domingo, 30 de junio de 2013

HISTORIA DEL ARTE. PARTE IV


12. EL ARTE DEL “QUATTROCENTO” ITALIANO

12.1. La arquitectura del “Quattrocento” italiano

Introducción histórica-cultural:

            En el siglo XV terminó la Edad Media y comenzó la Edad Moderna con la toma de Constantinopla en 1453. La sociedad del nuevo periodo se caracterizó por el crecimiento demográfico, la estructuración estamental, y el mantenimiento de la nobleza y el clero como estamentos privilegiados, por debajo de los cuales estaba el campesinado y la burguesía. Destacaron los descubrimientos geográficos que se realizaron gracias a nuevos inventos, como la brújula, el astrolabio o la carabela. En este momento se dio un premercantilismo, en el cual comenzaron a instalarse las bases del futuro capitalismo, apareciendo los préstamos con intereses y basándose las monarquías en teorías bullonistas, es decir, en la acumulación de riquezas. En cuanto a la política en Europa, se desarrollaron monarquías autoritarias en Inglaterra, Francia o la Península Ibérica, y se mantuvo la fragmentación territorial en el Sacro Imperio e Italia. Los Gobiernos independientes italianos se hicieron fuertes y en ellos gobernaron familias burguesas (los Médicis en Florencia o los Sforza en Milán). Las ciudades del norte se desarrollaron y los Estados Pontificios estuvieron gobernados directamente por el papado.

            Italia no había llegado a desvincularse de la antigua civilización romana y a ella llegaron sabios tras la toma de Constantinopla que dieron a conocer aspectos de la antigua cultura griega. El nacimiento de las Academias propició un estudio del ser humano, lo que llevó a un antropocentrismo que propició el humanismo del siglo XVI, difundido a través de la imprenta (inventada en 1456 por Gutenberg). En filosofía, preponderó el neoplatonismo, que permitía armonizar el mundo clásico con el cristianismo. Entre los humanistas más destacados sobresalen Dante, Petrarca o Boccaccio.

Características generales de la arquitectura del “Quattrocento” italiano:

            En el “Quattrocento” (siglo XV) se produjo una reimplantación de las ideas estéticas clásicas, lo que dio lugar al Renacimiento, término acuñado por Giorgio Vasari. Así, se introdujeron diversos cambios (recuperación de los modelos clásicos, alejamiento de la temática religiosa y estudio matemático de las proporciones), siendo imprescindible la acción de los tratadistas del arte, como Leon Battista Alberti. El arte del “Quattrocento” partió de la ciudad de Florencia gracias al impulso de la familia Médicis, que actuó como mecenas, esto es, persona adinerada que sufragaba la creación de un determinado artista y que fue determinante en la revalorización del papel del creador artístico.

            Se introdujo un nuevo concepto de urbanismo por el cual la ciudad comenzó a ser diseñada a la medida del hombre, contribuyendo a este cambio el tratado “De Architectura” de Vitrubio (siglo I a. C.), en el que se indican las características que debe tener una ciudad ideal. Respecto a la arquitectura, diremos que en ella también se dieron una serie de cambios: se empleó el arco de medio punto y otros elementos de la arquitectura clásica; se pretendió la adecuación al ser humano, buscándose la horizontalidad; y se aspiraba en las construcciones a la perfección matemática. Destacaron dos tipologías constructivas: la iglesia y el palacio renacentista. Existieron dos tipos de iglesias: unas con planta de cruz latina, que imitaban las basílicas paleocristianas; y otras con planta centralizada, que reflejaban perfección y simetría. Además, en estos edificios, la cúpula fue un elemento de gran importancia, pues simbolizaba la bóveda celeste y en ella centraron sus esfuerzos los arquitectos. Respecto al palacio renacentista, diremos que se caracterizó por: estructurarse en torno a un patio central, normalmente de planta cuadrada, con cuatro crujías alrededor; la apertura de la planta baja al patio con arquerías a modo de peristilo; la presencia de grandes ventanas, debido a la desaparición de los elementos defensivos; y el sentido horizontal de las fachadas, reforzado por unas cornisas muy voladas.

Principales artistas y obras más representativas:

            En Florencia, destacaron dos autores: Filippo Brunelleschi y Leon Battista Alberti.

            Brunelleschi fue el primer gran arquitecto del Renacimiento y comenzó trabajando como orfebre y escultor. En sus obras utilizó los elementos clásicos, las proporciones matemáticas y las perspectivas, destacando entre ellas: la cúpula de Santa María de las Flores (tras vencer el concurso para su construcción, Brunelleschi inició la cúpula en 1420, componiéndose esta de un tambor octogonal preexistente sobre el que se dispusieron 24 nervios cruzados que componen el sistema llamado espina de pez, con el cual se sostienen dos cúpulas, una interna casi semiesférica y otra exterior ovoidal, destacando un remate final constituido por una linterna); el hospital de los Inocentes (en esta obra destaca el pórtico, formado por arcadas que dividen espacios matemáticamente cúbicos); las basílicas de San Lorenzo y de Santo Spirito (en ambas cuentan con planta de cruz latina, tres naves divididas por columnas clásicas, un entablamento partido que sostiene arcos de medio punto y unos techos planos, destacando la uniformidad de la luz, la bricomía y las capillas adosadas); la Sacristía Vieja de San Lorenzo y la capilla Pazzi (ambas con planta centralizada cubierta con cúpula, destacando en la fachada de la capilla de los Pazzi un pórtico con columnas clásicas y un gran arco de medio punto cubierto con una bóveda de casetones); y el Palacio Pitti (obra que determinó el prototipo de palacio renacentista, sobresaliendo una fachada que recrea la arquitectura romana con sillares rústicos en el cuerpo inferior y sillares almohadillados en el superior). Entre los discípulos de Brunelleschi destacó Michelozzo, que creó el prototipo de palacio renacentista toscano y es autor del Palacio Médici-Riccardi, situado en Florencia y cuya fachada recuerda al Palacio Pitti, sobresaliendo los vanos de medio punto geminados y la cornisa muy volada. Otra obra de este autor fue el Convento de San Marcos.

            Alberti, por su parte, tuvo una gran cultura clásica y un especial interés por teorizar sobre el arte. Escribió tratados de escultura, pintura y arquitectura, destacando “De re aedificatoria”, en el que intentó simplificar el tratado de Vitrubio, formulando también nuevas teorías como la de la perspectiva que plasma en sus construcciones. Entre sus obras destacaron: el templo Malatestiano (situado en Rímini, en él el autor transformó una iglesia en panteón, construyendo la fachada a modo de arco de triunfo y destacando la sobriedad decorativa); la iglesia de San Andrés de Mantua (construcción con planta de cruz latina y una única nave cubierta con una bóveda de cañón con casetones, destacando una cúpula con grandes vanos en su base y una fachada a modo de arco de triunfo); la fachada de Santa María Novella (situada en Florencia, fue realizada en dos cuerpos, en los que se utilizan elementos clásicos como el frontón, las volutas o las columnas, unidos al cromatismo tradicional de la fachada); y el Palacio Rucellai (situado en Florencia, destaca la superposición de órdenes de su fachada, lo cual oponía un ritmo vertical a la horizontalidad de los entablamentos). Entre sus discípulos es de mencionar a Bernardo Rossellino, que llevó a cabo la planificación urbanística de Pienza, encargada por el papa Pío II.

            Fuera de Florencia, tenemos otros focos en Lombardía y en Venecia. En Lombardía, el rasgo más característico fue la abundante decoración de los muros exteriores de los edificios, con columnas abalaustradas, hornacinas y relieves. Destacó el hospital de Milán, realizado por Antonio Filarete. Por otra parte, en Venecia el arte gótico mantuvo una fuerte presencia, destacando la arquitectura civil de los palacios y una arquitectura religiosa caracterizada por los remates curvos de las fachadas. Es de mencionar el Palacio Vendramin-Caleghi y la iglesia de Santa Maria dei Miracoli, de Pietro Lombardo.

 12.2. La escultura del “Quattrocento” italiano

Introducción histórica-cultural:

            En el siglo XV terminó la Edad Media y comenzó la Edad Moderna con la toma de Constantinopla en 1453. La sociedad del nuevo periodo se caracterizó por el crecimiento demográfico, la estructuración estamental, y el mantenimiento de la nobleza y el clero como estamentos privilegiados, por debajo de los cuales estaba el campesinado y la burguesía. Destacaron los descubrimientos geográficos que se realizaron gracias a nuevos inventos, como la brújula, el astrolabio o la carabela. En este momento se dio un premercantilismo, en el cual comenzaron a instalarse las bases del futuro capitalismo, apareciendo los préstamos con intereses y basándose las monarquías en teorías bullonistas, es decir, en la acumulación de riquezas. En cuanto a la política en Europa, se desarrollaron monarquías autoritarias en Inglaterra, Francia o la Península Ibérica, y se mantuvo la fragmentación territorial en el Sacro Imperio e Italia. Los Gobiernos independientes italianos se hicieron fuertes y en ellos gobernaron familias burguesas (los Médicis en Florencia o los Sforza en Milán). Las ciudades del norte se desarrollaron y los Estados Pontificios estuvieron gobernados directamente por el papado.

            Italia no había llegado a desvincularse de la antigua civilización romana y a ella llegaron sabios tras la toma de Constantinopla que dieron a conocer aspectos de la antigua cultura griega. El nacimiento de las Academias propició un estudio del ser humano, lo que llevó a un antropocentrismo que propició el humanismo del siglo XVI, difundido a través de la imprenta (inventada en 1456 por Gutenberg). En filosofía, preponderó el neoplatonismo, que permitía armonizar el mundo clásico con el cristianismo. Entre los humanistas más destacados sobresalen Dante, Petrarca o Boccaccio.

Características generales de la escultura del “Quattrocento” italiano:

            En el “Quattrocento” (siglo XV) se produjo una reimplantación de las ideas estéticas clásicas, lo que dio lugar al Renacimiento, término acuñado por Giorgio Vasari. Así, se introdujeron diversos cambios (recuperación de los modelos clásicos, alejamiento de la temática religiosa y estudio matemático de las proporciones), siendo imprescindible la acción de los tratadistas del arte, como Leon Battista Alberti. El arte del “Quattrocento” partió de la ciudad de Florencia gracias al impulso de la familia Médicis, que actuó como mecenas, esto es, persona adinerada que sufragaba la creación de un determinado artista y que fue determinante en la revalorización del papel del creador artístico.

            Entre las características de la escultura del “Quattrocento” destacan:

·         La recuperación de los modelos clásicos, destacando las siguientes temáticas:

o   La mitología clásica y otros temas profanos.

o   El desnudo. Se sitúa al ser humano en la cumbre de la creación aplicándose el ideal neoplatónico de armonizar clasicismo y cristianismo.

o   Los retratos de busto.

o   La estatua ecuestre monumental, que sirve para la exaltación pública de gobernantes o militares.

·         Utilización del mármol y el bronce.

·         La aparición de un mayor naturalismo característico de la escultura romana.

·         La pérdida por parte de la escultura de su carácter docente.

·         El hecho de que con la escultura se buscara plasmar la belleza, especialmente la del ser humano a través del desnudo.

Principales artistas y obras más representativas:

            Fueron muchos los escultores destacados del “Quattrocento” italiano. Primeramente, destacaremos a Lorenzo Ghiberti, orfebre y escultor cuya principal obra fueron las segundas puertas del Baptisterio de Florencia. En ellas, utilizando como modelo las puertas que Andrea Pisano había realizado en el siglo XIV, dispuso 28 paneles lobulados, cada uno con una escena del Nuevo Testamento y con pocos personajes de gran fuerza anatómica y expresiva. Más tarde, recibió el encargo de las terceras puertas del baptisterio, las puertas del Paraíso, en las que dispuso 10 paneles cuadrados, empleó los modelos romanos (utilizando la progresión del altorrelieve al bajorrelieve) y la perspectiva, y dio a sus figuras mayor fuerza, naturalismo y expresividad.

            Otro autor fue Donatello, el gran escultor del “Quattrocento” florentino, que se formó con Ghiberti y estudió la escultura antigua en Roma. Logró representar la figura humana en diferentes estados (infancia, juventud y senectud) y utilizó mármol, bronce e incluso madera. Entre sus primeras obras destacan el “San Jorge” (cuya estilización y equilibrio aún recuerdan al gótico, pero en la que la postura y la fuerza expresiva anuncian el cambio) y el “Profeta Habacuc” (obra en la que se representa al personaje como a un filósofo romano y en la que destaca el estudio del cuerpo y del rostro e, incluso, la plasmación de la fealdad). En su etapa de madurez, se observa un mayor movimiento e idealización en sus obras. Durante este periodo, aportó un gran avance en los relieves, destacando el “relievo schiacciato” (“relieve aplastado”), técnica que se aprecia en el “Banquete de Herodes” del Baptisterio de Siena. Otro importante relieve fue la “Cantoría” de la catedral de Florencia, en la que los personajes realizan movimientos exagerados. Respecto al bulto redondo en esta etapa, diremos que destacó por el “David”, una de las primeras obras desde la Antigüedad en la que se representa al personaje desnudo en tamaño natural, dando este una sensación de inestabilidad por el movimiento de la cadera (que recuerda a la curva praxiteliana) y destacando el fuerte contraste entre su belleza y juventud, y la gigantesca y tosca cabeza de Goliat. En 1443 se trasladó a Padua y ejecutó la “Estatua ecuestre de Gattamelata”, en la que se exalta el poder imitándose la estatua ecuestre de Marco Aurelio. Tras su regreso a Florencia esculpió en madera la “Santa María Magdalena penitente”, en la que destaca la expresividad y el naturalismo.

            Otros autores destacados fueron Jacopo della Quercia y la familia Della Robbia, además de Andrea de Verrocchio y Antonio Pollaiuolo en la segunda mitad del siglo. Jacopo della Quercia fue un escultor sienés en cuyas obras mantuvo rasgos de la tradición gótica y de la escultura borgoñona del siglo XV, a los que añadió las novedades del arte florentino del “Quattrocento”, tendiendo sus realizaciones a la monumentalidad y destacando entre ellas la “Fonte Gaia”. En la familia Della Robbia sobresalieron: Luca della Robbia (autor de otra cantoría de la catedral de Florencia y realizador caracterizado por su producción en cerámica vidriada, con la que hizo distintas piezas, sobre todo medallones, con temas religiosos, y donde las figuras se muestran en color blanco y los fondos en azul), Andrea della Robbia y Giovanni della Robbia. Finalmente, en la escultura de la segunda mitad del “Quattrocento” destacaron: Andrea del Verrocchio (discípulo de Donatello y maestro de Leonardo da Vinci, su obra se caracterizó por plasmar la fuerza interior de los personajes a través de una gran carga expresiva, destacando por su “David” y por el “Monumento ecuestre del condotiero Colleoni”) y Antonio Pollaiuolo (siguió las pautas de Donatello, añadiendo un carácter más realista y una fuerte carga expresiva, y destacando por “Hércules y Anteo”).

12.3. La pintura del “Quattrocento” italiano

Introducción histórica-cultural:

            En el siglo XV terminó la Edad Media y comenzó la Edad Moderna con la toma de Constantinopla en 1453. La sociedad del nuevo periodo se caracterizó por el crecimiento demográfico, la estructuración estamental, y el mantenimiento de la nobleza y el clero como estamentos privilegiados, por debajo de los cuales estaba el campesinado y la burguesía. Destacaron los descubrimientos geográficos que se realizaron gracias a nuevos inventos, como la brújula, el astrolabio o la carabela. En este momento se dio un premercantilismo, en el cual comenzaron a instalarse las bases del futuro capitalismo, apareciendo los préstamos con intereses y basándose las monarquías en teorías bullonistas, es decir, en la acumulación de riquezas. En cuanto a la política en Europa, se desarrollaron monarquías autoritarias en Inglaterra, Francia o la Península Ibérica, y se mantuvo la fragmentación territorial en el Sacro Imperio e Italia. Los Gobiernos independientes italianos se hicieron fuertes y en ellos gobernaron familias burguesas (los Médicis en Florencia o los Sforza en Milán). Las ciudades del norte se desarrollaron y los Estados Pontificios estuvieron gobernados directamente por el papado.

            Italia no había llegado a desvincularse de la antigua civilización romana y a ella llegaron sabios tras la toma de Constantinopla que dieron a conocer aspectos de la antigua cultura griega. El nacimiento de las Academias propició un estudio del ser humano, lo que llevó a un antropocentrismo que propició el humanismo del siglo XVI, difundido a través de la imprenta (inventada en 1456 por Gutenberg). En filosofía, preponderó el neoplatonismo, que permitía armonizar el mundo clásico con el cristianismo. Entre los humanistas más destacados sobresalen Dante, Petrarca o Boccaccio.

Características generales de la pintura del “Quattrocento” italiano:

            En el “Quattrocento” (siglo XV) se produjo una reimplantación de las ideas estéticas clásicas, lo que dio lugar al Renacimiento, término acuñado por Giorgio Vasari. Así, se introdujeron diversos cambios (recuperación de los modelos clásicos, alejamiento de la temática religiosa y estudio matemático de las proporciones), siendo imprescindible la acción de los tratadistas del arte, como Leon Battista Alberti. El arte del “Quattrocento” partió de la ciudad de Florencia gracias al impulso de la familia Médicis, que actuó como mecenas, esto es, persona adinerada que sufragaba la creación de un determinado artista y que fue determinante en la revalorización del papel del creador artístico.

            Entre las características de la pintura del “Quattrocento” destacan:

·         El interés por la figura humana, que se representa de forma naturalista e idealizada.

·         La división entre los pintores que optaron por seguir con el gótico (como Fra Angélico) y los que decidieron emplear elementos matemáticos en la pintura (como Masaccio o Ucello).

·         La continuación en buena parte con el carácter religioso, introduciéndose con fuerza temas de la mitología clásica, que contribuyeron a desarrollar la representación del desnudo humano. Aparecen además retratos, pinturas conmemorativas…

·         En cuanto a los soportes, se continúa con la pintura sobre tabla, empezándose a usar el lienzo.

·         En lo relativo a las técnicas, se mantuvo la pintura al temple, introduciéndose en la segunda mitad del siglo el óleo desde Flandes. Para la pintura mural se siguió empleando la técnica del fresco.

            Finalmente, destacaremos la utilización de un nuevo sistema de representación: la perspectiva. El uso de la perspectiva lineal permitió la representación de la profundidad en una superficie plana, consistiendo su empleo en plantear en la pintura una serie de líneas de fuga que convergen en un único punto de fuga. Se emplearon composiciones matemáticas elementales, se utilizaron los colores para reafirmar el efecto y se hicieron importantes avances en la utilización de la luz para plasmar el volumen de los objetos. El descubrimiento de la perspectiva se debe a Brunelleschi y a Alberti, que plasmó la teoría en su “Tratado de la pintura”.

Principales artistas y obras más representativas:

            Fue en la Florencia de la primera mitad del siglo XV donde surgieron las bases de la pintura renacentista. Allí destacaron autores como: Fra Angélico, Masaccio, Paolo Ucello, Piero della Francesca y Sandro Botticelli. Fra Angélico fue un pintor que unió la linealidad y la poesía de la pintura del gótico internacional con el uso de espacios arquitectónicos y de la perspectiva de comienzos del Renacimiento, destacando su “Anunciación”, obra en la que se relaciona la expulsión del Paraíso con la salvación a través de la Virgen María. Masaccio, por su parte, se aparta del gótico, siendo sus figuras poderosas, pero introducidas en ambientes paisajísticos o arquitectónicos en los que la perspectiva lineal y la iluminación ejercen un papel fundamental. Estos rasgos se observan en los “Frescos de la capilla Brancacci”, donde resalta la fuerza expresiva de las figuras, y en el “Fresco de la Trinidad”, obra en la que evoca el triunfo sobre la muerte. Paolo Ucello investigó sobre la perspectiva, estando sus representaciones dominadas por las líneas de fuga y por el volumen que las figuras ocupan en el espacio. Prestó una especial atención a los escorzos (representaciones de las figuras de forma perpendicular al eje del plano), tal como se ve en “La batalla de San Romano”. Piero della Francesca fue un pintor y tratadista cuya obra se caracterizó por los análisis lumínicos que potencian la perspectiva y que dan un halo de misterio a sus realizaciones, destacando entre ellas “El sueño de Constantino” y parte de la serie de frescos “Historias de la Santa Cruz”. Por último, diremos que Sandro Botticelli, discípulo de Andrea del Verrocchio y protegido de los Médicis, realizó una producción caracterizada por: el dominio del dibujo, la esbeltez de las figuras con posturas curvadas, la renuncia a la utilización de la perspectiva lineal, el interés por mostrar el sentimiento y la belleza ideal, el tratamiento de temas mitológicos y el antirrealismo. Entre sus composiciones religiosas destacó la “Madonna del Magníficat”, en la que se refleja la dulzura de la Virgen. Entre sus obras de carácter mitológico sobresalieron “La Primavera” (realización de significado mitológico, psicológico y matrimonial) y “El nacimiento de Venus” (en la que se exalta la belleza femenina con una Venus púdica en postura curvilínea), en las que se mezcla el carácter narrativo y el lírico. Finalmente, en sus últimos años estuvo influido por Savonarola (dominico muy crítico con las licencias de la Iglesia que se considera precursor de la Reforma protestante), adquiriendo su obra un sentido melancólico que contrasta con su anterior alegría.

            En Umbría, se desarrolló también una escuela pictórica cuyo principal rasgo fue la ordenación espacial y la luminosidad serena y poética. El pintor más destacado fue Pietro Perugino, en cuyas obras destaca la claridad compositiva y aparecen figuras de gestos un tanto forzados, pero sosegados, destacando el fresco de “La entrega de las llaves a San Pedro” de la Capilla Sixtina. Padua también se convirtió en un importante centro pictórico gracias al temprano contacto con Florencia y a la presencia de importantes artistas en la ciudad. Allí, el autor más destacado fue Andrea Mantegna, cuyas obras se caracterizan por: la monumentalidad; el interés por la representación del volumen; los fuertes plegados; los fondos compuestos de acuerdo a los principios de la perspectiva lineal y dominados por el sentido de masa (destaca el “Tránsito de la Virgen”); y la representación de escorzos (destacan el “Cristo muerto” y la “Bóveda de la Cámara de los Esposos”, en el Palacio ducal de Mantua).

            Venecia llegó también a ser una escuela de gran influencia en Europa, debido a la ubicación de la ciudad en un lugar de contacto entre Oriente y Occidente, y en un emplazamiento con una especial luminosidad. Aquí destacaron Antonello da Messina y la familia Bellini. Antonello da Messina introdujo en la pintura veneciana el óleo, el detallismo y la agradable luminosidad de la pintura flamenca, y la monumentalidad de la pintura italiana, destacando “San Jerónimo en su estudio” y el “Cristo muerto sostenido por un ángel”. Sin embargo, los mejores representantes de la pintura veneciana del periodo fueron los Bellini: Jacopo Bellini (en su obra perviven rasgos del gótico internacional), Gentile Bellini (destacó como retratista y paisajista, y se le atribuye ser el primero en utilizar la tela como soporte para el óleo, destacando de él el “Milagro en el puente de San Lorenzo”) y Giovanni Bellini (maestro de Giorgione y de Tiziano, realizó composiciones religiosas y destacó por su faceta de retratista, mostrando en sus retratos de manera fidedigna los rasgos físicos, empleando fondos neutros y destacando por el “Dux Loredan”).

13. EL ARTE DEL “CINQUECENTO” ITALIANO

13.1. La arquitectura del “Cinquecento” italiano

 

Introducción histórica-cultural:

            A comienzos del siglo XVI, el pensamiento humanista estaba en desarrollo, difundido a través de viajes y del uso de la imprenta de Gutenberg. En el ámbito de las ciencias, el estudio llevó a rectificar teorías erróneas, destacando: Copérnico, que desarrolló el heliocentrismo; Andrés Vesalio, que realizó estudios de anatomía; y Miguel Servet, que describió la circulación de la sangre. Una nueva visión del mundo llevó a los monarcas a sufragar viajes en busca de nuevas rutas, sobresaliendo el descubrimiento de América y destacando el desarrollo d la cartografía (Mercator llevó a cabo los primeros mapas modernos). En cuanto a las relaciones internacionales, el aumento de poder de las monarquías autoritarias dio lugar al nacimiento de la diplomacia. Aparecieron también nuevas teorías políticas, como las de Maquiavelo y Jean Bodin, preocupándose otros pensadores por los problemas sociales y las formas de gobierno (tal fue el caso de Tomás Moro).

            En cuestiones religiosas, aparecieron una serie de figuras que criticaron la teología cristiana y la acción de la Iglesia, siendo Erasmo de Rotterdam uno de los primeros. Surgió así la Reforma Protestante y movimientos heréticos como los de Martín Lutero, Juan Calvino, Ulrico Zuinglio o Enrique VIII. Frente a esto, se convocó el Concilio de Trento (1545-1563), para confirmar los dogmas católicos, surgiendo la Contrarreforma. La sociedad siguió siendo estamental, con la burguesía como élite. En Italia destacaron ciudades como Florencia (consiguió mantener su importancia política gracias a los Médicis) o Venecia (mantuvo su importancia gracias al comercio, a pesar de la toma de Constantinopla y del descubrimiento de América). Los Estados Pontificios, con capital en Roma, desempeñaron un papel fundamental, destacando el apoyo de Clemente VII a Francisco I de Francia, que causó el “Sacco di Roma” a manos de Carlos V.

Características generales de la arquitectura del “Cinquecento” italiano:

            Las ciudades italianas perdieron influencia artística (Venecia sostuvo su papel gracias a la pintura, y Roma gracias al poder de los papas). Durante las dos primeras décadas del siglo XVI se desarrolló el clasicismo en todas las disciplinas: arquitectura (hubo mayor monumentalidad y austeridad); escultura (se adaptaron los modelos clásicos); y pintura (evolucionó independientemente). En la tercera década, se produjo un regreso del humanismo y de la iconografía religiosa. Surgió entonces el manierismo, de fuerte carácter pesimista y que empleó modelos clásicos con un lenguaje anticlásico (por ejemplo, columnas clásicas de un tamaño descomunal).

            Las tipologías arquitectónicas del “Cinquecento” fueron: el templo (de dos tipos: planta centralizada cubierta con una cúpula, que simbolizaba la unión de la Tierra y el Cielo; y de planta de cruz latina, que simbolizaba la cruz de Cristo); el palacio urbano (con cuatro crujías abiertas con arquerías a un patio cuadrado); y la villa (heredera del mundo romano).

Principales artistas y obras más representativas:

            En los inicios del “Cinquecento”, destacó Donato Bramante, en cuya obra buscó la monumentalidad y evitar el exceso decorativo. La primera obra en la que se apreció esta búsqueda fue en el templete de San Pietro in Montorio, que poseía una planta circular, un cuerpo inferior rodeado de columnas toscanas y un cuerpo superior con una cúpula. Sin embargo, su principal obra fue el proyecto de San Pedro del Vaticano, encargado por Julio II. Esta iglesia sustituiría a la basílica paleocristiana y se planteó como un edificio de planta de cruz griega, con cuatro ábsides y un crucero cubierto por una gran cúpula. Así, la planta sería casi cuadrada y no habría fachada principal.

            El papa Julio II murió en 1514, y Bramante al año siguiente. El nuevo pontífice designó como arquitecto de las obras de San Pedro a Rafael Sanzio, que planteó convertir el proyecto en una iglesia basilical que no llegó a realizarse. Su sustituto fue Antonio de Sangallo el Joven, quien mantuvo la idea de la planta basilical, sin que esta se realizara.

            Por otra parte, tenemos a Miguel Ángel Buonarroti, cuya especial atracción por la escultura le llevó a dar prioridad en sus edificios al volumen, adelantando los rasgos manieristas con el uso del orden gigante. Su actividad comenzó en Florencia, donde construyó la colosal escalera de la Biblioteca Laurenciana (dispuesta en un espacio muy reducido) y diseñó la capilla funeraria de los Médicis, en la sacristía nueva de la Basílica de San Lorenzo. Por encargo del papa Paulo III se encargó de la remodelación de la plaza del Capitolio, donde buscó los efectos de sorpresa y perspectiva, instalando en el centro la estatua ecuestre de Marco Aurelio. De enorme importancia fue su intervención en San Pedro del Vaticano, pues recuperó el sistema centralizado de Bramante y cubrió el crucero con una cúpula con una cúpula que seguía los principios de Brunelleschi.

            En la realización de la iglesia del Gesù, destacaron Vignola y Giacomo della Porta. Vignola fue un arquitecto y tratadista inmerso ya en la estética manierista. Recibió de San Francisco de Borja el encargo de la iglesia madre de los jesuitas (iglesia del Gesù), en la que se buscó el sentido práctico y la adaptación de las ideas del Concilio de Trento. Vignola no pudo terminar la fachada, siendo esta encargada a Giacomo della Porta, que dispuso un cuerpo inferior a modo de arco de triunfo y uno superior más estrecho rematado por un frontón triangular. La diferencia de anchura de un cuerpo a otro la solucionó con un alerón a modo de voluta.

            En la arquitectura veneciana del “Cinquecento” destacó la mayor importancia de la decoración, resaltada por la riqueza y los colores del mármol. Sobresalió Andrea Palladio, arquitecto y tratadista formado en Roma, donde conoció la arquitectura clásica. Fue influido por Vitrubio y Alberti, así como por el clasicismo, destacando entre sus obras: la Basílica (en la que utilizó el arco serliano, consistente en un arco de medio punto flanqueado por dos vanos adintelados); el Teatro Olímpico; y la Villa Capra (también conocida como La Rotonda y que posee una planta de cruz griega).

13.2. La escultura del “Cinquecento” italiano

Introducción histórica-cultural:

            A comienzos del siglo XVI, el pensamiento humanista estaba en desarrollo, difundido a través de viajes y del uso de la imprenta de Gutenberg. En el ámbito de las ciencias, el estudio llevó a rectificar teorías erróneas, destacando: Copérnico, que desarrolló el heliocentrismo; Andrés Vesalio, que realizó estudios de anatomía; y Miguel Servet, que describió la circulación de la sangre. Una nueva visión del mundo llevó a los monarcas a sufragar viajes en busca de nuevas rutas, sobresaliendo el descubrimiento de América y destacando el desarrollo d la cartografía (Mercator llevó a cabo los primeros mapas modernos). En cuanto a las relaciones internacionales, el aumento de poder de las monarquías autoritarias dio lugar al nacimiento de la diplomacia. Aparecieron también nuevas teorías políticas, como las de Maquiavelo y Jean Bodin, preocupándose otros pensadores por los problemas sociales y las formas de gobierno (tal fue el caso de Tomás Moro).

            En cuestiones religiosas, aparecieron una serie de figuras que criticaron la teología cristiana y la acción de la Iglesia, siendo Erasmo de Rotterdam uno de los primeros. Surgió así la Reforma Protestante y movimientos heréticos como los de Martín Lutero, Juan Calvino, Ulrico Zuinglio o Enrique VIII. Frente a esto, se convocó el Concilio de Trento (1545-1563), para confirmar los dogmas católicos, surgiendo la Contrarreforma. La sociedad siguió siendo estamental, con la burguesía como élite. En Italia destacaron ciudades como Florencia (consiguió mantener su importancia política gracias a los Médicis) o Venecia (mantuvo su importancia gracias al comercio, a pesar de la toma de Constantinopla y del descubrimiento de América). Los Estados Pontificios, con capital en Roma, desempeñaron un papel fundamental, destacando el apoyo de Clemente VII a Francisco I de Francia, que causó el “Sacco di Roma” a manos de Carlos V.

Características generales de la escultura del “Cinquecento” italiano:

            Las ciudades italianas perdieron influencia artística (Venecia sostuvo su papel gracias a la pintura, y Roma gracias al poder de los papas). Durante las dos primeras décadas del siglo XVI se desarrolló el clasicismo en todas las disciplinas: arquitectura (hubo mayor monumentalidad y austeridad); escultura (se adaptaron los modelos clásicos); y pintura (evolucionó independientemente). En la tercera década, se produjo un regreso del humanismo y de la iconografía religiosa. Surgió entonces el manierismo, de fuerte carácter pesimista y que empleó modelos clásicos con un lenguaje anticlásico (por ejemplo, columnas clásicas de un tamaño descomunal).

            En la escultura del “Cinquecento”, el descubrimiento de obras clásicas (como el “Apolo de Belvedere” o el “Laocoonte” helenístico) influyó enormemente, buscándose así el clasicismo y la monumentalidad. Podemos destacar estas características:

·         El interés por mostrar la belleza del cuerpo humano, que llevó a dar gran importancia al desnudo.

·         El avance del manierismo llevó a la adquisición de una mayor fuerza expresiva por parte de la escultura, destacando la “figura serpentinata”, en la que se produce un retorcimiento helicoidal de la figura humana. el material más empleado fue el mármol, utilizándose también el bronce.

Principales artistas y obras más representativas:

            En la escultura del “Cinquecento” sobresalió Miguel Ángel Buonarroti, que encontró en la escultura su arte predilecta, pues en ella expresó toda su fuerza interior y su espíritu apasionado. Su etapa de juventud puede dividirse en estas fases: estancia en la corte florentina de Lorenzo de Médici (se formó con un discípulo de Donatello, apareciendo en sus primeras obras, como la “Virgen de la escalera”, el “relieve schiacciato”); traslado en 1494 a Bolonia (allí, los relieves de Della Quercia le hicieron mostrar más atención al desnudo, destacando su “Cristo en la cruz”); estancia en Roma entre 1495 y 1501 (en este periodo realizó la “Piedad del Vaticano”, obra en la que las figuras se enmarcan en una forma triangular y cuya principal novedad consiste en el modo de concebir el tema: María ya no mira con desolación el cielo, sino que mira hacia abajo, asumiendo la muerte de su hijo y siendo su rostro excesivamente juvenil, en alegoría a su pureza); y vuelta a Florencia en 1501 (allí esculpió el “David”, figura de cuatro metros de altura, en la que Miguel Ángel superó el clasicismo, sumándole una enorme expresividad que, unida a la precisa representación anatómica, representa la gran tensión de David antes de su combate con Goliat).

            Posteriormente, llegó lo que podemos definir como la etapa de madurez de Miguel Ángel, iniciada con su regreso a Roma en 1505 y en la que sobresalieron estas fases: permanencia en Roma hasta 1513 (allí trabajó el monumental “Sepulcro de Julio II”, en el que, finalmente, sólo tres figuras fueron de Miguel Ángel: el “Moisés”, en el que sobresale la gran fuerza expresiva manifestada en la tensión y mirada fulminante, ya anunciadas en el “David”, y conocidas como la “terribilità” miguelangelesca; y los “Esclavos”, en los que dio muestra de su dominio del desnudo y de la fuerza interior); última estancia en Florencia entre 1513 y 1534 (en esta etapa realizó los “Sepulcros de Giuliano y Lorenzo de Médici”, representados uno frente a otro y en los que Giuliano aparece flanqueado por el “Día” y la “Noche”, y Lorenzo por el “Crepúsculo” y la “Aurora”, pero sobresaliendo en ambos la tensión, el retorcimiento, la imperfección anatómica y el sentido anticlásico); y regreso en 1534 a Roma (en estos últimos años se agudizó la tensión y el cambio estilístico, lo cual fue propiciado por una profunda crisis espiritual que le llevó a centrar su atención en los temas religiosos, destacando la “Piedad Rondanini”, en la que destaca el retorcimiento y se anticipa el expresionismo del siglo XX).

            Por otro lado, hablaremos de la escultura manierista, cuyos autores se vieron muy influenciados por las obras de Miguel Ángel. Tal fue el caso de Benvenuto Cellini, de quien  destaca su “Perseo con la cabeza de Medusa”. Sin embargo, especialmente significativo fue Giambologna, quien empleó diversos materiales: el bronce para su “Mercurio”, y el mármol para el “Rapto de las sabinas”, con figuras contrapuestas y gran fuerza interior.

13.3. La pintura del “Cinquecento” italiano

Introducción histórica-cultural:

            A comienzos del siglo XVI, el pensamiento humanista estaba en desarrollo, difundido a través de viajes y del uso de la imprenta de Gutenberg. En el ámbito de las ciencias, el estudio llevó a rectificar teorías erróneas, destacando: Copérnico, que desarrolló el heliocentrismo; Andrés Vesalio, que realizó estudios de anatomía; y Miguel Servet, que describió la circulación de la sangre. Una nueva visión del mundo llevó a los monarcas a sufragar viajes en busca de nuevas rutas, sobresaliendo el descubrimiento de América y destacando el desarrollo d la cartografía (Mercator llevó a cabo los primeros mapas modernos). En cuanto a las relaciones internacionales, el aumento de poder de las monarquías autoritarias dio lugar al nacimiento de la diplomacia. Aparecieron también nuevas teorías políticas, como las de Maquiavelo y Jean Bodin, preocupándose otros pensadores por los problemas sociales y las formas de gobierno (tal fue el caso de Tomás Moro).

            En cuestiones religiosas, aparecieron una serie de figuras que criticaron la teología cristiana y la acción de la Iglesia, siendo Erasmo de Rotterdam uno de los primeros. Surgió así la Reforma Protestante y movimientos heréticos como los de Martín Lutero, Juan Calvino, Ulrico Zuinglio o Enrique VIII. Frente a esto, se convocó el Concilio de Trento (1545-1563), para confirmar los dogmas católicos, surgiendo la Contrarreforma. La sociedad siguió siendo estamental, con la burguesía como élite. En Italia destacaron ciudades como Florencia (consiguió mantener su importancia política gracias a los Médicis) o Venecia (mantuvo su importancia gracias al comercio, a pesar de la toma de Constantinopla y del descubrimiento de América). Los Estados Pontificios, con capital en Roma, desempeñaron un papel fundamental, destacando el apoyo de Clemente VII a Francisco I de Francia, que causó el “Sacco di Roma” a manos de Carlos V.

Características generales de la pintura del “Cinquecento” italiano:

            Las ciudades italianas perdieron influencia artística (Venecia sostuvo su papel gracias a la pintura, y Roma gracias al poder de los papas). Durante las dos primeras décadas del siglo XVI se desarrolló el clasicismo en todas las disciplinas: arquitectura (hubo mayor monumentalidad y austeridad); escultura (se adaptaron los modelos clásicos); y pintura (evolucionó independientemente). En la tercera década, se produjo un regreso del humanismo y de la iconografía religiosa. Surgió entonces el manierismo, de fuerte carácter pesimista y que empleó modelos clásicos con un lenguaje anticlásico (por ejemplo, columnas clásicas de un tamaño descomunal).

            En la pintura del “Cinquecento” se apreció la siguiente evolución:

·         En un comienzo destacó el gusto por clasicista, buscándose el desnudo y la belleza ideal.

·         A lo largo de la centuria, se dio más importancia a la monumentalidad de las figuras, prescindiéndose de lo accesorio.

·         A partir de la tercera década, se buscó mayor movimiento y fuerza expresiva, hasta que triunfó el manierismo en la segunda mitad del siglo. Los rasgos de esta corriente fueron: la deformación de las figuras (“figura serpentinata”); el uso de una luz irreal; la introducción de elementos anecdóticos; y el refinamiento, limitándose este movimiento a la sociedad culta.

            Destacada fue la introducción de la perspectiva aérea, con la que se simula el efecto atmosférico que la luz ejerce sobre los objetos, representándose los más alejados de forma menos nítida que los más cercanos.

Principales artistas y obras más representativas:

            En una primera etapa, podemos destacar a Leonardo da Vinci, Rafael Sanzio y Miguel Ángel Buonarroti. Leonardo fue el prototipo de hombre renacentista, cuya principal aportación a la pintura el “sfumato”, por el que se difuminaban los contornos. Se formó en Florencia y se trasladó a Milán, donde pintó la “Virgen de las Rocas” y “La última cena”, en la que destaca el estudio psicológico de los apóstoles. En 1499 regresó a Florencia, donde comenzó la pintura de “Santa Ana, la Virgen, el Niño y San Juan”, y donde pintó “La Gioconda”, obra dotada de un halo misterioso. Por otra parte, Rafael, pintor que mejor representó el clasicismo, consiguiendo la asimilación del mundo pagano y cristiano, se formó con Perugino (en “Los desposorios de la Virgen” se aprecia la gran influencia) y, en Florencia, con influencias de Leonardo, realizó sus Madonas y sus Sagradas Familias. En 1508, se trasladó a Roma, donde, influido por Miguel Ángel, dio a sus figuras una mayor monumentalidad y fuerza expresiva. En esta etapa, realizó frescos en diversas estancias vaticanas: la estancia de la Signatura (allí realizó “La escuela de Atenas”, cuyos personajes son filósofos del mundo antiguo reunidos en un escenario monumental) y la estancia de Constantino (allí realizó la “Batalla de Constantino contra Majencio”). Finalmente, destacó Miguel Ángel, en cuyas obras la búsqueda del volumen en los cuerpos le llevó a dar mayor importancia al dibujo. Julio II encargó al artista la decoración pictórica de la Capilla Sixtina, para lo cual Miguel Ángel realizó una trama arquitectónica ficticia (trampantojo) para distribuir diversos temas del Génesis, destacando la pintura de la “Creación de Adán”. Años más tarde, Clemente VII le encargó la pintura del “Juicio Final” (1533-1541) en la misma capilla. En esta obra sobresale el gran dramatismo, logrado a través de la tensión de los cuerpos y de los constantes movimientos ascendentes y descendentes. Tras estos pintores, surgió el término manierismo, con el que se designa un momento de cambio y tensión espiritual. Los pintores más destacados fueron Jacobo Pontormo (con el “Entierro de Cristo”) e Il Parmigianino (con la “Madonna del cuello largo”), en cuyas obras destacaron las figuras alargadas.

            Por otro lado, hablaremos de la pintura veneciana del siglo XVI, caracterizada por: la plasmación de un mundo alegre en escenarios lujosos; la representación de una atmósfera luminosa y llena de color; la utilización de la pincelada suelta y el “sfumato”; y la introducción de un desnudo femenino delicado. Entre los pintores destacaron: Giorgione, Tiziano Vecellio, Veronés y Tintoretto. Giorgione empleó el “sfumato” y dio gran importancia a la luz y al color. Introdujo la temática de la diosa Venus recostada desnuda (destaca la “Venus dormida”), pintó figuras denudas mezcladas con otras vestidas (como en el “Concierto campestre”) e innovó el paisaje poético veneciano (con “La tempestad”). Tiziano, por su parte, pronto abandonó la pincelada detallista por una totalmente suelta, pudiéndose agrupar su gran producción en tres géneros: obras religiosas (destacan la “Virgen de Pésaro” y la “Coronación de espinas”), retratos (destaca el retrato de “Carlos V en la batalla de Mühlberg”) y obras mitológicas (destacan los desnudos femeninos, como “Dánae recibiendo la lluvia de oro” o “Venus y Adonis”). La obra de Veronés se caracterizó por: la plasmación del lujo y el esplendor, el uso de amplios escenarios con arquitecturas y paisajes naturales, los temas religiosos rodeados de múltiples personajes, y el rico colorido. Entre sus obras destacan “Las bodas de Caná” y “Venus y Adonis”. Finalmente, Tintoretto combinó el gusto por la luz y el color con rasgos manieristas (como la expresividad, el volumen o las posturas forzadas). Más adelante, profundizó en el manierismo, utilizando fuertes contrastes y composiciones diagonales con perspectivas y escorzos artificiales. Entre sus obras destaca la decoración de los muros y techos de la “Scuola di San Rocco”, en Venecia, y lienzos, como el “Lavatorio”.

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