14. EL ARTE DEL RENACIMIENTO ESPAÑOL
14.1. La arquitectura del Renacimiento español
Introducción histórica-cultural:
En los reinos hispánicos,
el matrimonio entre los Reyes Católicos propició la unión dinástica. Estos
reyes implantaron una monarquía autoritaria, conquistaron Granada y anexionaron
el reino de Navarra. Del mismo modo, llevaron a cabo una política de
unificación religiosa, dando poder a la Inquisición, expulsando a los judíos,
forzando la conversión de los moriscos y reformando el clero. En el exterior,
se produjo una expansión por las islas Canarias, América y el norte de África.
También se realizó una política matrimonial para garantizar una posición
hegemónica. Posteriormente, tras las regencias de Fernando el Católico en
Castilla y del cardenal Cisneros, comenzó el reinado de Carlos I. este, en su
lucha contra la Reforma luterana, convocó dietas y fomentó el Concilio de
Trento, decidiéndose el monarca finalmente por someter a los príncipes
alemanes, no lográndose, en cambio, la unidad religiosa tras la victoria en
Mühlberg. En el exterior, destacó la lucha contra los turcos y el
enfrentamiento contra Francia por la hegemonía en Europa. Al morir Carlos V, su
Imperio se dividió entre su hermano Fernando, a quien legó el Sacro Imperio, y
su hijo Felipe II, quien heredó Casilla y Aragón, junto a las posesiones
correspondientes. Felipe II buscó la defensa de sus territorios y de la fe
católica. En Europa, tuvo que luchar contra Francia (destacó la batalla de San
Quintín en 1557), contra los Países Bajos (los protestantes del norte se
lograron independizar) y contra la Corona inglesa (la Armada Invencible
fracasó). En la lucha contra los turcos, la Liga Santa logró la victoria en la
batalla de Lepanto (1571). Dentro de la Península, se logró incorporar el reino
de Portugal a la Monarquía Hispánica.
Características generales de la arquitectura
del Renacimiento español:
En España, el Renacimiento
se desarrolló durante casi todo el siglo XVI. De importancia en la introducción
de esa corriente fueron los contactos con Italia. Las familias Mendoza y
Fonseca aceparon los ideales del humanismo Italiano y propiciaron la llegada de
obras y artistas italianos a la Monarquía Hispánica. Sin embargo, hubo capas
sociales poco proclives al nuevo estilo.
Dentro del arquitectura
renacentista española destacaron tres etapas: plateresco, purismo y herreriano.
En el plateresco (de finales del siglo XV a principios del siglo XVI), la
convivencia de formas góticas y renacentistas dio lugar a un estilo
protorrenacentista. Se mantuvieron las técnicas constructivas de la
arquitectura gótica y se añadió una decoración propia del Renacimiento
“quattrocentista”, con grutescos, motivos de “candelieri” columnas
abalaustradas y medallones. El nombre se debe a que la decoración de dibujos
menudos y filigranas recordaba a la decoración de la plata. El purismo, por su
parte, se dio durante el segundo tercio del siglo XVI, y en él se abandonó la
gran profusión decorativa y los elementos góticos y se planteó una mayor
atención a las formas arquitectónicas y a las proporciones. Así, se obtuvo una
arquitectura más monumental y de sobria decoración. Por último, el estilo
herreriano o escurialense se corresponde casi exactamente con el reinado de
Felipe II, y se caracteriza por la gran austeridad y el espíritu de renovación
y sobriedad propiciado por la Contrarreforma. Coincidió con el desarrollo en
Italia de la arquitectura desornamentada de Vignola y de Palladio, cuya
influencia se aprecia en España en la introducción de motivos decorativos como
las pirámides o las esferas pétreas.
Principales artistas y obras más
representativas:
En el arte español del
siglo XVI, destacaron tres etapas: periodo plateresco (primer tercio del
siglo), periodo purista (segundo tercio del siglo) y periodo herreriano (último
tercio del siglo).
Respecto al plateresco, diremos que algunos
arquitectos españoles adoptaron prontamente el nuevo estilo, destacando Lorenzo
Vázquez, autor de la portada del colegio de
Santa Cruz, en Valladolid. La ciudad de Salamanca tuvo un momento de
esplendor durante este siglo, lo que se tradujo en la construcción de obras
como: la fachada de la Universidad (donde se
desarrolla una minuciosa decoración enmarcada por pilastras y frisos) y la iglesia del convento de San Estaban (construida
por Juan de Álava, tiene una facha también concebida a modo de
gigantesco retablo). La ciudad de Burgos mantuvo su importancia, realizándose
las principales intervenciones renacentistas en la catedral: la puerta de la Pellejería (de Francisco de
Colonia) y la “Escalera dorada”
(construida por Diego de Siloé, que utilizó el sistema de Bramante para
salvar la gran altura que separaba la puerta del suelo). En Toledo, surgió un
estilo constituido por la mezcla de elementos renacentistas y mudéjares, que
coincidió con los años en los que el cardenal Cisneros fue arzobispo de la
ciudad, denominándose estilo Cisneros. En él, los muros podían aparecer
decorados con yeserías, y destacó Pedro Gumiel, autor de la “Sala capitular” de la catedral de Toledo, y del
“Paraninfo de la Universidad de Alcalá de
Henares”.
Por otra parte, en el purismo, destacaron los siguientes
autores: Alonso de Covarrubias (tras su experiencia plateresca,
evolucionó hacia una austeridad decorativa, destacando por la puerta de Bisagra, en Toledo), Rodrigo Gil
de Hontañón (realizó la fachada de la
Universidad de Alcalá de Henares), Pedro Machuca (es autor del Palacio de Carlos V en la Alhambra de Granada,
que fue diseñado con planta cuadrada y un patio circular en el centro, y que
cuenta con un estilo monumental tanto en el interior, con un piso inferior de
columnas toscanas y uno superior de columnas jónicas, como en el exterior), y Diego
de Siloé (dirigió las obras de la catedral
de Granada, que había sido trazada con estructura gótica, transformando
Siloé el trazado y, en especial, la cabecera, en la que dispuso una capilla
mayor con planta circular a la que se accedía desde la nave central a través de
un gigantesco arco de medio punto).
Por último, en el estilo herreriano destacó el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Su
arquitecto inicial fue Juan Bautista de Toledo, llamado para diseñar los
planos por Felipe II, cuya idea era la de construir un edificio que tuviera
varias funciones: monasterio, colegio para la formación de religiosos, palacio
y panteón real. Así, la plana se concibió con un sentido funcional, pero
también simbólico, pues representaba la parrilla en la que fue martirizado San
Lorenzo (se eligió este santo porque Felipe venció en San Quintín el día de San
Lorenzo). Tras la muerte de Juan Bautista de Toledo, se puso al mando de las
obras Juan de Herrera, el cual, manteniendo el proyecto de su maestro,
introdujo novedades, como la elevación de la fachada delantera. También fijó la
tipología de las torres, cubiertas con un alto chapitel de pizarra. A la hora
de construir la iglesia, Felipe II solicitó proyectos de Italia que fueron
empleados por Herrera. Se estableció una planta de cruz griega inscrita en un
cuadrado, cuyo nártex a los pies daba una apariencia basilical.
14.2. La escultura del Renacimiento español
Introducción histórica-cultural:
En los reinos hispánicos, el matrimonio entre los Reyes Católicos propició
la unión dinástica. Estos reyes implantaron una monarquía autoritaria,
conquistaron Granada y anexionaron el reino de Navarra. Del mismo modo,
llevaron a cabo una política de unificación religiosa, dando poder a la
Inquisición, expulsando a los judíos, forzando la conversión de los moriscos y
reformando el clero. En el exterior, se produjo una expansión por las islas
Canarias, América y el norte de África. También se realizó una política
matrimonial para garantizar una posición hegemónica. Posteriormente, tras las
regencias de Fernando el Católico en Castilla y del cardenal Cisneros, comenzó
el reinado de Carlos I. este, en su lucha contra la Reforma luterana, convocó
dietas y fomentó el Concilio de Trento, decidiéndose el monarca finalmente por
someter a los príncipes alemanes, no lográndose, en cambio, la unidad religiosa
tras la victoria en Mühlberg. En el exterior, destacó la lucha contra los
turcos y el enfrentamiento contra Francia por la hegemonía en Europa. Al morir
Carlos V, su Imperio se dividió entre su hermano Fernando, a quien legó el
Sacro Imperio, y su hijo Felipe II, quien heredó Casilla y Aragón, junto a las
posesiones correspondientes. Felipe II buscó la defensa de sus territorios y de
la fe católica. En Europa, tuvo que luchar contra Francia (destacó la batalla
de San Quintín en 1557), contra los Países Bajos (los protestantes del norte se
lograron independizar) y contra la Corona inglesa (la Armada Invencible
fracasó). En la lucha contra los turcos, la Liga Santa logró la victoria en la
batalla de Lepanto (1571). Dentro de la Península, se logró incorporar el reino
de Portugal a la Monarquía Hispánica.
Características generales de la escultura del
Renacimiento español:
En España, el Renacimiento
se desarrolló durante casi todo el siglo XVI. De importancia en la introducción
de esa corriente fueron los contactos con Italia. Las familias Mendoza y
Fonseca aceparon los ideales del humanismo Italiano y propiciaron la llegada de
obras y artistas italianos a la Monarquía Hispánica. Sin embargo, hubo capas
sociales poco proclives al nuevo estilo.
En la escultura española
del siglo XVI se produjo, inicialmente, una convivencia de las fórmulas góticas
y renacentistas, destacando estas características:
·
Predominio de la temática religiosa,
realizándose sepulcros, sillerías y retablos.
·
El carácter realista, por lo que carece de la búsqueda
de la “belleza ideal” italiana.
·
La gran expresividad, derivada de la escultura
gótica.
· Entre los materiales, destacó la madera, que fue tanto tallada como
policromada. La piedra se destinó sobre todo a la escultura funeraria y a la
decoración.
Principales artistas y obras más
representativas:
Podemos dividir la
escultura española del siglo XVI en tres etapas: primer tercio de siglo,
segundo tercio y último tercio.
Durante el primer tercio se produjo la llegada de
numerosas obras escultóricas italianas que importaron la nueva estética,
viniendo también escultores italianos que introdujeron, especialmente, el
lenguaje de Donatello. Entre estos escultores destacaron Domenico Fancelli,
autor del “Sepulcro de los Reyes Católicos”,
en la Capilla Real de Granada, y Pietro Torrigiano, realizador del “San Jerónimo”. Como escultores españoles,
destacaron: Diego de Siloé (su estética se caracteriza por la
combinación de la delicadeza italiana y la expresividad española, destacando
por el “Retablo de la capilla del Condestable”),
Bartolomé Ordóñez (autor de los “Sepulcros
de doña Juana y Felipe el Hermoso”, en la Capilla Real de Granada, y el “Sepulcro del cardenal Cisneros”, en la
Universidad de Alcalá de Henares) y Damián Forment (realizador de los retablos del Monasterio de Poblet y el de la
catedral de Santo Domingo de la Calzada, en los que introdujo elementos
ornamentales paganos).
El segundo tercio del siglo fue el momento de mayor esplendor, en el
que se asentaron las formas renacentistas, destacando dos grandes escultores:
Alonso Berruguete y Juan de Juni. Berruguete desarrolló un estilo
caracterizado por un fuerte nerviosismo y expresividad, con figuras estilizadas
y con fuertes contorsiones (figura “serpentinata”), enlazando su obra con el
manierismo. En Valladolid, realizó el “Retablo
de Mejorada de Olmedo” y el “Retablo de San
Benito”. En Toledo, esculpió la “Sillería
del coro de la catedral”, destacando el “Adán
y Eva”, como importantes ejemplos del tratamiento del desnudo. Por otro
lado, Juan de Juni unió la fuerza de la escultura borgoñona del final
del gótico con la estética italiana, incorporando finalmente el expresionismo
hispano. Trabajó en Valladolid, donde realizó figuras pesadas, con amplias
telas y múltiples plegados (favoreciendo el claroscuro) y de gran expresividad.
Entre sus obras destacan el “Entierro de Cristo”
(con influencias de Miguel Ángel), y retablos como los “Retablos de la iglesia de Santa María de la Antigua”, en Valladolid,
o el “Retablo de la catedral de Burgo de Osma”,
en Soria. En ambos abandona el sistema de división de calles y cuerpos.
El último tercio se caracterizó por la aceptación de los modelos
miguelangelescos y la llegada de escultores italianos al Monasterio de San
Lorenzo de El Escorial. Entre los escultores, sobresalieron: Gaspar Becerra
(introdujo en España la estética manierista, y realizó el “Retablo mayor de la catedral de Astorga”), y los Leoni (León
Leoni y Pompeyo Leoni fueron contratados para introducir en El
Escorial el arte áulico de algunas cortes europeas, para lo que era necesario
el uso del mármol y el bronce, realizando estos autores los grupos escultóricos
de “Carlos V y el Furor”, en el que la
armadura del emperador puede retirarse, y de “Carlos
V” y “Felipe II” con sus respectivas
familias, cada uno con cinco figuras orantes).
14.3. La pintura del Renacimiento español
Introducción histórica-cultural:
En los reinos hispánicos,
el matrimonio entre los Reyes Católicos propició la unión dinástica. Estos
reyes implantaron una monarquía autoritaria, conquistaron Granada y anexionaron
el reino de Navarra. Del mismo modo, llevaron a cabo una política de
unificación religiosa, dando poder a la Inquisición, expulsando a los judíos,
forzando la conversión de los moriscos y reformando el clero. En el exterior,
se produjo una expansión por las islas Canarias, América y el norte de África.
También se realizó una política matrimonial para garantizar una posición
hegemónica. Posteriormente, tras las regencias de Fernando el Católico en
Castilla y del cardenal Cisneros, comenzó el reinado de Carlos I. este, en su
lucha contra la Reforma luterana, convocó dietas y fomentó el Concilio de
Trento, decidiéndose el monarca finalmente por someter a los príncipes
alemanes, no lográndose, en cambio, la unidad religiosa tras la victoria en
Mühlberg. En el exterior, destacó la lucha contra los turcos y el
enfrentamiento contra Francia por la hegemonía en Europa. Al morir Carlos V, su
Imperio se dividió entre su hermano Fernando, a quien legó el Sacro Imperio, y
su hijo Felipe II, quien heredó Casilla y Aragón, junto a las posesiones
correspondientes. Felipe II buscó la defensa de sus territorios y de la fe
católica. En Europa, tuvo que luchar contra Francia (destacó la batalla de San
Quintín en 1557), contra los Países Bajos (los protestantes del norte se
lograron independizar) y contra la Corona inglesa (la Armada Invencible
fracasó). En la lucha contra los turcos, la Liga Santa logró la victoria en la
batalla de Lepanto (1571). Dentro de la Península, se logró incorporar el reino
de Portugal a la Monarquía Hispánica.
Características generales de la pintura del
Renacimiento español:
En España, el Renacimiento
se desarrolló durante casi todo el siglo XVI. De importancia en la introducción
de esa corriente fueron los contactos con Italia. Las familias Mendoza y
Fonseca aceparon los ideales del humanismo Italiano y propiciaron la llegada de
obras y artistas italianos a la Monarquía Hispánica. Sin embargo, hubo capas
sociales poco proclives al nuevo estilo.
En la pintura española del
Renacimiento predominó la temática religiosa y se produjo la siguiente
evolución:
·
En el primer tercio se introdujeron las formas
italianas, sobre una sólida base de pintura flamenca.
·
En el segundo tercio se introdujo el
clasicismo rafaelesco y el manierismo.
· En el último tercio llegó la influencia de Miguel Ángel y de la pintura
veneciana.
En cuanto a la técnica,
hasta la mitad de siglo predominó el óleo sobre tabla. Después, se impuso el
óleo sobre lienzo. Los escasos ejemplos de pintura al fresco son obra de
autores italianos o de españoles formados en Italia.
Principales artistas y obras más
representativas:
En la pintura española del
Renacimiento destacaron tres etapas: primer tercio del siglo, segundo tercio y
último tercio. En el primer tercio del
siglo XVI sobresalieron tres focos: el foco valenciano (en esta escuela
fueron fundamentales los contactos comerciales y culturales con Italia,
destacando Fernando Yáñez de la Almedina y Fernando de los Llanos,
influidos por Leonardo y autores del “Retablo
mayor de la catedral de Valencia”), el foco castellano-leonés (destacaron
tres pintores: Pedro Berruguete, que se formó en la estética
hispano-flamenca y asimiló la pintura “quattrocentista”, destacando por su “Retablo de Santo Tomás de Ávila”; Juan de
Flandes, autor del “Retablo mayor de la
catedral de Palencia”; y Juan de Borgoña, el cual mantuvo rasgos de
origen flamenco combinados con la pintura del “Quattrocento” tardío,
sobresaliendo por las pinturas de la capilla
Mozárabe de la catedral de Toledo), y el foco andaluz (allí destacó Alejo
Fernández, que, con influencias flamencas e italianas, realizó la “Flagelación de Cristo” y la “Virgen de los Navegantes”). En la pintura del segundo tercio desapareció por completo
la influencia flamenca, destacando estos focos artísticos: foco valenciano (con
Juan de Juanes, autor de carácter dulce y sentimental destacado por la “Última cena” y el “Salvador eucarístico”), foco castellano-leonés (destacó Alonso
Berruguete, autor con influencias de raíz manierista y realizador del “Retablo del colegio de los Irlandeses”, en
Salamanca), foco andaluz (sobresale Pedro Machuca, que mezcló rasgos de
Miguel Ángel, Rafael y Correggio, destacando su “Descendimiento”),
y foco extremeño (sobresalió Luis de Morales, que realizó obras de
influencia rafaelesca, como la “Virgen del
Jilguero”, y de influencia manierista, como la “Virgen Dolorosa” o la “Virgen de la
Piedad”). Finalmente, en el último
tercio, destacaron pintores como Gaspar Becerra, pero la obra
principal fue la decoración pictórica de El
Escorial, donde destacó Juan Fernández Navarrete (pintor de carácter
realista, como se ve en su “Muerte de Santiago”),
a cuya muerte Felipe II contrató a pintores italianos, como Luca Cambiaso,
Federico Zúccaro o Pellegrino Tibaldi. Además, en la corte de
Felipe II se desarrolló el retrato, especialmente de estilo manierista,
sobresaliendo: Alonso Sánchez Coello (destaca por el estudio psicológico
y el cromatismo, realizando obras como el “Príncipe
don Carlos” e “Isabel Clara Eugenia”) y Juan
Pantoja de la Cruz (destaca por los retratos de “Felipe II” y su esposa, “Margarita de
Austria”).
Por otra parte, hablaremos
de El Greco (Domenikos
Theotocopulos), nacido en Creta en 1541. En su educación pictórica, combinó
la tradición bizantina con la influencia de la pintura veneciana, realizando el
“Tríptico de Módena”. Más tarde, se trasladó
a Venecia, donde aprendió de Tiziano y Tintoretto, adquiriendo la técnica de la
pincelada suelta. En Roma, recibió influencias de Miguel Ángel y del
manierismo, adquiriendo sus desnudos mayor fuerza muscular y realizando la “Curación del ciego” y la “Piedad”. La necesidad de pintores para El Escorial hizo que se
trasladara a España, donde, tras un breve paso por Madrid, se asentó en Toledo
hasta su muerte, en 1614. En España, sus figuras fueron poco a poco alargándose
y retorciéndose, en una perfecta integración de manierismo y espiritualidad.
Destacó por el “Expolio de Cristo”, obra
dominada por el rojo de la túnica de Cristo, que contrasta con las gamas frías
que aprendió a emplear en Venecia (como azules, verdes y amarillos). Para el Monasterio
de El Escorial, pintó el “Martirio de san
Mauricio”, cuya estética manierista no se adaptó bien al gusto español.
Apartado de la Corte, en Toledo realizó diversas pinturas relativas a la
infancia y Pasión de Cristo. Destaca “El
entierro del Señor de Orgaz”, que presenta una composición dividida en dos
partes: una inferior de gran sobriedad, en la que se representa la Tierra y el
tema de la muerte; y una superior, en la cual se representa lo celestial, con
figuras alargadas y retorcidas envueltas en una fuerte luminosidad y colorido.
En sus últimos años, llevó al extremo el desdibujamiento en sus pinturas,
alcanzando una suprema espiritualización (destaca el “Bautismo de Cristo”). El Greco abordó otros géneros pictóricos, como
el retrato, destacando la serie de “El entierro”
(destaca el “Caballero de la mano en el pecho”),
en la que se aprecia la influencia veneciana. También acometió el tema del
paisaje, sobresaliendo la “Vista de Toledo”
y la “Vista y plano de Toledo”. Otras obras
de carácter religioso suyas, fueron: “La
Trinidad”, “La crucifixión”, el “San Pedro” o el “San
Juan”.
15. EL ARTE BARROCO
15.1. La arquitectura del Barroco
Introducción histórica-cultural:
El Barroco se desarrolló
durante el siglo XVII y, aproximadamente, la primera mitad del siglo XVIII,
constituyendo este último el periodo conocido como Rococó. Anteriormente, entre
1545 y 1563, se había producido en Concilio de Trento, que debía solucionar los
graves problemas que aquejaban a la Iglesia católica: la Reforma protestante y
la crisis, causas por la corrupción y el nepotismo. Esta fue la Contrarreforma,
en la que se reafirmó el dogma católico, se aceptó la necesidad de reformar la
Iglesia y se fundó la Compañía de Jesús. Por otra parte, la exaltación del
poder real iniciada ya en el siglo XV, alcanzó su plenitud en el siglo XVII,
cuando se ratificaron las monarquías autoritarias del siglo XVI, ejerciendo el
rey un dominio omnipotente de origen divino. En Francia, destacó Luis XIV como
principal ejemplo de monarquía absoluta. Así, vemos que el siglo XVII asistió a
la consolidación de dos poderes. El de la Iglesia católica, que reafirmó su
supremacía con la Contrarreforma; y el de los monarcas absolutos, que se
afanaron en mostrar su incontestable autoridad. Por otro lado, el ámbito de las
mentalidades se caracterizó por: la nueva concepción más pesimista y angustiosa
de la realidad; la influencia de la religión, exaltándose la fe a través de
grandes demostraciones; y la visión catastrofista de la vida, que llevó a una
preocupación por la muerte.
Así, surgió un nuevo
estilo caracterizado por el gusto por el movimiento y la aparente carencia de
regularidad. Se utilizó el arte como modo de persuasión. En las naciones
católicas, sirvió para evangelizar y para hacer propaganda del absolutismo
monárquico. Y en las naciones protestantes, se aprovechó como medio de reflejar
las labores cotidianas de la burguesía.
Características generales de la arquitectura
del Barroco:
El Barroco se caracterizó
por el tratamiento anticlásico y antirracional de los elementos y la presencia
de la idea de teatralidad. La arquitectura barroca se caracterizó por:
·
El uso de formas cóncavas y convexas en las
fachadas.
·
El empleo del claroscuro y, con ello, del
relieve.
·
La incurvación de los entablamentos, la
ruptura de los frontones y las columnas salomónicas.
· La decoración de las bóvedas con pinturas con efectos de trampantojo
(“engaño al ojo”).
Entre los edificios
sobresalieron el templo (tras la Contrarreforma se impulsó la planta de cruz
latina, empleándose el modelo de la iglesia del Gesù, de Vignola) y el palacio
(se buscaba mostrar la riqueza y el poder del rey, enriqueciéndose las construcciones
con esculturas y pinturas). En relación al urbanismo, diremos que en el Barroco
fue muy importante el concepto de “ciudad capital”, que se engrandecía con
grandes avenidas que proporcionaban amplias perspectivas y facilitaban la
circulación, además de tomar gran importancia el concepto de plaza. Con el
objetivo de construir grandes urbes y exaltar el poder real, surgió el estudio
de programas urbanísticos, destacando la transformación llevada a cabo por
Sixto V en Roma, en la que se dio una ordenación de la ciudad.
Principales artistas y obras más
representativas en Europa:
El Barroco fue una
corriente que tuvo su impacto por toda Europa. En Italia, destacaron arquitectos como: Carlo Maderno, Gian Lorenzo
Bernini y Francesco Borromini. Maderno concluyó la Basílica de San Pedro del Vaticano, añadiendo una fachada de orden
gigante corintio y una fuerte horizontalidad. Bernini fue el principal
arquitecto del barroco italiano, edificando construcciones como: el baldaquino de San Pedro, la plaza de San Pedro (realizada entre 1657 y 1677
consta de dos parte: una parte trapezoidal que engrandece la fachada, y otra
parte constituida por dos brazos que forman una columnata que rodea un espacio
elíptico), el Palacio Chigi-Odescalchi (fijó
el prototipo de fachada barroca); y el Palacio
Barberini. Borromini realizó sus primeras actuaciones en el
Vaticano, trabajando más tarde para órdenes religiosas, lo que no le permitió
utilizar buenos materiales ni edificar grandes construcciones. Así, supo jugar
con la arquitectura, levantando construcciones como: la iglesia de San Carlos de las Cuatro Fuentes (de planta ovalada con
juegos cóncavos y convexos), la iglesia de
Sant’Ivo alla Sapienza, o el colegio de
Propaganda Fide. Por otro lado, en Venecia destacó Baldassare Longhena
(autor de Santa María de la Salud, edificada
en la entrada del Gran Canal). En Turín, sobresalieron: Guarino Guarini
(autor de la capilla del Santo Sudario y de
la iglesia de San Lorenzo) y Filippo
Juvara (autor del Palacio Madama y, en
España, del Palacio Real de Madrid).
La arquitectura barroca se
desarrolló también en Francia, Centroeuropa y Gran Bretaña. En Francia, se dio al palacio la función
de ensalzamiento del monarca con la construcción del Palacio de Versalles, refugio de caza que fue ampliado por Louis
Le Vau y Jules-Hardouin Mansart, autor de la Galería de los Espejos. El jardín fue diseñado por André Le Nôtre.
En Centroeuropa destacaron
arquitectos en Austria (como Johann Fischer von Erlach, autor de la iglesia de San Carlos Borromeo) y Alemania
(como Daniel Pöppelmann, autor del conjunto
del Zwinger). Por último, en Gran
Bretaña se siguió un rumbo distinto, destacando Christopher Wren,
realizador de la catedral de San Pablo.
Principales artistas y obras más
representativas en España:
En España, el Barroco se
desarrolló 1600 y 1760, coincidiendo con el periodo de decadencia del Imperio.
Los elementos urbanísticos más destacados del Barroco español fueron: la plaza
mayor, la calle mayor, el caserío (de calles estrechas y pequeñas plazuelas) y
los edificios notables. En el aspecto estético, se produjo una evolución
diferente a la del resto de Europa, destacando tres periodos: primera mitad del
siglo XVII, segunda mitad y desde finales del siglo hasta 1760. En la primera
mitad del siglo destacaron: Juan Gómez de Mora (mantuvo las formas
herrerianas y destacó por la Plaza Mayor de
Madrid), Alonso Carbonell (construyó el Palacio del Buen Retiro) y los jesuitas Pedro Sánchez y Francisco
Bautista (autores de la actual Colegiata de
San Isidro, de cúpula encamonada). Durante la segunda mitad del siglo se
potenció más el aspecto decorativo, utilizándose estípites y destacando: Francisco
de Herrera el Mozo (autor de la Basílica del
Pilar) y Alonso Cano (que realizó la fachada
de la catedral de Granada). La arquitectura de finales de siglo a 1760
estuvo marcada por la llega de los Borbones, apareciendo dos tendencias:
arquitectura nacional (continuaba con el estilo anterior) y arquitectura
cortesana (introdujo los modelos del Barroco francés e italiano). Tenemos
ejemplos de arquitectura nacional en: el centro de la Península (destacaron: José
de Churriguera, autor de obras con abundante decoración y creador del Nuevo Baztán; Joaquín Churriguera, autor
de la Cúpula de la Catedral nueva de Salamanca;
Alberto Churriguera, realizador de la monumental Plaza Mayor de Salamanca; Pedro de Ribera, autor del hospicio de San Fernando y del puente de Toledo; y Narciso Tomé,
realizador del Transparente de la catedral de
Toledo); Andalucía y Levante (destacaron: Leonardo de Figueroa,
autor del colegio de San Telmo en Sevilla; Francisco
Hurtado Izquierdo, realizador de la Cartuja
de Granada; Conrado Rudolf, autor de la portada principal de la catedral de Valencia; Hipólito Rovira,
ejemplo del Rococó; y Jaime Bort, autor de la fachada de la catedral de Murcia); y Galicia (allí, Fernando
Casas y Novoa realizó la fachada del
Obradoiro de la catedral de Santiago de Compostela). Respecto a la
arquitectura cortesana, destacando Filippo Juvara y Giovanni Battista
Sacchetti, autores del Palacio de la Granja
de San Ildefonso y del Palacio Real de
Madrid.
15.2. La escultura del Barroco
Introducción histórica-cultural:
El Barroco se desarrolló durante el siglo XVII y, aproximadamente, la
primera mitad del siglo XVIII, constituyendo este último el periodo conocido
como Rococó. Anteriormente, entre 1545 y 1563, se había producido en Concilio
de Trento, que debía solucionar los graves problemas que aquejaban a la Iglesia
católica: la Reforma protestante y la crisis, causas por la corrupción y el
nepotismo. Esta fue la Contrarreforma, en la que se reafirmó el dogma católico,
se aceptó la necesidad de reformar la Iglesia y se fundó la Compañía de Jesús.
Por otra parte, la exaltación del poder real iniciada ya en el siglo XV, alcanzó
su plenitud en el siglo XVII, cuando se ratificaron las monarquías autoritarias
del siglo XVI, ejerciendo el rey un dominio omnipotente de origen divino. En
Francia, destacó Luis XIV como principal ejemplo de monarquía absoluta. Así,
vemos que el siglo XVII asistió a la consolidación de dos poderes. El de la
Iglesia católica, que reafirmó su supremacía con la Contrarreforma; y el de los
monarcas absolutos, que se afanaron en mostrar su incontestable autoridad. Por
otro lado, el ámbito de las mentalidades se caracterizó por: la nueva
concepción más pesimista y angustiosa de la realidad; la influencia de la
religión, exaltándose la fe a través de grandes demostraciones; y la visión
catastrofista de la vida, que llevó a una preocupación por la muerte.
Así, surgió un nuevo
estilo caracterizado por el gusto por el movimiento y la aparente carencia de
regularidad. Se utilizó el arte como modo de persuasión. En las naciones
católicas, sirvió para evangelizar y para hacer propaganda del absolutismo
monárquico. Y en las naciones protestantes, se aprovechó como medio de reflejar
las labores cotidianas de la burguesía.
Características generales de la escultura del
Barroco:
De forma general, podemos
decir que la escultura barroca buscó la exaltación del poder. Mientras que en
Italia se centró en la exaltación religiosa (buscándose el movimiento, las
curvas y el claroscuro), en Francia la escultura se centró en la exaltación
monárquica (utilizándose para la decoración de palacios y jardines, lo que
determinó la temática profana).
Por otra parte, la
escultura barroca en España tuvo unos rasgos muy particulares:
·
Los escultores trabajaban bajo un sistema
artesanal de carácter tradicional.
·
Hubo poca influencia de la escultura
extranjera.
·
Los temas fueron casi exclusivamente de
carácter religioso.
·
El carácter realista que se procuraba dar a
las imágenes y la difícil situación económica de España hicieron que el
material predominante fuera la madera, que luego se policromaba.
·
Debido al afán persuasivo y realista del
barroco, a muchas obras se les añadían postizos.
· También se realizaron “imágenes para vestir”, tallándose sólo las partes
del cuerpo que quedarían a la vista.
Así, el conjunto de obras
bajo esta estética recibió el nombre de imaginería. Como tipologías
escultóricas destacaron: el retablo (que aglutinaba las tres grandes artes:
arquitectura, escultura y pintura) y los pasos (grupos escultóricos que se
sacaban en Semana Santa).
Principales artistas y obras más
representativas en Europa:
Podemos destacar a
importantes escultores barrocos en Italia, Francia y España. En Italia, el máximo exponente fue Gian
Lorenzo Bernini, cuya obra alcanzó un gran poder expresivo. Trabajó para el
cardenal Borghese, siendo sus principales obras: el “David” (en el que escoge el instante de mayor tensión), el “Apolo y Dafne” (en la que el dios está a punto
de alcanzar a la ninfa, que se convierte en laurel) y “El rapto de Proserpina”. Ya en su madurez esculpió el “Éxtasis de Santa Teresa”, en la que destaca la
expresividad y el tratamiento de los plegados. También esculpió retratos, como
el de “Luis XIV”; sepulcros, como los de “Urbano VIII” y “Alejandro
VII”; y fuentes, como la “Fuente de los
Cuatro Ríos”, en la Piazza Navona.
En Francia, destacaron estos autores: François Girardon (de
estética clasicista, realizó el grupo de “Apolo
y las ninfas”, de influencia helenística; el “Rapto de Perséfone”; y la “Tumba del
cardenal Richelieu”), Antoine Coysevox (este fue el que más se aproximó
a la estética barroca, trabajando en la decoración de Versalles y esculpiendo
el “relieve de Luis XIV victorioso” y el
retrato de “María Adelaida de Saboya como Diana”,
en el que empleó elementos del Rococó) y Pierre Puget (fue un escultor
alejado de la Corte, realizando obras cercanas al Barroco italiano, como su “Milón de Crotona” y sus “Atlantes” de la puerta del Ayuntamiento de Tolón).
Principales artistas y obras más
representativas en España:
En España, podemos destacar focos en Castilla y León, Andalucía y
Levante. En Castilla y León, la escultura barroca se caracterizó por su gran
realismo, profundo dramatismo y patente sobriedad, destacando Gregorio
Fernández, en cuya obra sobresalen retablos como el “Retablo mayor de la iglesia de los Santos Juanes”, en Valladolid. En
sus obras supo plasmar dramatismo (como en el “Cristo
yacente”), dulzura (como en la “Inmaculada”)
y delicadeza (como en el “Arcángel san Gabriel”).
Por otra parte, en Andalucía podemos distinguir dos etapas: primera mitad del
siglo XVII y segunda mitad del siglo XVII. La primera mitad se caracterizó por
un arte más dulce y melancólico, destacando dos escuelas: la escuela sevillana
(sobresalen: Juan Martínez Montañés, autor caracterizado por la
serenidad y equilibrio de obras como el “Cristo
de la Clemencia”; y Juan de Mesa, realizador de obras procesionales,
como el “Jesús del Gran Poder”), y la
escuela granadina (destacan: Alonso Cano, que plasmó formas serenas y
delicadas en obras como la “Inmaculada”; y Pedro
de Mena, realizador de estilo natural y sereno). En la segunda mitad, cobró
importancia la influencia del estilo de Bernini, apareciendo un mayor
movimiento y destacando: José de Arce (autor del “Retablo de la iglesia de San Miguel”); Pedro Roldán (autor del
“Entierro de Cristo”); y Luisa Roldán
(llamada “la Roldana” y realizadora de la imagen de “San Miguel”, del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial). Por
último, en Levante el desarrollo artístico se vio impulsado por los contactos
con Italia, sobresaliendo estos autores: Nicolás de Bussi (autor de la decoración de la fachada de la iglesia de la
Asunción, en Alicante) y Francisco Salzillo (su producción se centró
en la talla de imágenes en madera, en las que combina una enorme sensibilidad y
un realismo agradable, sobresaliendo de él “La
Última Cena” y el “Belén” que realizó al
estilo napolitano).
15.3. La pintura del Barroco en Europa
Introducción histórica-cultural:
El Barroco se desarrolló
principalmente durante el siglo XVII, periodo en el que Europa sufrió una
profunda crisis. En esta época, sobresalieron numerosos conflictos bélicos,
siendo el más destacado la Guerra de los Treinta Años, que evidenció la gran división
religiosa existente en el continente. La contienda se presentó como una
oportunidad para debilitar a la casa de Austria, que, reinando en la Monarquía
Hispánica, había detentado la hegemonía continental durante el siglo anterior.
Esta fue la razón por la que Francia apoyó a los protestantes, lo cual tuvo una
gran trascendencia en la guerra, finalizada en 1648, cuando se firmó la Paz de
Westfalia, en la cual se estableció un nuevo orden europeo caracterizado por:
la aparición de los Estados, la crisis de la autoridad papal, la hegemonía de
Francia (en detrimento de la casa Habsburgo) y la libertad religiosa. Sin
embargo, a pesar de estos tratados, Francia siguió combatiendo con la rama
hispánica hasta 1959, cuando se firmó la Paz de los Pirineos.
La crisis del siglo XVII
se concretó en: una profunda depresión económica, las malas cosechas y el
descenso de la población. No obstante, los efectos de dicha crisis no fueron
iguales para todos, pues en la zona Norte de Europa se vivió un periodo de
esplendor, fomentado por el auge del comercio y la aparición de nuevos
rudimentos y técnicas en la agricultura. Fue precisamente en dicha zona nórdica
donde una serie de transformaciones permitieron fomentar la transición desde el
Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea, caracterizada por: el aumento de
la producción (fomentado por el surgimiento de las compañías comerciales y el
aumento de la producción industrial), una sociedad más heterogénea (que
adelantaba la sociedad de clases decimonónica) y la aparición de novedades
políticas (en Inglaterra, surgió una monarquía parlamentaria y se pusieron las
bases del liberalismo).
Características generales de la pintura del
Barroco en Europa:
Entre las características
de la pintura barroca destacaron:
·
Un naturalismo que trataba de representar las
figuras con el mayor realismo posible.
·
La gran importancia del gesto y la
preocupación por plasmar el movimiento, lo cual se logra mediante
composiciones diagonales que transmiten una sensación de inestabilidad.
·
Gusto por las composiciones abiertas y
asimétricas.
·
Gran importancia de la luz a la hora de
realzar el realismo y plasmar la profundidad.
o Primeramente destacaron los
fuertes contrastes de luces y sombras (tenebrismo).
o Posteriormente, se
impusieron las perspectivas aéreas, con una luz vaporosa.
·
Se da un predominio del color sobre el
dibujo, pues se empleó una pincelada suelta que generaba unas formas de
contornos poco definidos.
·
Fue característica en este periodo la pintura
decorativa al fresco.
·
Los temas tratados son muy diversos,
pues en estas obras se persiguieron distintas finalidades:
o La exaltación del poder
religioso. En las naciones católicas se siguieron las directrices de la Contrarreforma,
predominando los temas referentes a las verdades de fe más atacadas por los
luteranos, destacando representaciones de la Inmaculada Concepción, la
exaltación de la Eucaristía o los santos.
o La exaltación del poder
monárquico. Destacaron estos géneros: el retrato, la pintura histórica (se
destaca el poder del ejército y del Estado) y la pintura mitológica (se alaba a
la monarquía a través de curiosas simbologías).
o La plasmación de escenas
costumbristas de la sociedad burguesa. Se realizó, sobre todo, en países
donde había triunfado la Reforma protestante.
Principales artistas y obras más
representativas:
Encontramos importantes focos de pintura barroca en Italia, Bélgica,
Holanda y Francia. En Italia,
sobresalió primeramente el tenebrismo, donde destacó Caravaggio,
caracterizado por un naturalismo nada idealizado y por el uso del claroscuro.
Los principios de la Contrarreforma marcaron su obra, dividida en estas etapas:
formación bajo la estética manierista (utilizó ya fondos neutros oscuros para
resaltar las figuras, destacando el “Cesto de
frutas” y una serie de lienzos de muchachos jóvenes, como “Baco enfermo” o “Baco
joven”), superación del manierismo (desarrolló plenamente la estética
tenebrista, con fondos oscuros, posturas vulgares y un gran misticismo, sobresalieron
“La cena de Emaús”, “La vocación de san Mateo”, la “Crucifixión
de san Pedro” y la “Conversión de san Pablo”),
y aumento del realismo dramático y de los contrastes lumínicos (destacaron la “Degollación del Bautista” y el “David con la cabeza de Goliat”). En Bolonia, se
implantó el clasicismo, caracterizado por una mezcla de realismo e
idealismo. Sobresalió la familia Carracci, con Annibale Carracci, autor
de “El martirio de San Esteban” y “Los amores de los dioses”. Estos fundaron una
academia en la que se formaron autores como Guido Reni. Por otra parte,
tenemos la pintura decorativa, que se aplicó en las grandes bóvedas,
empleándose el trampantojo y el escorzo. Los pintores decorativos más
destacados fueron: Pietro da Cortona (pintó las bóvedas de los palacios Barberini, en Roma, y Pitti, en Florencia) y Luca
Giordano (de estilo alegre y efectista, trabajó en España con el nombre de
Lucas Jordán). Por último, en Venecia destacó Giambattista Tiépolo,
cuyo estilo ya se acerca al Rococó, utilizando tonos luminosos y delicados.
También en este lugar destacó el género de las “vedute”, consistentes en
vistas de la ciudad de Venecia, plasmadas con gran realismo y minuciosidad,
sobresaliendo: “Il Canaletto” (con “La
aduana de Venecia”), Francesco Guardi (con “La procesión marítima de la fiesta del Bucentauro saliendo del Arenal de
Venecia”) y Pietro Loghi (con “El
locutorio de las monjas”).
En Flandes (actual Bélgica), sobresalió Peter
Paul Rubens, cuyas realizaciones se caracterizan por un colorido vivo de
raíz veneciana y por la plasmación del movimiento a través de las diagonales y
de la ampulosidad de las figuras. Empleó como técnica la pincelada suelta, y en
sus obras se distinguen dos tipos: pintura religiosa (siguió los ideales de la
Contrarreforma, a los que añadió grandiosidad y opulencia, destacando la “Adoración de los Magos”, “La elevación de la cruz”, el “Descendimiento”
y “El triunfo de la eucaristía”), pintura
mitológica (plasmó la sensualidad barroca y flamenca a través de cuerpos
femeninos de belleza opulenta, sobresaliendo “Las
tres Gracias” y “El juicio de Paris”) y
el retrato (logró unir naturalidad y fidelidad para captar la personalidad,
destacando “Helena Fourment con abrigo de pieles”).
El estilo de Rubens se difundió a través de sus discípulos, entre los
que destacaron: Anthony van Dyck (su estilo elegante y refinado influyó
en los retratistas ingleses del siglo XVIII, sobresaliendo “Carlos I de Inglaterra”) y Jacobo Jordaens
(plasmó escenas de la sociedad burguesa y campesina, destacando “El sátiro y el campesino” y “El rey bebe”).
En Holanda, el luteranismo influyó en la
pintura, destacando temas religiosos (que inviten a la meditación), escenas
mitológicas (de intención moralizante), escenas costumbristas y el retrato.
Sobresalieron Frans Hals, Rembrandt y Jan Vermeer de Delft. Frans Hals
destacó por sus retratos, en los que busca el estudio psicológico del
personaje, sobresaliendo el “Banquete de los
oficiales de San Jorge” y “La zíngara”. Rembrandt,
por su parte, desarrolló un estilo muy personal con influencias del tenebrismo,
con el que contrasta por la forma paulatina de plasmar el tránsito de las zonas
oscuras a las luminosas. Mientras que su primera etapa fue más dibujística y de
composiciones grandiosas, en la etapa final utilizó una pincelada suelta y
composiciones sencillas. Su obra se divide en diversos tipos: realizaciones
religiosas (refleja la sobriedad luterana, sobresaliendo “La cena de Emaús” y “El descendimiento
de la cruz”), escenas de género (como la “Joven
bañándose” o el “Buey desollado”),
retratos (realizó autorretratos y retratos colectivos en los que fue capaz de
captar la personalidad del retratado, destacando “La lección de anatomía del doctor Tulp” y, sobre todo, “La ronda de noche”) y grabados. Finalmente,
tenemos a Jan Vermeer, autor de lienzos costumbristas de pequeño tamaño.
Supo transmitir una sensación de orden y sosiego a través de interiores
agradables (como “La lechera”, “La carta”, “La
encajera”, “El pintor en su taller” o “La joven de la perla”) y de magníficos paisajes
(como “La callejuela” o la “Vista de Delft”).
En la pintura barroca francesa, destacaron dos corriente:
realista y clasicista. La corriente realista estuvo influida por el
tenebrismo caravaggista, sobresaliendo Georges de La Tour, en cuyas
obras destacan los claroscuros tenebristas, la presencia de pocos personajes
pintados con gran realismo y los fondos neutros. En su primera etapa,
sobresalen los tonos pardos (destacan “San
Jerónimo” o “La buenaventura”) y, en su
segunda etapa, los contrastes luminosos son más fuertes gracias a la introducción
en las escenas de una vela encendida que genera tonos ocres y rojizos (destacan
la “Aparición del ángel a san José” y la “Magdalena penitente”). Por otra parte, en la corriente
clasicista sobresalen: Nicolás Poussin (su obra se caracteriza por
un fuerte sentido racional de orden y serenidad, destacando el “Paisaje con tres hombres”, la “Muerte de Germánico” y el “Rapto de las Sabinas”) y Claudio de Lorena (es autor de
escenas de mar o marinas, como el “Embarco en
Ostia de santa Paula Romana”).
Entre 1700 y 1750,
periodo final del Barroco, denominado Rococó,
la pintura evolucionó hacia un mayor decorativismo. Se plasmaron escenas
alegres con tonos suaves y agradables, convirtiéndose Francia en el centro
artístico del momento. Allí, tuvo gran relevancia la “pintura galante”,
caracterizada por los tonos claros y luminosos, y en la que destacaron: Jean-Antoine
Watteu (con el “Embarque para Citera”), François
Boucher (con “Diana saliendo del baño”)
y Jean-Honoré Fragonard (con “El columpio”,
donde destaca el movimiento aportado por la línea diagonal). Dentro de este
apartado, diremos Inglaterra tuvo poca importancia en el ámbito de la
pintura hasta el siglo XVIII, cuando se desarrolló una importante escuela
centrada en el retrato. Allí destacaron: William Hogarth, Joshua
Reynolds y Thomas Gainsborough (autor de “El señor y la señora Andrews”).
15.4. La pintura del Barroco en España
Introducción histórica-cultural:
El Barroco se desarrolló principalmente durante el siglo XVII, periodo en
el que Europa sufrió una profunda crisis. En esta época, sobresalieron
numerosos conflictos bélicos, siendo el más destacado la Guerra de los Treinta
Años, que evidenció la gran división religiosa existente en el continente. La
contienda se presentó como una oportunidad para debilitar a la casa de Austria,
que, reinando en la Monarquía Hispánica, había detentado la hegemonía
continental durante el siglo anterior. Esta fue la razón por la que Francia
apoyó a los protestantes, lo cual tuvo una gran trascendencia en la guerra,
finalizada en 1648, cuando se firmó la Paz de Westfalia, en la cual se
estableció un nuevo orden europeo caracterizado por: la aparición de los
Estados, la crisis de la autoridad papal, la hegemonía de Francia (en
detrimento de la casa Habsburgo) y la libertad religiosa. Sin embargo, a pesar
de estos tratados, Francia siguió combatiendo con la rama hispánica hasta 1959,
cuando se firmó la Paz de los Pirineos.
La crisis del siglo XVII
se concretó en: una profunda depresión económica, las malas cosechas y el
descenso de la población. No obstante, los efectos de dicha crisis no fueron
iguales para todos, pues en la zona Norte de Europa se vivió un periodo de
esplendor, fomentado por el auge del comercio y la aparición de nuevos
rudimentos y técnicas en la agricultura. Fue precisamente en dicha zona nórdica
donde una serie de transformaciones permitieron fomentar la transición desde el
Antiguo Régimen a la sociedad contemporánea, caracterizada por: el aumento de
la producción (fomentado por el surgimiento de las compañías comerciales y el
aumento de la producción industrial), una sociedad más heterogénea (que
adelantaba la sociedad de clases decimonónica) y la aparición de novedades
políticas (en Inglaterra, surgió una monarquía parlamentaria y se pusieron las
bases del liberalismo).
Características generales de la pintura del
Barroco en España:
Entre las características
de la pintura barroca destacaron:
·
Un naturalismo que trataba de representar las
figuras con el mayor realismo posible.
·
La gran importancia del gesto y la
preocupación por plasmar el movimiento, lo cual se logra mediante
composiciones diagonales que transmiten una sensación de inestabilidad.
·
Gusto por las composiciones abiertas y
asimétricas.
·
Gran importancia de la luz a la hora de
realzar el realismo y plasmar la profundidad.
o Primeramente destacaron los
fuertes contrastes de luces y sombras (tenebrismo).
o Posteriormente, se
impusieron las perspectivas aéreas, con una luz vaporosa.
·
Se da un predominio del color sobre el
dibujo, pues se empleó una pincelada suelta que generaba unas formas de
contornos poco definidos.
·
Fue característica en este periodo la pintura
decorativa al fresco.
· En España, la temática de las obras fue predominantemente religiosa,
y apenas hubo pintura mitológica, la cual quedó mayoritariamente en manos de
pintores extranjeros, como Rubens. En las obras religiosas se dio gran
importancia al ascetismo y el misticismo. Otros temas que también tuvieron
cierta importancia fueron el retrato y el bodegón, que fue muy austero e
introdujo elementos de carácter simbólico.
Principales artistas y obras más
representativas:
En el Barroco español, destacaron tres escuelas pictóricas: la escuela
valenciana, la escuela andaluza y la escuela madrileña.
En la escuela valenciana sobresalieron
Francisco Ribalta y José de Ribera. El primero, Ribalta, se formó en la
estética manierista de El Escorial, trasladándose a Valencia, donde adoptó la
técnica del tenebrismo, que dio a sus obras un gran naturalismo y una
iluminación con fuertes contrastes (claroscuro). Destaca por “La aparición del ángel y el Cordero a san Francisco”
y el “Cristo abrazando a san Bernardo”. Por
otro lado, tenemos a José de Ribera, cuya temática fue muy amplia,
destacando: el testimonio de enfermedades y rarezas (como “La mujer barbuda” o “El patizambo”),
los temas mitológicos y de la Antigüedad (aplica un gran realismo, destacando “Sileno ebrio” y “Arquímedes”)
y la pintura religiosa (pintó imágenes y martirios de santos con gran crudeza).
En sus obras se distinguen tres etapas: una primera de estética tenebrista
(conoció la obra de Caravaggio, aplicando en sus realizaciones una forma
diagonal y empleando una pasta espesa y rugosa, como se ve en “San Andrés” y “San
Onofre”), una segunda de influencia veneciana (utiliza colores más claros y
variados, realizando un análisis del paisaje y de la atmósfera, y destacando
por “El martirio de san Felipe” y “El sueño de Jacob”) y una tercera de vuelta al
tenebrismo (mantuvo, sin embargo, el sentido colorista y la pincelada suela de
la segunda etapa, destacando “La comunión de los apóstoles”).
En la escuela andaluza sobresalieron:
Francisco de Zurbarán, Alonso Cano, Bartolomé Esteban Murillo y Juan Valdés
Leal. Zurbarán presentó un estilo caracterizado por un dibujo muy
preciso y un sentido realista. Adoptó el tenebrismo para realzar la fuerza de
las figuras, utilizando, en unos casos, fondos oscuros y, en otros, colores
llamativos. Sobresalió en estos géneros: pintura religiosa (da testimonio de la
vida monástica y conventual, destacando “San
Hugo en el refectorio de los Cartujos”), cuadros históricos (como “La defensa de Cádiz frente a los ingleses”),
pinturas mitológicas (como la serie de los “Trabajos
de Hércules”), retratos (destaca su tratamiento de las telas, sobresaliendo
“Santa Marina”) y bodegones (los representa
con austeridad monacal, destacando el “Bodegón de
cacharros”). Alonso Cano, por su parte, se formó en el tenebrismo,
pero, tras conocer la obra de Velázquez y la pintura veneciana, dulcificó su
estilo. La mayoría de sus realizaciones son religiosas, destacando “El milagro del pozo”. Por otro lado, Murillo
fue un pintor realista que dio a sus cuadros una atmósfera vaporosa, añadiendo
personajes elegantes y frágiles. Entre sus temáticas destacan: la religión (sus
realizaciones presentan un estilo sencillo y amable, destacando el tema de la “Inmaculada Concepción” y, en menor medida, de “El Buen Pastor”) y la representación de niños
en la calle (está relacionado con la novela picaresca, destacando “Niños comiendo fruta” o “Niños comiendo pastel”). Finalmente, tenemos a Juan Valdés Leal,
que buscó la expresividad a través de un magnífico uso del color, destacando el
carácter tétrico de sus obras, como las “Postrimerías”.
Hablaremos ahora de Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
(1599-1623), que trabajó durante toda su vida para el rey Felipe IV, lo que le
permitió abordar temas mitológicos. Además, los cargos políticos que ostentó le
facilitaron el contacto directo con sus propios cuadros, pudiendo retocarlos
(arrepentimiento). En Velázquez podemos distinguir diversas etapas: etapa
sevillana, primera etapa madrileña, primer viaje a Italia, segunda etapa
madrileña, segundo viaje a Italia y etapa final en Madrid. Primeramente,
durante la etapa sevillana (1599-1623), se formó en Sevilla con
Francisco Pacheco, el cual le orientó hacia una estética tenebrista y le facilitó
el acceso a la Corte. En este periodo, la temática de sus obras fue: religiosa
(destaca la “Adoración de los Magos”),
retratística (como la “Venerable madre Jerónima
de la Fuente”) y de género (como “Cristo en
casa de Marta y María”, “Vieja friendo
huevos” o “El aguador de Sevilla”).
Durante la primera etapa madrileña (1623-1629), se estableció en la
Corte como retratista. El contacto con la pintura italiana de la colección real
le hizo aplicar en su obra tonos más claros, como se aprecia en los retratos
reales, como el de “Felipe IV”. También
comenzó a retratar a bufones de la Corte a modo de ensayos y destaca por “El triunfo de Baco”, en la que mezcló el tema
de la mitología clásica con la pintura de género. Su primer viaje a Italia
(1629-1631), supuso un cambio en su estilo, pues aclaró la paleta e hizo
estudios sobre el desnudo, el paisaje y la perspectiva aérea. De este periodo
es “La fragua de Vulcano”, en la que
representó un episodio escabroso de la mitología, basando la colocación de los
personajes en líneas diagonales, lo que le permitió iluminarlos con distinta
fuerza. En su segunda etapa madrileña (1631-1649), realizó numerosos
retratos de la familia real, de personajes de la Corte y de bufones. Utilizó
una pincelada muy suelta, realizando retratos ecuestres, como el del “Príncipe Baltasar Carlos”, el de “Felipe IV” o el del “Conde duque de Olivares”. Sus representaciones de enanos y bufones no
se recrean en las deformidades. Especial mención requiere el lienzo histórico
de “La rendición de Breda”. Durante su segundo
viaje a Italia (1649-1651), realizó el retrato del papa “Inocencio X” y el de su criado “Juan de Pareja”. Destacan también dos “Vistas del jardín de la Villa Médicis”, en las
que anticipa el impresionismo, y la “Venus del
espejo”. En su etapa final en Madrid (1651-1660), su pincelada se
hizo más suelta y en sus pinturas acumulaba la pasta en algunos puntos.
Consiguió emplear la luz representando magníficamente la perspectiva aérea.
Destaca en este periodo “Las meninas”, en la
que retrata a la infanta Margarita y su corte de damas y de enanos en el mismo
momento en el que el propio Velázquez está retratando a los reyes Felipe IV y
Mariana de Austria. Además, esta concepción original del retrato se vio
reforzada por una iluminación a tramos y una luz vaporosa. Por otro lado,
sobresalió el lienzo de “Las hilanderas”, en
el que emplea tanto la perspectiva aérea como el efecto sorpresa del Barroco,
estableciendo un paralelismo entre realidad y mitología. Finalmente, diremos
que Velázquez murió en Fuenterrabía en 1660.
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