadas fueron las estaciones de Saint-Lazare y Orsay.

La Escuela de Chicago:

                En la segunda mitad del siglo XIX y a partir del patrimonio europeo, América hizo su gran aportación a la arquitectura: el rascacielos. Las principales causas de esta aportación fueron: el no condicionamiento de la arquitectura estadounidense por el pasado y la eliminación del conflicto entre ingeniero y arquitecto. El incendio que destruyó Chicago en 1871 fue lo que dio lugar a la formación de una escuela arquitectónica: la Escuela de Chicago. En dicha escuela, la especulación y la gran demanda llevaron a la construcción de alturas superpuestas para el máximo aprovechamiento del suelo, siendo las estructuras de metal las que permitieron abrir multitud de vanos. El acceso a estos edificios de elevada altura fue posible gracias al ascensor eléctrico.

                El primer edificio destacado de la Escuela de Chicago fue el “Marshall Fields Store”, construido por Henry H. Richardson, quien, en esta realización, estableció las bases de las futuras construcciones, con fachadas de piedra de aspecto rústico. Por otro lado, Le Baron Jenney edificó el “Edificio Home Insurance Company”, considerado el primer edificio con estructura de hierro. Sin embargo, entre todos los arquitectos de la escuela destacó Louis Sullivan, quien, acompañado por el ingeniero Dankmar Adler, continuó el camino abierto por Richardson, aplicando sus aportaciones al edificio de los “Almacenes Marshall”. Sullivan y Adler levantaron también el “Auditorium” de Chicago, cuya fachada cubrieron de elementos historicistas. Otras realizaciones de Sullivan fueron: los “Almacenes Carson”, donde utilizó ventanas apaisadas resaltando las líneas constructivas horizontales, y el “Edificio Wainwright” en San Louis, donde retomó la idea del edificio en altura, concebido casi como una columna. Así, tras estas primeras construcciones, existieron dos formas fundamentales de entender las fachadas en la Escuela de Chicago: en una, se identifica forma y función mostrando la estructura constructiva en los elementos exteriores y, en otra, se oculta el armazón mediante recubrimientos de raíz historicista.

El modernismo y Antonio Gaudí:

            Mientras que en Norteamérica se desarrollaba el rascacielos, en Inglaterra nació el movimiento “Arts and Crafts”, basado en el interés de William Morris por la enseñanza de las artes y los oficios, y que propugnaba una vuelta a la artesanía. Así, en el ámbito de la arquitectura, Morris propuso el regreso a la construcción de la casa de campo, concebida como un ente orgánico. Esta alternativa arquitectónica, cansada del historicismo, terminó desembocando en el fenómeno del modernismo, que se desarrolló en diversos países: en Bélgica y Francia se llamó “Art Nouveau”; en Alemania, “Judendstil”; en Austria, “Sezession” vienesa; en Italia, “Liberty”; y, en España, modernismo. Todos estos movimientos tuvieron en común una búsqueda de la libertad y la individualidad, así como un deseo de experimentar con las múltiples posibilidades que ofrecían los nuevos materiales. Además, los arquitectos modernistas tuvieron un particular interés por el mobiliario, los objetos de uso cotidiano e incluso las joyas. Como principales arquitectos de movimientos modernistas en Europa, tenemos a: en Bélgica, Victor Horta (autor de la “Casa Tassel” de Bruselas, en la que emplea el hierro en los interiores); en Francia, Hector Guimard (autor de algunas estaciones del suburbano Metro de París, en las que trata los materiales con un sentido decorativo); y, en Austria, Otto Wagner (autor que buscó espacios amplios de volúmenes muy simples, recurriendo al sentido pictórico en la decoración, como vemos en la “Casa Mayólica” de Viena).

                Tras el comentado impulso de Morris al movimiento de Artes y oficios, se desarrollaron diferentes corrientes que sentaron las bases de la arquitectura racionalista. A partir de esto, en Escocia, Charles Rennie Mackintosh desarrolló un modernismo más racionalista y geométrico. La obra fundamental de Mackintosh fue la “Escuela de Arte” de Glasgow, cuya principal aportación es el hecho de la carencia total de decoración en la fachada, quedando toda supeditada a la presencia de volúmenes cúbicos. En Austria, fue Otto Wagner el que abrió el camino al racionalismo, experimentando sus discípulos con la racionalización de los volúmenes, sobresaliendo entre ellos Joseph Maria Olbrich (autor del “Pabellón de la Sezession”, en el que la geometría constructiva contrasta fuertemente con elementos decorativos) y Joseph Hoffmann (que construyó el “Palacio Stoclet” en Bruselas, donde predominan los volúmenes cúbicos), que formaron la “Sezession” vienesa.

                En España, el modernismo se desarrolló fundamentalmente en Cataluña. Entre los arquitectos que definieron el movimiento destacaron Josep Puig i Cadafalch y Lluís Doménech i Montaner, siendo Antonio Gaudí la figura clave de la arquitectura modernista española. Las propuestas de este autor fueron absolutamente originales, dividiéndose su obra en dos etapas. En la primera, sus realizaciones tendieron a un cierto historicismo interpretado de forma muy libre y original, destacando la fachada de la “Casa Vicens” (presenta características del arte mudéjar) y el “Colegio Teresiano” de Barcelona (los arcos del interior recuerdan al arte gótico). Fue en la segunda etapa cuando se decantó por el modernismo, volviendo su mirada a las formas y detalles de la naturaleza. En este periodo, su relación con la familia Güell posibilitó la construcción del “Palacio Güell” (cuyo patio central está cubierto con una doble cúpula que se asemeja a un baldaquino ingrávido y cubierto de decoración fascinante) y la ordenación del “Parque Güell” (en el que, para no destruir la naturaleza del lugar, trazó puentes y viaductos que se adaptan a la geología, estando todo cubierto con una decoración extraordinariamente colorista y ondulante). Respecto a sus intervenciones en el paseo de Gràcia, diremos que destacó la construcción de la “Casa Batlló” (en ella, empleó líneas curvas y sinuosas, y recubrió la fachada con cerámica y cristales de colores, destacando el tejado irregular cubierto de escamas y la chimenea, que se asemeja a la espada con la que San Jorge mató al Dragón) y la “Casa Milá” (en ella, construyó una fachada constituida por una serie de células irregulares e introdujo gruesos pilares en el interior y formas flamígeras y monumentales en la techumbre, manteniendo siempre las formas onduladas y rugosas, con las que quiere plasmar la naturaleza geológica de la montaña y la cantera). En la última etapa de su vida, Gaudí se centró en la construcción del templo de la “Sagrada Familia”, en el que dispuso cinco naves con tres fachadas y multitud de torres, planificando un exterior recubierto de azulejos, que proporcionaría una policromía brillante. La iglesia constaría además de siete capillas y un claustro, y el sonido de sus campanas, combinado con el del inmenso órgano, se escucharía en toda la ciudad, representando la idea wagneriana del arte total. No obstante, esta utopía arquitectónica colosal ha quedado sin terminar.