domingo, 30 de junio de 2013

HISTORIA DEL ARTE. PARTE II

5. EL ARTE BIZANTINO

5.1. La arquitectura bizantina

Introducción histórica-cultural:

            En 330, el emperador Constantino trasladó la capital del Imperio romano a Bizancio. En 395, Teodosio el Grande dividió el Imperio romano en dos partes: Occidente, con capital en Roma y dirigido por Honorio, y Oriente, con capital en Bizancio y dirigido por Arcadio. Occidente sucumbió a las invasiones indogermánicas en 476, y Oriente pasó a denominarse Imperio bizantino. Este alcanzó su apogeo en el siglo VI con el emperador Justiniano y su esposa Teodora. En los siglos VII y VIII, se produjo la caída de Siria, Palestina y Egipto bajo los musulmanes. En este periodo tuvo lugar también un proceso de helenización, adoptándose el griego como idioma y adoptando el emperador el título griego de “basileus”. En el siglo IX, con Basilio II, se produjo un nuevo apogeo cultural, político y militar. Fue a partir del siglo XI cuando comenzó la decadencia definitiva, con la feudalización de la sociedad y la amenaza turca, ante la cual se pidió ayuda a Occidente, siendo convocadas las cruzadas. En 1204, en la Cuarta Cruzada, los propios cruzados saquearon Constantinopla y colocaron a un emperador latino en el trono, siendo este recuperado por los bizantinos en 1261. En 1453 se produjo la caída de Constantinopla (reinando Constantino XI Paleólogo) bajo el turco Mohamed II.

                La mayoría de la sociedad bizantina se dedicaba a la agricultura. Destacaron diversos grupos: los grandes propietarios, los campesinos (pagaban impuestos), la aristocracia militar y los colonos soldados (campesinos). Sobre todos ellos estaba el “basileus”, con autoridad absoluta. De gran importancia fue el desarrollo comercial. Con respecto a la religión y la política, diremos que la estrecha relación entre ambas provocó una serie de conflictos: las querellas cristológicas (en las que existían intereses separatistas de coptos y sirios), la lucha iconoclasta (el Imperio en contra de las imágines religiosas y los monasterios a favor) y el cisma entre las iglesias de Oriente y Occidente (surgió en 1054 y manifestó las diferencias entre el nacionalismo grecobizantino y el Papado).

Características generales de la arquitectura bizantina:

            La arquitectura bizantina se divide en tres Edades de Oro, cada una de las cuales tiene unas características. La Primera Edad de Oro se caracteriza por:

·         El máximo esplendor alcanzado con Justiniano.

·         El empleo del ladrillo.

·         El uso del pilar y la columna como soportes

·         Los capiteles de las columnas tenían forma de pirámide invertida truncada y tenían decoración vegetal.

·         Las plantas más utilizadas son la basilical y la centralizada.

·         Se emplea la cúpula sobre pechinas (elemento para pasar de un espacio cuadrangular a un espacio circular).

·         En el interior, los muros se forraban con mosaicos y pinturas.

                La Segunda Edad de Oro, por su parte, se caracteriza por:

·         La existencia de un tambor bajo la cúpula, que le da un aspecto más ligero.

·         Las ventanas en dichos tambores.

·         La planta de cruz griega cubierta por cinco cúpulas.

·         La búsqueda de la belleza de los exteriores, con ladrillos esquinados, mezcla de ladrillo y piedra y arcos ciegos.

                Por último, la Tercera Edad de Oro tiene estas características:

·         Se desarrolló bajo la dinastía de los emperadores Paleólogos.

·         La continuación del estilo y las estructuras de los arquitectos de la etapa anterior.

·         La mayor altura y el mayor número de vanos.

·         La búsqueda de efectos coloristas en el exterior con la mezcla de ladrillo rojo y piedra.

Etapas y evolución:

            La Primera Edad de Oro (siglos V, VI y VII) tuvo su máximo esplendor con el gobierno de Justiniano y Teodora, y destacaron las construcciones realizadas en Constantinopla y en Rávena (capital del exarcado de Italia). Este periodo terminó con la revolución iconoclasta, en la que se produjo una lucha entre los emperadores iconoclastas (defensores de la prohibición de las imágenes religiosas) y los monasterios iconódulos (defensores del culto a las imágenes como símbolo). Tras este conflicto, la arquitectura dio un gran giro, construyéndose edificios de menor tamaño, envueltos en un aire de recogimiento y oscuridad, en los que ya no se buscaban los reflejos ni los estallidos lumínicos, sino un ambiente propicio para la oración, la meditación y la penitencia. Esto influyó sobre el arte cristiano occidental, concretamente sobre el románico.

            Durante la Segunda Edad de Oro (siglos IX, X, XI y XII), la ruptura con la Iglesia de Roma y el nacimiento de la Iglesia ortodoxa provocaron el alejamiento de Occidente. Sin embargo, debido a los contactos comerciales de Bizancio, en este periodo su arquitectura se extendió por diversos territorios, tanto por Oriente como por Occidente. Mayor influjo tuvo sobre la República de Venecia, con la que mantuvo estrechas relaciones mercantiles en el siglo XI. Hacia el Norte, su influencia se extendió por los principados rusos de Kiev, Nóvgorod y Vladimir. En los dos últimos, la gran cantidad de nieve creaba problemas en las cubiertas, apareciendo las cúpulas con forma bulbosa, que se forraban de placas metálicas y pizarra. Apareció así un estilo autóctono ruso. Esta etapa finalizó con la Cuarta Cruzada.

            En la Tercera Edad de Oro (siglos XIV y XV) destacó la mayor orientalización de las creaciones, expandiéndose estas por otros territorios y dando lugar a nuevas artes, como el arte ruso. Un foco importante durante este periodo fue la ciudad de Mistras, capital del Peloponeso. Sin embargo, destacó la influencia en el principado de Moscú, con el que Bizancio mantuvo estrechos contactos comerciales y políticos. Con la caída del Imperio Bizantino en 1453, Iván III, príncipe de Moscú, se declaró heredero de Bizancio, adoptó el título de zar y proclamó a Moscú como la Tercera Roma. Así, se desarrolló el arte ruso como continuación, expansión y proyección del arte bizantino.

Obras más representativas:

            En la Primera Edad de Oro destacaron construcciones en dos lugares: Constantinopla y Rávena. Constantinopla estaba estructurada a modo romano: constaba de una gran calle, la vía Constantiniana (al fondo de la cual estaba la plaza de Augusto), que se cruzaba con la calle Media. En esta ciudad se construyeron las iglesias de Santa Irene, de los Santos Sergio y Baco y de Santa Sofía. Esta última fue construida entre 532 y 537 por los arquitectos Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto. Constaba de planta rectangular, una gran cúpula rodeada en la parte inferior por una corona de ventanas, dos medias cúpulas y otros tantos cuartos de cúpula, sobre los que se descargaba el peso. El interior poseía una gran iluminación y el exterior constaba de tejas y pizarra en las cubiertas y de potentes contrafuertes. Con respecto a Rávena, diremos que destacó el palacio del exarca, del que sólo se conserva la capilla, conocida hoy como San Vital, y las iglesias de San Apolinar in Classe y San Apolinar el Nuevo.

            De la Segunda Edad de Oro destacan: en Bizancio las iglesias de San Teodoro y de San Salvador de Cora; en Venecia la iglesia de San Marcos (con planta de cruz griega, cubierta con cinco cúpulas y pórtico cubierto por cúpulas de media naranja); y en los principados rusos las iglesias de Santa Sofía de Kiev, Santa Sofía de Nóvgorod y San Demetrio de Vladimir.

            En cuanto a la Tercera Edad de Oro destacan: en Bizancio la iglesia de Pammakaristos; en Mistras un gran palacio y multitud de iglesias, entre las que destacaron el monasterio de la Pantanasa; y en Moscú el Kremlin o “Ciudad Alta” (se encontraba amurallado y albergaba edificios como las catedrales de la Asunción y la Anunciación, las iglesias del Manto de la Virgen y de San Basilio o el Palacio de los Terems).

5.1. Las artes figurativas bizantinas

Introducción histórica-cultural:

            En 330, el emperador Constantino trasladó la capital del Imperio romano a Bizancio. En 395, Teodosio el Grande dividió el Imperio romano en dos partes: Occidente, con capital en Roma y dirigido por Honorio, y Oriente, con capital en Bizancio y dirigido por Arcadio. Occidente sucumbió a las invasiones indogermánicas en 476, y Oriente pasó a denominarse Imperio bizantino. Este alcanzó su apogeo en el siglo VI con el emperador Justiniano y su esposa Teodora. En los siglos VII y VIII, se produjo la caída de Siria, Palestina y Egipto bajo los musulmanes. En este periodo tuvo lugar también un proceso de helenización, adoptándose el griego como idioma y adoptando el emperador el título griego de “basileus”. En el siglo IX, con Basilio II, se produjo un nuevo apogeo cultural, político y militar. Fue a partir del siglo XI cuando comenzó la decadencia definitiva, con la feudalización de la sociedad y la amenaza turca, ante la cual se pidió ayuda a Occidente, siendo convocadas las cruzadas. En 1204, los propios cruzados saquearon Constantinopla y colocaron a un emperador latino en el trono, siendo este recuperado por los bizantinos en 1261. En 1453 se produjo la caída de Constantinopla (reinando Constantino XI Paleólogo) bajo el turco Mohamed II.

            La mayoría de la sociedad bizantina se dedicaba a la agricultura. Destacaron diversos grupos: los grandes propietarios, los campesinos (pagaban impuestos), la aristocracia militar y los colonos soldados (campesinos). Sobre todos ellos estaba el “basileus”, con autoridad absoluta. De gran importancia fue el desarrollo comercial. Con respecto a la religión y la política, diremos que la estrecha relación entre ambas provocó una serie de conflictos: las querellas cristológicas (en las que existían intereses separatistas de coptos y sirios), la lucha iconoclasta (el Imperio en contra de las imágines religiosas y los monasterios a favor) y el cisma entre las iglesias de Oriente y Occidente (surgido en 1054, manifestó las diferencias entre el nacionalismo grecobizantino y el Papado).

Características generales de las artes figurativas bizantinas:

            Las artes figurativas bizantinas se dividen en tres Edades de Oro, siendo las más importantes las dos primeras. La Primera Edad de Oro se caracteriza por:

·         Se realiza un arte áulico, dedicado a la corte y dirigido por cortesanos, en el que se emplean materiales ricos.

·         La plasmación de la riqueza, el colorido y la iluminación.

·         Las imágines son hieráticas y estilizadas, y su representación y ubicación en el espacio es más idealista que naturalista.

·         Se representaban principalmente figuras humanas, y dichas representaciones se caracterizaban por: el respeto de las leyes de la frontalidad y la simetría, la renuncia a la profundidad y al volumen, las formas alargadas, el simbolismo y el hieratismo. Las dos representaciones más destacadas son: el pantocrátor (representación de Cristo sedente en un trono, que bendice con la mano derecha y sostiene los Evangelios con la otra, dentro de una mandorla que suele aparecer flanqueada por los tetramorfos) y la theotokos (la Virgen como madre).

                La Segunda Edad de Oro se caracteriza por:

·         El arte áulico de la primera etapa de esplendor bizantino se convierte ahora en un arte plenamente religioso.

·         Destacan las representaciones figurativas cargadas de carácter dogmático y con fines litúrgicos.

·         La iconografía conceptual y simbólica se mantendrá en Bizancio desde el siglo IX hasta el XV, y se extenderá por Europa Occidental dando origen a la iconografía románica.

·         Destacaron representaciones de Cristo, de la Virgen María y de escenas del Antiguo y Nuevo Testamento.

Etapas y evolución:

            Durante la Primera Edad de Oro (siglos V, VI y VII), los principales elementos que se emplearon en las artes figurativas fueron los mosaicos y el marfil. Con respecto a los mosaicos, en Bizancio se continuó con la tradición romana del “opus tesellatum”, siendo ahora esmaltadas las teselas, para conseguir así un mayor brillo. Se buscó representar el paralelismo entre el poder espiritual de la divinidad y el poder temporal de los soberanos. Por esta razón, las temáticas religiosas llegaron a representarse como si fuesen ceremonias cortesanas. La eboraria o trabajo del marfil fue otra de las producciones más destacadas de la Primera Edad de Oro bizantina. La utilización del marfil simbolizaba riqueza y la maestría de los artistas que lo trabajaban. Existieron dos tipos de representaciones: los polípticos de exaltación imperial y los dípticos consulares.

            Con respecto a la Segunda Edad de Oro (siglos IX, X, XI y XII), las representaciones más destacadas fueron las de Cristo, la Virgen y diferentes escenas del Nuevo y Antiguo Testamento. En Bizancio, para las representaciones de Cristo, se adoptó el modelo siriaco (representación de Cristo como fue: moreno, con pelo largo y barbado), mostrado ahora como pantocrátor. Cristo se exponía sedente, bendiciendo y portando el libro en el que se indicaba qué almas se salvarían. Su figura se ubicaba dentro de un gran resplandor llamado mandorla y flanqueado por tetramorfos (símbolos de los evangelistas). Respecto a la Virgen, se creó una tipología con cinco modelos: la Virgen trono de Dios (como una reina en su trono con el Niño en el regazo); la Virgen salvadora (en pie, con el Niño en brazos señalándolo como camino hacia la salvación); la Virgen defensora (con los brazos extendidos en gesto de súplica, intercediendo por los hombres); la Virgen maternal (que juega o acaricia al Niño); y la Virgen humana (en ademán de dar de mamar al Niño). Entre las escenas del Nuevo y Antiguo Testamento representadas, destacan: la anastasis (bajada de Cristo a los infernos para rescatar a los justos); el tránsito de la Virgen (traslado de la Virgen a los cielos en cuerpo y alma); o la deesis (representación de Cristo con la Virgen y San Juan Bautista).

            En la Tercera Edad de Oro (siglos XIV y XV)  se desarrolló mucho la pintura de iconos, manteniéndose la técnica y temática anteriores. Así, la principal novedad fue la representación de escenas con muchas figuras, con elementos paisajísticos o arquitectónicos, y con varias acciones.

Obras más representativas:

            En la Primera Edad de Oro destaca la decoración con mosaicos de las iglesias de San Vital de Rávena y de San Apolinar el Nuevo (en Rávena). En la capilla palatina de San Vital de Rávena destacan los mosaicos dispuestos alrededor del altar: preside el ábside un Cristo alejandrino (Cristo entronizado como un emperador) y en los laterales están los paneles de Justiniano (el emperador lleva una patena de oro en las manos en señal de ofrenda y está acompañado por los pilares del Imperio: los administradores políticos, la Iglesia, encarnada por el obispo, y el ejército, destacando el general Belisario) y Teodora (luce una corona imperial y grandes joyas, viste un manto purpúreo, su cabeza está rodeada por un halo de inteligencia, va acompañada por un séquito de damas de honor y porta un cáliz de oro). Los mosaicos de San Apolinar el Nuevo están dispuestos en dos grandes franjas que recorren la nave central: en una se representa a santos que acuden a ofrecer a Cristo la corona de su martirio, y en otra destaca la representación de unas santas, los Reyes Magos y la Virgen. Con respecto a la eboraria, destaca el “Díptico consular de Flavius Anastasius”.

            De la Segunda Edad de Oro destacan los numerosos mosaicos de San Marcos de Venecia, de la capilla palatina de Palermo y de la catedral de Monreale.

            En cuanto a la Tercera Edad de Oro, sobresalió la Escuela de Creta, creada por Teófanes y por cuya influencia surgiría el gran centro pictórico de Nóvgorod, destacando como máximo representante Andrea Rubliov, cuya obra más significativa fue el “Icono de la Trinidad”.

6. EL ARTE PRERROMÁNICO EN LA PENÍNSULA IBÉRICA

Introducción histórica-cultural:

            El periodo llamado Prerrománico se inició con la deposición del último emperador romano de Occidente, Rómulo Augústulo, en 476. En el sur de la Galia y en Hispania se asentaron los visigodos. Su monarca Eurico expandió el reino por la Península Ibérica. Este pueblo estaba muy romanizado: utilizaba el latín y aplicaba el Derecho Romano. Leovigildo y Recaredo unificaron la Península Ibérica y establecieron su capital en Toledo. En el siglo VI, se abandonó el arrianismo por el catolicismo. La entrada de los árabes en la Península en 711 supuso el inicio de una nueva etapa, y obligó a los hispano-visigodos a refugiarse en las montañas del norte. Tras la primera victoria cristiana conseguida por Don Pelayo en Covadonga (722), estos fundaron el reino de Asturias y nombraron rey a Alfonso I. En el siglo X coexistían ya en la Península diversos Estados cristianos: el reino astur-leonés, el reino de Navarra y los condados de Cataluña, Aragón y Castilla. Surgió entonces una necesidad de repoblación, que se vio satisfecha por la llegada de los cristianos que habían vivido hasta entonces en tierras musulmanas (los mozárabes).

            Así, el panorama artístico de los territorios de la Península Ibérica durante el Prerrománico fue especialmente rico, al desarrollarse tres estilos consecutivos: el arte visigodo (s. V-VIII); el arte astur (s. VIII-IX); y el arte mozárabe o de repoblación (s. X).

Arte visigodo:

                Las características de la arquitectura visigoda son:

·         Se construía con muros de sillares de piedra ubicados en hiladas.

·         Los vanos eran arcos de herradura.

·         Los soportes podían ser pilares, pero por lo general eran columnas romanas aprovechadas.

·         Las cubiertas seguían diversas tipologías: de madera; bóvedas pétreas de herradura, de arista o baídas; e, incluso, cúpulas de media naranja.

·         Las plantas de las iglesias seguían tipologías cruciformes y estructuras basilicales.

·         Entre los elementos decorativos destacan las esculturas monumentales con talla a bisel.

            Durante el periodo visigodo se engrandecieron importantes ciudades ya existentes en tiempos romanos, todas ellas con edificios civiles y religiosos de buena construcción. La conquista musulmana y la posterior reconquistan hicieron que sólo se conserven algunas construcciones aisladas. En orfebrería destacaron dos tipologías: las coronas votivas (eran tiaras que colgaban de cadenillas cuya función era la de entregarse como ofrendas a las iglesias, destacando la “Corona votiva del rey Recesvinto”) y las fíbulas (broches con los que se sujetaban los mantos y que tenían diversas formas, destacando los aquiliformes).

            En este periodo destacaron los siguientes templos: San Juan de Baños (construido por Recesvinto, era de tipo basilical, con tres naves separadas por arcos de herradura), Santa Comba de Bande (con planta de cruz griega y dos tipos de bóvedas: pétreas de herradura y de arista), San Pedro de la Nave (con planta de cruz latina, capilla cuadrangular en la cabecera, pequeños pórticos laterales y tres parejas de capiteles), San Pedro de la Mata, restos de Quintanilla de las Viñas y San Fructoso de Montelios.

Arte astur:

            Las características de la arquitectura astur son:

·         Los muros eran de piedra y se construían en sillares o sillarejo. En ocasiones se mezclaba la piedra con el ladrillo.

·         Los vanos se abrían en arcos de medio punto y arcos de medio punto peraltados.

·         Los soportes eran por lo general pilares cuadrados y columnas aprovechadas de obras anteriores. Destacaron estas creaciones astures: columnas múltiples, con varios fustes y capiteles; columnas  entregas, adosadas en el muro; y columnas sogueadas, en cuyos fustes se situaba una soga enrollada.

·         Las cubiertas podían ser de madera o ser bóvedas de cañón con arcos fajones y contrafuertes externos.

·         Las plantas de las iglesias eran basilicales, con tres naves y breves pórticos a sus pies.

·         Destaca la decoración con influencia bizantina.

            En el arte astur, que se extendió por Galicia y León, existieron diversas influencias, como puedan ser la visigoda, la de los pastores astures, la carolingia y la bizantina. Sobresalieron tres periodos: de creación (con Alfonso II el Casto), de esplendor (con Ramiro I) y final (con Alfonso III el Magno). En la etapa de creación destacó San Julián de los Prados (es una construcción prototípica del arte astur y cuenta con frescos en el interior). En el periodo de esplendor sobresalió el conjunto palatino del Naranco, compuesto por Santa María del Naranco (constituye el antiguo pabellón real, en el que destacan dos plantas y las bóvedas de cañón con arcos fajones), San Miguel de Lillo (constituye la antigua capilla palatina y destacan los relieves de las jambas), y Santa Cristina de Lena. En la etapa final destacó San Salvador de Valdediós (se añade a la tipología astur un pórtico lateral).

            En cuanto a la orfebrería, decir que se vio influida por técnicas carolingias y sobresalió por la elaboración de cruces, destacando: la “Cruz de los ángeles” (cruz griega y patada, es decir, ensanchada en sus extremos) y la “Cruz de la Victoria” (cruz latina).

Arte mozárabe:

                Las características de la arquitectura mozárabe son:

·         Los muros podían ser de materiales diversos: piedra, ladrillo, madera y tapial.

·         Los vanos se abrían con arco de herradura califal. En muchas ocasiones se enmarcaban en un alfiz.

·         Se utilizaban gran cantidad de columnas.

·         Las cubiertas podían ser de madera, y se emplearon bóvedas de nervios o califales y gallonadas.

·         Los aleros muy salientes descansaban sobre repisas o modillones de rollos.

·         Existieron diversos tipos de plantas, destacando la planta de herradura de la capilla mayor de las iglesias.

            La llegada de los mozárabes produjo un arte donde se mezclaban las influencias visigodas, los elementos del arte cristiano del momento y diversos principios árabes. Destacaron las construcciones en territorios castellanos y leoneses. En territorios castellanos sobresalieron: San Cebrián de Mazote, San Millán de Cogolla (cuenta con dos naves y dos capillas cubiertas por bóvedas de crucería), Santa María de Lebeña (presenta influencia asturiana) y San Baudelio de Berlanga (con planta cuadrada, columna central y arcos de herradura). En tierras leonesas destacaron: San Miguel de la Escalada (pertenece a un conjunto monacal y destaca su pórtico lateral corrido), Santiago de Peñalba (presenta ábsides contrapuestos) y Santo Tomás de las Ollas (presenta una bóveda gallonada).

            Finalmente, destacan los beatos, libros ilustrados que deben su nombre al monje Beato del Monasterio de Liébana, y cuyas ilustraciones se hacían con la técnica de la aguada (se disolvían los colores en agua). Destacó el pintor Magio, que reflejó la idea de temor hacia el Apocalipsis con gran expresividad y fantasía, usando un colorido muy fuerte y contrastado.

7. EL ARTE HISPANO-MUSULMÁN

Introducción histórica-cultural:

            El islam surgió a comienzos del siglo VII en la Península Arábiga. Fue fundado por Mahoma y su expansión comenzó con la hégira (huida de Mahoma a Medina en 622). En 632, el califa Abu Bakr organizó un ejército e inició la “yihad”. En 661, se proclamó un nuevo califato omeya, con capital en Damasco. En 711, los omeyas entraron en la Península Ibérica y la ocuparon en tres años, naciendo así al-Ándalus, cuya existencia abarcó cuatro periodos. Primeramente, surgió el emirato dependiente de Damasco (711-756), que desapareció cuando la dinastía abasí se hizo con el poder, huyendo el omeya Abderramán a la Península Ibérica, donde proclamó el emirato independiente de Córdoba (756-929), segunda etapa. En tercer lugar, se desarrolló el Califato de Córdoba (929-1031), iniciado cuando Abderramán III se proclamó califa. Este periodo, en el que destacó Almanzor, finalizó cuando se suprimió la autoridad califal y el territorio se dividió en taifas. Estos reinos de taifas fueron unificados por los almorávides (s. XI) y por los almohades (s. XII), que frenaron el avance cristiano, pero terminaron fracasando. Tras la derrota de los almohades en las Navas de Tolosa (1212), surgió el Reino nazarí de Granada, fundado en 1238 por Muhammed I ibn Nasr. Este caería, reinando Boabdil, ante los Reyes Católicos en 1492.

            La sociedad en al-Ándalus estaba formada por: musulmanes (baladíes y bereberes), no musulmanes (muladíes y mozárabes) y esclavos. Económicamente, destacó la introducción de nuevas técnicas agrícolas, el florecimiento de las ciudades y el comercio. Con respecto a la cultura, al-Ándalus actuó como puente entre Oriente y Occidente, transmitiendo la cultura clásica grecorromana y diversos conocimientos técnicos y científicos. Finalmente, decir que el urbanismo musulmán se inspiró en Grecia y Roma, con calles dispuestas en cuadrícula.

Características generales de la arquitectura hispano-musulmana:

            El arte islámico se caracterizó por: el eclecticismo (debido a la asimilación de diversas culturas), la influencia religiosa (se representa a Dios con inscripciones epigráficas), la inexistencia de representaciones figurativas (excepto en las artes suntuarias), la ornamentación recargada (técnica del “horror vacui”), el simbolismo lumínico y el predominio de la arquitectura, caracterizada por:

·         Los muros de material pobre revestidos de yeso, madera, azulejos y cerámica vidriada.

·         La mayor importancia de la decoración sobre la estructura, destacando motivos decorativos geométricos: ataurique (hoja vegetal repetida constantemente), epigrafía (con textos del Corán) y lacería (formas geométrica enlazadas).

·         Vanos a base de arcos apuntados, de herradura cerrada, lobulados y mixtilíneos.

·         Soportes consistentes en columnas, a veces reaprovechadas, y, excepcionalmente, pilares.

·         Cubiertas de madera labrada (alfarje), bóvedas de crucería califal y cúpulas gallonadas o bulbosas.

            Como principales construcciones del arte islámico sobresalen: la mezquita (lugar de rezo, reunión, meditación, justicia y enseñanza, estructurado en: “sahn”, gran patio de entrada formado por el “sabil” o fuente de purificación, la “madrassa” o galería cubierta, y el alminar, minarete o torre desde la que se llama a orar; y “haram”, recinto sagrado compuesto por la “quibla” o muro orientado a La Meca, el “mihrab” u hornacina desde donde se dirige la oración, la “maqsura” o espacio reservado para autoridades, y el “mimbar” o púlpito desde donde predica el imán), el bazar (construcción heredada de las culturas clásica y oriental, en la que se realizan las actividades económicas y que fue un importante agente de islamización), el palacio (es símbolo de la autoridad temporal y del poder del soberano), los almacenes de mercancías (dos tipos: el “qaisariyya”, con mercancías para la venta inmediata, y el “khan”, con mercancías de tránsito), los baños (heredados del mundo romano-bizantino, se dividían en “apodyterium”, “tepidarium”, “caldarium” y “frigidarium”) y otros edificios como colegios, hospitales, hospicios, refectorios, y obras de ingeniería como el alcantarillado y los aljibes o depósitos de agua.

Etapas, evolución y obras más representativas:

            El arte hispano-musulmán se desarrolló en cuatro periodos desde 711 hasta 1492.

            El periodo cordobés (del siglo VIII a principios del XI) se caracterizó por: la reutilización de columnas romanas; la utilización del arco de herradura, polilobulado y túmido, que se entrecruzan y tienen un alfiz (marco); y el empleo de modillones de rollo, de la cúpula de nervios y de una decoración de ataurique. Entre las construcciones realizadas destaca la mezquita de Córdoba, realizada a partir de la antigua catedral de San Vicente. En esta realización destacaron las siguientes transformaciones del “haram”: mezquita de Abderramán I (en 784, se construyó la mezquita con 11 naves divididas por columnas visigodas y arcos de herradura con dovelas alternas de piedra y ladrillo, destacando la Puerta de San Esteban), ampliación de Abderramán II (en 833, se elevó la techumbre para mayor iluminación con arcos de herradura y un segundo piso de arcadas de medio punto), ampliación de Al Hakam II (en 961, se decoró el edificio con mosaicos bizantinos, destacando la maqsura de la capilla de Villaviciosa y la Puerta de Al Hakam II) y ampliación de Almanzor (en 1000, se añadieron ocho naves que dejaron el “mihrab” desplazado). Con Abderramán III se amplió el “sahn” y se construyó el alminar. Otras mezquitas fueron las de Tudela, Almería y Bib al Mardum (con bóveda califal y fachada de ladrillo, influyó en la arquitectura mudéjar). Entre las construcciones civiles destacó el Palacio de Medina Azahara, ciudad regia con edificios palaciegos, religiosos, administrativos, militares y domésticos.

            En el periodo de los reinos de taifas (dos últimos tercios del siglo XI) destacó la Aljafería de Zaragoza, conjunto palaciego (con un palacio y la mezquita de Al-Muqtadir) en el que sobresalen arcos de herradura, lobulados y mixtilíneos, y decoración epigráfica, de lacería y vegetal. En el periodo de las dinastías africanas (siglos XII y XIII) destacó la arquitectura almohade, caracterizada por: uso de muros de ladrillo rojo, del pilar y de arcos de herradura apuntada; empleo de cubiertas con alfarje de madera y bóveda de crucería califal y de mocárabes (elementos decorativos que cuelgan a modo de estalactitas); y decoración de “sebka” (a base de una red de rombos y, en ocasiones, de trazos mixtilíneos). Los almohades realizaron construcciones fortificadas (como el castillo, con torres adosadas o corachas y torres separadas o albarranas, destacando la torre del Oro) y religiosas (sobresalió la mezquita de Sevilla, de la que se conserva el alminar, la Giralda, torre de base cuadrada, decoración de “sebka” y arcos polilobulados de herradura).

            En el periodo nazarí o granadino (siglos XIV y XV) destacó la Alhambra de Granada, caracterizada por el uso de: columna galgueada (fuste fino y cilíndrico), con basa sin escocia y capitel con numerosos collarinos y ábaco con moldura cóncava muy abierta; arcos con función decorativa; bóvedas falsas de mocárabes; juegos de agua y plantas; y decoración con estucos (pasta de grano fino), zócalos y epigrafía. Como partes de la Alhambra podemos diferenciar: la parte militar, y el palacio y las partes civiles. La parte militar, construida por Muhammad II, constaba de una muralla con cinco puertas (como la Puerta de la Justicia o la Puerta de los Siete Suelos) y una alcazaba, que consistía en un patio de armas enmarcado por tres torres. El palacio (llamado originariamente “Cal’at al Hamra”, es decir, “el castillo rojo”), construido entre 1333 y 1391 por Yusuf I y Mohamed V, y las partes civiles se dividían en: el mexuar (zona pública del palacio, con varios patios y estancias alrededor, que acogía un oratorio y el Cuarto Dorado, donde sobresale la Fachada de Comares), el serrallo (parte oficial con estancias como: el Patio de Arrayanes o de la Alberga, rectángulo alargado en cuyos extremos hay estancias, como la Sala de la Barca; el Salón de Comares o Sala de los Embajadores, sala cuadrada situada dentro de la Torre de Comares, a la que se accede por un arco de mocárabes y que está cubierta por una cúpula esquifada; y el Baño Real, compuesto por tres cámaras y con una linterna sobre cuatro columnas) y el harén o parte privada, compuesto por: el Patio de los Leones (que, Construido por Mohamed V, está formado por dos ejes en cuyo centro se sitúa la Fuente de los Leones, y, rodeado de galerías y pórticos, sus columnas poseen un fuste fino que en algunos casos se duplica y posee dos pabellones que sobresalen en los lados menores, además de diversas estancias alrededor, como son la Sala de los Reyes, de las Dos Hermanas y de los Abencerrajes) y los baños (integrados por tres cámaras y el jardín del Partal). Fuera del conjunto militar y palaciego de la Alhambra, encontramos el Generalife, residencia de verano consistente en un jardín rodeado de pabellones laterales.

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