lunes, 1 de julio de 2013

HISTORIA DE ESPAÑA. BLOQUE II. PARTE IV


14. LA DICTADURA FRANQUISTA

14.1. La creación del Estado franquista: Fundamentos ideológicos y apoyos sociales. Evolución política y coyuntura exterior. Del aislamiento al reconocimiento internacional. El exilio.

            Introducción: Conocemos por Estado franquista al periodo de tiempo que transcurrió de 1939 a 1975 en España, bajo la regencia vitalicia y dictadura unipersonal de Francisco Franco. Este, fue ante todo un militar que quiso imponer orden en la sociedad, que contemplaba la historia española como un enfrentamiento entre la España tradicional y la anti-España (liberales), y que estimó que todos los problemas de España tenían dos causas: la conspiración de comunistas y masones, y la llamada Leyenda Negra.

            Sistema político: Al comenzar la Guerra Civil, surgiendo diferentes tendencias entre los que apoyaron el alzamiento, conocidas como las “familias” del Régimen, entre las que Franco procuró mantener un equilibrio de poder y que fueron: militares, falangistas, católicos, monárquicos y tecnócratas. Los militares fueron la pieza clave del Régimen de Franco, pues estos no sólo debían guardarle lealtad política, sino también militar. Por otra parte, Falange (cuyo principal objetivo fue construir un Estado totalitario y reformar la economía y la sociedad) fue unificada con los carlistas, creándose el llamado Movimiento Nacional. Respecto a la Iglesia, Franco estimó que era un apoyo sólido, pues: había muchos católicos, la identificación del Régimen con principios católicos era más aceptable, y la Santa Sede fue la primera nación en reconocer el nuevo Estado franquista. La Iglesia también quiso intervenir en política a través de la ACNP, asociación fundada por el Padre Ayala y Herrera Oria. Del mismo modo, Franco trató de hacerse con el apoyo de los monárquicos, divididos en: carlistas y partidarios de Don Juan. En relación a los tecnócratas, estos fueron funcionarios de carrera, muchos del Opus Dei, caracterizados por no tener un proyecto político específico, pero siendo acusados por Falange de tenerlo, lo cual provocó enfrentamientos entre ambas agrupaciones que propiciaron la intervención del propio San Josemaría en 1967.

            El constitucionalismo franquista fue el conjunto de leyes orgánicas que configuraron el sistema político del Régimen, definible como una “democracia orgánica” y una “monarquía tradicional, católica social y representativa”. Entre dichas leyes destacaron: ley de la Administración Central del Estado, de 1938 (se otorga al jefe del Estado el poder ejecutivo y legislativo); Fuero del Trabajo, de 1938 (exaltaba el valor del trabajo, sentaba los principios de la política social y definía el papel de los nuevos “sindicatos verticales”); ley constitutiva de las Cortes, de 1942 (establecía unas Cortes controladas por el régimen); Fuero de los Españoles, de julio de 1945 (definía los derechos y deberes de los españoles); ley de Referéndum, de octubre de 1945 (establecía la posibilidad de someter a referéndum los proyectos de ley de especial trascendencia, aplicándose sólo en dos ocasiones); ley de Sucesión a la Jefatura del Estado, de 1947 (se definió a España como reino); ley de Principios del Movimiento Nacional, de 1958 (reafirmaba los principios en los que se basaba el régimen); y ley orgánica del Estado, de 1967 (reafirmaba los fundamentos autoritarios del régimen). Respecto a los principios políticos, fueron fundamentalmente dos: principio de unidad de poder (se estableció a través de la ley de la Administración Central del Estado y de la ley constitutiva de las Cortes, afirmando que todo el poder recaía en el jefe de Estado: Franco); y principio de unidad nacional (se estableció mediante la ley de Sucesión a la Jefatura de Estado de 1947, en la que se reforzaba la condición del Estado como monarquía autoritaria, tratando de acabar con los nacionalismos).

            En el Régimen franquista se establecieron las siguientes instituciones: las Cortes (se establecieron para satisfacer el principio de representatividad, siendo sus miembros elegidos por las instituciones y por Franco, y estableciéndose también la libertad de expresión de las propias ideas mientras estas no atacasen a los principios del régimen); el Consejo Nacional del Movimiento (segunda cámara encargada de que las leyes fueran acordes a los principios del Movimiento); y el Consejo del Reino (en los años 60 toma la función de elegir una terna de tres candidatos entre los que Franco debía escoger al presidente del Consejo de Ministros). Junto a estas instituciones, aparecieron otras organizaciones, como son: la FET y de las JONS (cogía todas las facciones falangistas, carlistas y del Movimiento Nacional, estando orientada hacia los hombres y creándose una sección femenina); Organización Juvenil Española (llamada OJE, se encargaba de formar a la juventud en los valores del nuevo Estado); y Organización Sindical (sindicato único en el que se integraba a empresarios y trabajadores, apareciendo un sindicalismo vertical).

            Evolución (1939-1957): Respecto a la evolución política, diremos que la primera etapa del franquismo se conoce como época azul (1939-1941), pues en ella Franco dio mayor peso en el gobierno a Falange, como propaganda de cara a la Alemania nazi y a la Italia de Mussolini. Una de las primeras cuestiones que tuvo que abordar Franco fue la entrada en la Segunda Guerra Mundial, reuniéndose en Hendaya con Hitler, el cual no aceptó las exigencias de Franco, no pudiendo ejecutarse la Operación Félix. El cambio de orientación en la guerra y los enfrentamientos entre el general monárquico Varela y el falangista Serrano Suñer, hicieron que, a partir de 1942, Franco concediera mayor apoyo a los católicos. La nueva figura clave del gobierno fue Martín Artajo (ministro de Relaciones Exteriores), cuya principal labor desde 1945 consistió en el acercamiento a las potencias vencedoras de la Guerra Mundial. Sin embargo, las muestras de alejamiento del totalitarismo que se dieron no sirvieron, debido a una serie de leyes publicadas entre 1939 y 1945: ley de Responsabilidades Políticas (violó el principio de no retroactividad); ley de Represión de la Masonería y el Comunismo; y el Código de Justicia Militar (establece que cualquier acción contraria al régimen debía ser juzgada por un tribunal militar). Así, el hecho de que el franquismo apoyara a la Alemania nazi y las 28.000 personas que fueron ejecutadas a causa de las leyes antes descritas, propició la poca credibilidad en el extranjero de las muestras liberalizadoras que se dieron. De esta manera, España no fue aceptada en las Naciones Unidas, donde en 1946 se adoptó una resolución según la cual se aconsejaba a los países miembros la retirada de sus embajadas de España, estableciéndose un aislamiento del país. Las relaciones económicas con el exterior se deterioraron, siendo el régimen argentino de Perón el único que dio apoyo económico a Franco. Sin embargo, en 1947, con el comienzo de la Guerra Fría, Estados Unidos empezó a ver a España como un posible aliado, firmándose unos acuerdos bilaterales entre ambos países que llevaron al ingreso de España en la ONU en 1950. Martín Artajo siguió dando pasos para integrar a España en el bloque occidental, destacando dos acontecimientos en 1953: la firma de un Acuerdo de Base con Estados Unidos para ceder espacio en las bases militares españolas a cambio de ayuda económica (siendo esta ayuda menor a la del Plan Marshall y teniendo que darse permiso a Estados Unidos para instalar misiles nucleares); y la firma de un Concordato con la Santa Sede (se establece la confesionalidad católica).

            Oposición al régimen: Paralelamente a la evolución descrita, se dio una oposición al régimen, que creció en 1944, cuando aumentó el número de guerrilleros que formaban el Maquis, grupo apoyado por el Partido Comunista que fue aniquilado. Surgió también una oposición por conflictos laborales: en 1945, se detuvieron tres comités del PSOE; y, en 1947, se reprimieron seis huelgas en las Provincias Vascas y Cataluña. Tras esto, una serie de monárquicos consideraron que debía restaurarse la monarquía en la persona de Don Juan, que defendió esta postura en el Manifiesto de Lausana. En el exilio, los republicanos estuvieron divididos: Prieto y sus seguidores (consideraban que se debía colaborar con los monárquicos), y Negrín y los comunistas. Prieto se reunió con Gil-Robles (representante de Don Juan) y con Ernest Bevin (ministro de Exteriores inglés), para tratar de formar un ejército que derrocara a Franco. Sin embargo, Prieto observó que Don Juan estaba estableciendo contactos con Franco, rompiéndose su colaboración con los monárquicos. A finales de los años 40, el Partido Comunista cambió de estrategia y optó por el “entrismo”, tratando de introducirse en los sindicatos franquistas. Así, a principios de los años 50, ya no queda oposición política alguna, cambiando esto cuando se produjo un giro hacia el capitalismo y se liberalizó la educación, permitiéndose que los estudiantes celebraran un congreso nacional que terminó convirtiéndose en una protesta. Franco, para acabar con el problema, destituyó a Ruíz Jiménez (ministro de Educación) y a Fernández Cuesta. Así, aparecieron nuevos grupos de oposición, como los hijos de la burguesía o los curas obreros, aunque todavía no tendrían fuerza gracias a la apatía de los españoles y a las mejoras económicas.

            Conclusión: Así, durante este periodo, España evolucionó de un aislamiento internacional hacia una integración en el bloque occidental, y hacia cierta liberalización del régimen y consolidación de los principios católicos. Además, se logró llegar a un acuerdo sobre la continuidad de las instituciones monárquicas.

14.2. La consolidación del régimen franquista. Las transformaciones económicas: de la autarquía al desarrollismo. Los cambios sociales.

            Introducción: En el periodo comprendido entre 1939 y 1957, España evolucionó de un aislamiento internacional hacia una integración en el bloque occidental, y hacia cierta liberalización del régimen y consolidación de los principios católicos. Además, se logró llegar a un acuerdo sobre la continuidad de las instituciones monárquicas.

            Cambio de gobierno: En 1957 comenzó una etapa conocida como neoconservadurismo, en la que Franco realizó un cambio en la composición del gobierno con la inserción de los tecnócratas (funcionarios de carrera, muchos del Opus Dei, caracterizados por no tener un proyecto político específico, pero que fueron acusados por Falange de tenerlo), que fueron responsables de la nueva política económica y entre los que sobresalieron: Navarro Rubio (en Hacienda), Ullastres y López Bravo (en Comercio) y López Rodó (en Planificación económica).

            Consolidación jurídica: Una de las tareas de este nuevo gobierno fue la de consolidar jurídicamente el régimen con la aprobación de dos nuevas leyes fundamentales: ley de Principios del Movimiento Nacional, de 1958 (reafirmaba los principios en los que se basaba el régimen); y ley orgánica del Estado, de 1967 (reafirmaba los fundamentos autoritarios del régimen). Tras la aprobación de esta última, el régimen procedió a la sistematización de sus leyes. Así, en abril de 1967, la mayoría de las leyes fueron refundidas, evitándose el término “constitución” para eludir la tradición liberal.

            Problemas: Durante este período, destacaron dos problemas a los que el régimen tuvo que hacer frente. En primer lugar, en los años 60, se diagnosticó a Franco la enfermedad del Parkinson, lo que sacó a la luz la cuestión sucesoria, a la que se dio una respuesta con la introducción en 1962 de la figura del vicepresidente. El primero fue el general falangista Muñoz Grandes, que fue sustituido en 1969 por el conservador Carrero Blanco. Además, en 1969 se designó a Don Juan Carlos de Borbón como sucesor con el título de rey. En segundo lugar, se dio una disputa entre reformistas e inmovilistas. En el grupo de los reformistas destacaron Castiella (ministro de Relaciones Exteriores) y Manuel Fraga (ministro de Información y Turismo). El primero persiguió tres objetivos: la asociación a la CEE (presentó la solicitud en 1962, pero fracasó por no poder asumir los requisitos económicos y políticos necesarios); la reforma de los acuerdos de base con Estados Unidos (intentó presionar a este país, pero fue disuadido por Franco y Carrero Blanco); y la recuperación de Gibraltar (a pesar de la resolución tomada por la ONU respecto a las colonias, se fracasó en este propósito ante la postura inflexible de Gran Bretaña). En cuanto a Fraga, este publicó una ley de prensa en 1967 que suavizaba la censura.

            Cambios económicos: En cuestiones económicas, hasta 1957, España mantuvo una autarquía. Sin embargo, los tecnócratas llevaron a cabo una serie de cambios económicos que propiciaron el llamado “milagro español”, consistente en el paso a un régimen capitalista. Las consecuencias de este cambio fueron: el aumento de la producción y el nivel de vida; el descenso del paro (muchos trabajadores marcharon a países como Francia o Alemania, trayendo divisas a España); el equilibrio de la balanza de pagos (gracias al turismo); el crecimiento de las ciudades (propiciado por la emigración del campo a la ciudad, donde el ritmo de vida cada vez es más dinámico); y la adquisición por parte de la sociedad de hábitos de consumo propios de una economía de bienestar (se extiende el uso de automóviles, electrodoméstico...).

            Conflicto gubernamental: Sin embargo, a pesar de todos estos progresos económicos, los empresarios consideran que los sindicatos verticales no funcionan, estimando que es necesaria una nueva organización sindical con la que se aumente la productividad y se racionalice más el trabajo. Como respuesta a esto, Solís, ministro del Movimiento, llevó a cabo una serie de reformas: concedió el derecho de huelga laboral, y separó a los sindicatos de empresarios y obreros. Para efectuar esto último, se estableció que los miembros de los sindicatos y la patronal fueran elegidos a través de la votación de trabajadores y empresarios, respectivamente. Pero estas votaciones debían realizarse a partir de una lista vetada por el gobierno con mayoría de falangistas, lo cual fue criticado en 1967 y 1969 por dos periódicos: El Alcázar y el Diario de Madrid, ambos del Opus Dei. Así, Solís acusó a los tecnócratas de formar un grupo de presión política, lo que supuso una disputa periodística entre los diarios antes mencionados y el periódico Pueblo (gobernado por Falange), que repercutió en el gobierno. Finalmente, el conflicto se solucionó cuando Franco destituyó a Solís y a López Rodó, lo que, unido a la aparición del escándalo Matesa en 1969 (en el que estaban implicados algunos tecnócratas), fomentó la necesidad de hacer un nuevo cambio en el gobierno.

            Cambios sociales: Por otra parte, diremos que el progreso económico supuso también una transformación de la sociedad y de la cultura. Al crecer las ciudades, el sector primario sufrió bajas a favor del terciario. Además, la educación se convirtió en un aspecto importante en la política del Estado, con lo que se estableció la Ley General de Educación Básica (EGB), según la cual se daba educación básica, obligatoria y gratuita hasta los 14 años. Esto supuso un aumento en el número de estudiantes que lograron terminar el Bachillerato y, por tanto, un incremento de la demanda en las universidades, teniendo estas que aumentar su oferta. Así, se dio un aumento cuantitativo del nivel educativo, especialmente acusado en el caso de las mujeres, las cuales poco a poco fueron incorporándose en el trabajo fuera de casa, lo que constituye una de las mayores revoluciones surgidas en el siglo XX.

            Oposición: No obstante, a pesar de los notables avances socio-económicos, la oposición creció. En la segunda mitad de los años 60, se produjo la Revolución Hippie y los acontecimientos de Mayo del 68 en la Sorbona de París (también la Primavera de Praga de 1968, aunque esta fue por motivos bien distintos). Así, una serie de movimientos por todo Occidente mostraron el cuestionamiento por parte de la juventud de los valores tradicionales de la sociedad de consumo. De este modo, en España, gran parte de los jóvenes ya no sólo participaban de la oposición universitaria contra el régimen, sino que formaban parte de esta revolución cultural. Hay una reacción contra la moral tradicional y contra el concepto tradicional de familia. Las universidades se convirtieron en “laboratorios” culturales, en los que se practicaban nuevas formas de relación y de ética. Además, a esta oposición universitaria se unió una creciente oposición de clérigos nacionalistas y de aquellos que formaban parte de Misión Obrera, todos ellos colectivos que absorbieron ideas de la teología de la liberación, apoyando huelgas y movimientos sociales. Por tanto, el régimen ya no sólo tenía que reprimir a guerrilleros comunistas, sino también a clérigos, burgueses y estudiantes, constituyendo esta la oposición intelectual al régimen.

            Conclusión: En conclusión, podemos decir que esta etapa supuso una transición de la autarquía al modelo capitalista. Las nuevas medidas socio-económicas aumentaron el bienestar en España e introdujeron al país en la llamada sociedad de consumo. Además, se dio también una leve apertura del régimen, que, unida al crecimiento del sistema universitario, dio pie a un nuevo despertar intelectual en España.

14.3. Elementos de cambio en la etapa final del franquismo. La oposición al régimen. Evolución de las mentalidades. La cultura.

            Introducción: La etapa comprendida entre 1957 y 1969, supuso una transición de la autarquía al modelo capitalista. Las nuevas medidas socio-económicas aumentaron el bienestar en España e introdujeron al país en la llamada sociedad de consumo. Además, se dio también una leve apertura del régimen, que, unida al crecimiento del sistema universitario, dio pie a un nuevo despertar intelectual en España.

            Cuestión sucesoria: Después de enfrentar a los partidarios de la restauración monárquica (tecnócratas y Carrero Blanco) y a los partidarios de otro regente militar (falangistas y Muñoz Grandes), la disputa surgida alrededor de la cuestión sucesoria se solucionó en 1969 con la designación de Don Juan Carlos como sucesor y con un cambio en la vicepresidencia: Carrero Blanco sustituyó a Muñoz Grandes. Sin embargo, los problemas continuaron. En primer lugar, el enfrentamiento entre reformistas (como Castiella y Fraga) e inmovilistas pervivió. En segundo lugar, en 1973, Carrero Blanco, ante la avanzada situación del Parkinson de Franco, fue nombrado presidente. Sin embargo, meses después, fue asesinado por ETA con una bomba. Tras este incidente, Franco designó a Arias Navarro (que ocupó la presidencia hasta un año después de la muerte del dictador). En tercer lugar, durante este periodo se dio una crisis económica mundial conocida como crisis del petróleo o conflicto árabe-israelí, que aumentó la oposición al régimen. Por último, decir que, en 1974, cayó la dictadura de Oliveira Salazar en Portugal y de Dimitrios Ioannidis en Grecia. Especial relevancia tuvo para España el hecho de que la Revolución de los Claveles, que derrocó la dictadura portuguesa, fue llevada a cabo por militares, pues estos sirvieron de ejemplo a militares españoles, que formaron la Unión Militar Democrática (UMD), que jugó un papel importante durante la transición.

            Gobierno de Arias Navarro: Durante su gobierno, Arias Navarro, que no había llevado a cabo ninguna reforma política, fue acusado por los inmovilistas de ser blando con la oposición. Así, Franco le sugirió que destituyera a Pío Cavanilles, con lo que sólo se consiguió que, por vez primera, un ministro (Antonio Barrera) dimitiera sin ser destituido. De esta forma, algunos miembros del gobierno empezaron a estar en desacuerdo con el propio régimen. Además, como continúan las críticas a Arias Navarro, en septiembre de 1975, se proyectó la ejecución de cinco terroristas de ETA. Esto desató manifestaciones en toda Europa, huelgas en el País Vasco, e incluso un mensaje de Pablo VI desde El Vaticano en el que se condenaba esta acción. Los partidarios de Franco respondieron con manifestaciones en la Plaza de Oriente, que fueron suspendidas cuando intervino el Papa. Esto constató la debilidad del gobierno, incrementándose la oposición con protestas que se unieron a las acontecidas durante estos últimos años de dictadura, entre las que destacaron: la creación de una Asamblea de Cataluña en 1972; la creación de la Junta Democrática, con apoyo del Partido Comunista (dirigido ya por Carrillo), en 1974; y la formación de una Plataforma de Convergencia Democrática (formada por grupos de izquierda entre los que destacaron el PSOE), en 1975. Respecto al PSOE, diremos que había sido reformado hacía unos años, y su postura ideológica era ya lejana a la ideología marxista y se decantaba por una defensa del Estado de bienestar. Estaba dirigido por Felipe González, que fue el principal autor del cambio en el partido.

            En relación a la oposición, podemos identificar diversos grupos: oposición obrera, universitaria, católica y nacionalista. Respecto a la oposición obrera, a las ya tradicionales huelgas, se unió la aparición de redes sindicales clandestinas, como CCOO, formada por comunistas y católicos, y que se convirtió en la organización sindical más fuerte del momento, por encima de la UGT y el PSOE. La oposición universitaria había surgido ya en los años 60, y había llevado al gobierno a proclamar el Estado de excepción. En relación a la oposición católica, diremos que los católicos, a raíz de Concilio Vaticano II, poco a poco van desvinculando a la Iglesia del régimen. El Concordato de 1953, aunque causaba problemas al Estado, pudo mantenerse hasta la democratización del sistema, la cual fue pedida por muchos católicos a través de dos asociaciones: HOAC y JOE, las cuales aglutinaban obreros católicos. Respecto a la oposición nacionalista, diremos que ya en los años 60 se había promovido la identidad catalana y vasca. Sin embargo, en 1968, un giro marxista en el PNV culminó con la creación de ETA, grupo terrorista que asesinó por vez primera ese mismo año.

            Cambios sociales: Durante el franquismo, las costumbres y mentalidades se fueron transformando en España, pero la falta de libertad provocó que estos cambios, a diferencia de otros países europeos, tuvieran un ritmo más lento. Entre estos cambios, destacaron: el crecimiento de las ciudades (propiciado por el aumento de la población y el éxodo rural); la mayor importancia del sector industrial y de servicios en detrimento del sector primario (destacó el impulso que se dio al turismo en los años 60); y la consolidación de nuevas clases medias (esto tuvo dos consecuencias: se suavizaron las diferencias sociales, y aumentó el nivel educativo, destacando la incorporación de la mujer al trabajo fuera de casa, con el cambio de rol para ella que esto supuso).

            Demográficamente, se dio un descenso de la natalidad, creciendo la población gracias a la emigración hacia zonas de dinamismo económico (como Madrid o Barcelona). Respecto a la emigración al exterior, esta, en lugar de ser hacia América, comenzó a ser hacia Europa (principalmente hacia Francia y Alemania). La política social de Franco estuvo influida por la difusión de la cultura del Estado de bienestar, creándose de este modo los seguros sociales y la Seguridad Social. También se produjo una transformación del sistema educativo, basada en dos pilares: la mayor preparación del profesorado y el fuerte control ideológico, promoviéndose valores católicos tradicionales. Esto provocó que, en 1970, se aprobase la Ley General de Educación Básica (EGB), que establecía una educación universal y gratuita para los menores de 14 años, suponiendo un aumento del nivel de escolarización. Además, en los años 70 se produjo un crecimiento del sistema universitario: tanto de las carreras ofertadas como de la demanda de plazas. Así, al superar la demanda a la oferta, fue necesario diseñar un sistema de acceso a la universidad selectivo: la Selectividad.

            Por otra parte, la nueva sociedad española, más urbana y próspera, adoptó una nueva perspectiva del ocio, que pasó a convertirse en uno de los elementos principales de la vida de las personas (destacaron: las corridas de toros, convertidas en fiesta nacional; el deporte, sobresaliendo el fútbol; el cine; o la radio, que fue paulatinamente sustituida por la televisión). La censura tanto en cine como en literatura provocó una limitación de la creatividad, pero también contribuyó a agudizarla, pues fue necesario crear nuevas formas de decir las cosas de forma y manera que se pudiese superar dicha censura. En la literatura en el interior de España destacaron Camilo José Cela y Miguel Delibes, y en el exilio sobresalió Max Aub.

            Conclusión: Finalmente, el 20 de noviembre de 1975, Franco falleció, habiendo gobernado durante 35 años en España gracias a la distraída pasividad de las grandes masas, pues, a pesar de que la oposición fue creciente, no dejó de representar a un pequeño sector. Sin embargo, fue esta misma pasividad la que posibilitó una transición pacífica a la democracia.

            El franquismo había pretendido aumentar el prestigio de la imagen de España tanto hacia el interior como hacia el exterior. Fue el responsable de un desarrollo económico que colocó al país entre las primeras potencias mundiales, y de extender la cultura del Estado de bienestar y de sociedad de consumo en España. Sin embargo, dejó un país que tenía como asignatura pendiente el ingreso en determinados foros internacionales, especialmente la CEE, para lo cual tenía que democratizarse.

15. LA ESPAÑA ACTUAL

15.1. La transición a la democracia. La Constitución de 1978. Principios constitucionales y desarrollo institucional. El estado de las autonomías y su evolución.

            Introducción: En La historia de España se entiende por Transición a la democracia el cambio gradual y pacífico desde la dictadura a la democracia que se desarrolló en España desde la muerte del general Franco en noviembre de 1975 hasta el triunfo del PSOE en las elecciones de 1982. Este fue un proceso impulsado por el rey de España y Adolfo Suarez, y que resultó exitoso gracias al apoyo y colaboración de la mayoría del pueblo español, los partidos políticos, las organizaciones sociales y los sindicatos. Así, aunque la mayoría de los españoles de entonces estaba satisfecha con los logros económicos de los últimos años, muchos veían en el cambio hacia el modelo europeo un ejemplo de modernidad, idea que quedó reafirmada con el fin de las dictaduras en Gracia (1973) y Portugal (1974). Cuatro eran, por tanto, los rasgos que caracterizaban a la Europa occidental del momento y hacia los que avanzaba España: la estabilidad democrática, la prosperidad económica, el Estado de bienestar y la integración europea.

            Adolfo Suárez: En 22 de noviembre de 1975, don Juan Carlos de Borbón asumió la jefatura del Estado con el título de rey y de acuerdo a la aplicación de las leyes franquistas, pero con la intención de restablecer la democracia. En un primer momento, confirmó en la Presidencia a Arias Navarro, que fue destituido por su incapacidad para afrontar los conflictos sucedidos en 1976 (una oleada de huelgas por motivos laborales y políticos, destacando Cataluña y el País Vasco). Su sucesor fue Adolfo Suárez, quien llevó a cabo el proceso de transición desde la legalidad franquista, contando con un equipo de ministros jóvenes y con el respaldo como vicepresidente y ministro de defensa del general Manuel Gutiérrez Mellado, que se esforzó por controlar el descontento de los mandos militares hostiles a la reforma. La primera medida que llevó a cabo fue la Ley para la Reforma Política, aprobada en referéndum el 15 de diciembre de 1976. La oposición aceptó la vía de la reforma para lograr la democratización del país y, en contrapartida, por parte del Gobierno se dieron estos hechos: Ley de Amnistía, desmantelamiento del Movimiento Nacional y legalización de los partidos políticos, incluido el PCE (que defendía el llamado eurocomunismo, aceptando las libertades democráticas). Estos gestos no estuvieron exentos de problemas, especialmente los presentados por algunos liberales.

            Una vez que todos los partidos fueron legalizados, en junio de 1977 se convocaron las primeras elecciones democráticas. El vencedor fue la UCD (con un 34%), seguida por el PSOE (con un 28%), y siendo menor el respaldo electoral al PCE y al partido de Manuel Fraga, la AP. Los nacionalistas catalanes de CDC y los vascos del PNV consiguieron buenos resultados en sus respectivas comunidades. Tras esto, el paso siguiente fue afrontar la crisis económica, cosa que hicieron de forma conjunta el Gobierno, los empresarios y los sindicatos a través de los Pactos de la Moncloa, en los que se buscó reducir el déficit público y la inflación mediante una disminución del gasto público.

            Constitución de 1978: Posteriormente, se procedió a la elaboración de la Constitución de 1978, que fue fruto del consenso de la mayoría de fuerzas políticas de las Cortes (únicamente el PNV se abstuvo) y que fue aprobada el 6 de diciembre de 1978, tras un referéndum en el que votó el 67% de los ciudadanos, de los cuales el 87% votó a favor. La elaboración del texto constitucional corrió a cargo de una Comisión parlamentaria formada por representantes de los distintos partidos según el peso que tenían en las Cortes. Sin embargo, el hecho de que se hubiera obtenido un consenso no implicó que la elaboración fuera sencilla. Las negociaciones fueron duras, y hubo algunas cuestiones (como la unidad nacional, las relaciones Iglesia-Estado y la educación) que fueron resueltas tras largos debates. Otras, como el divorcio, quedaron pospuestas a la legislación ordinaria, resultando un texto lo suficientemente ambiguo como para que todos pudieran aceptarlo. Muchos problemas fueron resueltos en conversaciones privadas entre la UCD y el PSOE, jugando los nacionalistas catalanes un destacado papel como impulsores de la estructura autonómica que se dio al Estado español.

            Según el texto, España quedaba definida como un “Estado social y democrático de derecho”, con una organización territorial descentralizada (“Estado de las autonomías”) que era compatible con la unidad del país, estableciéndose una monarquía parlamentaria que atribuía a la Corona las siguientes funciones: Jefatura del Estado, representación de España, sanción de las leyes y Jefatura de las fuerzas armadas. Por otra parte, la Constitución reconocía derechos individuales (igualdad ante la ley, propiedad y libertades, incluida la libertad religiosa dentro de un Estado no confesional) y derechos sociales (como educación o vivienda digna). En cuanto a la organización del poder, este quedaba dividido en: legislativo, ejecutivo y judicial. El poder legislativo residía en las Cortes Generales bicamerales (Congreso y Senado), cuyos miembros eran elegidos por sufragio universal. Las funciones del Congreso de los Diputados son elaborar las leyes, votar los presupuestos y controlar el Ejecutivo. El Senado, por su parte, apenas tenía poder, aunque se definía como una cámara territorial, limitándose en la práctica a refrendar las leyes que elabora el Congreso. El poder ejecutivo estaba formado por el presidente del Gobierno, quien nombraba los ministros y dirigía la política interior y exterior. El poder judicial se establecía como un poder independiente, encargado de velar por el cumplimiento de la ley. Se creó el Tribunal Constitucional para garantizar que la legislación se ajustase a la Constitución.

            Cabe destacar en la nueva legalidad el Estado de las autonomías y su posterior evolución. Este modelo de organización territorial tuvo su origen en las reivindicaciones de autonomía de Cataluña y el País Vasco, y su fundamentación quedó recogida en el Título octavo de la Constitución. Se establecían dos vías de acceso a la autonomía de una región: la “vía rápida”, que era contemplada en el artículo 151 y por la cual accedieron las nacionalidades históricas (Cataluña, País Vasco y Galicia) y, más adelante, Andalucía por referéndum en 1980; y la “vía lenta”, que era contemplada en el artículo 143 y a través de la cual accedieron el resto de regiones. De esta forma, el territorio nacional quedaba configurado en Comunidades Autónomas que asumían aquellas funciones que contemplase el estatuto de autonomía de cada una de ellas (pudiendo tomar todas aquellas que la Constitución no determinase como exclusivas del Estado). Cataluña y el País Vasco accedieron a la autonomía en 1979, y el resto de las comunidades entre 1980 y 1983.

            Calvo Sotelo: Pasado un tiempo, se convocaron elecciones de acuerdo con la nueva legalidad, siendo nuevamente ganadas por la UCD y formando Adolfo Suárez un gobierno que se desarrolló entre 1979 y 1981, fecha en que Suárez dimitió de su cargo al ser cuestionado por su propio partido (fracasos en las elecciones autonómicas y municipales), ser acosado por la oposición (moción de censura del PSOE) y presionado por los militares, que le acusaban de no atajar el terrorismo y de romper la unidad de España. El 23 de febrero de 1981, cuando se estaba llevando a cabo la votación para nombrar a Leopoldo Calvo Sotelo como nuevo presidente del Gobierno, se produjo el asalto de Tejero, teniente coronel de la Guardia Civil. El intento de golpe de Estado fracasó por la oposición del rey y la falta de apoyos militares. Así, Calvo Sotelo gobernó hasta octubre de 1982, aprobando la Ley del divorcio y la integración de España en la OTAN. Finalmente, debilitado por las divisiones internas de su partido, tuvo que adelantar las elecciones a octubre de 1982. Estas fueron ganadas por el PSOE, que obtuvo mayoría absoluta.

15.2. La España actual: los gobiernos democráticos. Los desafíos del golpismo y del terrorismo. Cambios políticos, sociales y económicos. Cultura y mentalidad.

            Felipe González: Las elecciones de octubre de 1982 fueron ganadas por el PSOE (48% de los votos), que obtuvo mayoría absoluta. El nuevo Gobierno, presidido por Felipe González, estaría cuatro legislaturas en el poder, y sus objetivos fueron: la consolidación de la democracia, la integración en Europa, la reanudación del desarrollo económico y la ampliación del Estado de bienestar.

            En la primera legislatura (1983-1986), tres fueron los ejes de actuación. El primero de ellos se centró en el objetivo de sacar al país de la crisis económica, para lo cual se aplicó un plan de ajuste consistente en una subida los tipos de interés, una devaluación la moneda y una reconversión industrial, cuyos protagonistas fueron el ministro de economía Miguel Boyer y el ministro de Industria Carlos Solchaga. Este plan provocó en un primer momento el aumento del paro y la reducción de la inversión. Además, hubo que intervenir algunas empresas, destacando la nacionalización del grupo RUMASA. Sin embargo, a partir de 1985 la economía empezó a recuperarse. Por otro lado, el segundo eje giró en torno a reformas políticas y sociales: se reformaron las Fuerzas Armadas mediante la ley de la Defensa Nacional; se aprobaron los últimos estatutos de autonomía (con la excepción de Ceuta y Melilla); se dieron dos leyes en materia de educación (aprobación de la LODE, para ampliar la enseñanza obligatoria hasta los 16 años, y la LRU, para fomentar la autonomía universitaria); se aprobó la Ley General de Sanidad (estableciéndose un sistema nacional de salud gratuito y universal); y se aprobó la ley de despenalización del aborto. En tercer lugar, en política exterior, España ingresó en la CEE en 1985 y se mantuvo en la estructura política de la OTAN tras el referéndum de 1986. La entrada en la CEE se solicitó en 1977 y, a pesar de que las negociaciones fueron lentas, se consiguió gracias al apoyo del canciller alemán Helmuth Kohl. En cuanto a la permanencia en la OTAN, el PSOE había prometido un referéndum sobre la cuestión en la campaña electoral, obteniéndose como resultado un apoyo ciudadano a la permanencia. El PCE se había opuesto a la permanencia, fracasando en la campaña y uniéndose con otros grupos con los que terminó formando la Izquierda Unida. Por último, diremos que en este periodo España estableció relaciones diplomáticas con Israel.

            La segunda legislatura del PSOE (1986-1989), partió de unas elecciones en las que el PSOE volvió a obtener la mayoría absoluta. España se benefició de la expansión económica internacional, que posibilitó la creación de empleo, la subida de salarios y una política de inversión pública para la modernización de las infraestructuras. A pesar de ello, la liberalización del mercado de trabajo provocó una huelga general en 1988, convocada por UGT y CCOO, que consiguieron que el Gobierno impulsara una serie de medidas sociales que incrementaron las pensiones y la cobertura del seguro de desempleo.

            La tercera legislatura estuvo marcada por las celebraciones de 1992 (Exposición Internacional de Sevilla y Juegos Olímpicos de Barcelona), que sirvieron para mostrar la modernización de España, pero también agravaron en el país las consecuencias de la crisis mundial de 1993, fruto de la cual se agravó la inflación, quebraron numerosas empresas y aumentó el paro. Además, la crisis supuso un problema para el cumplimiento del Tratado de Maastricht. Por otra parte, en 1991 España participó en la Guerra del Golfo.

            Durante la cuarta legislatura (1993-1996) el PSOE tuvo que gobernar con mayoría simple, para lo cual pactó con CiU. Destacó la firma del Pacto de Toledo (1995), que garantizó y estabilizó el sistema público de pensiones. Sin embargo, la legislatura estuvo marcada por los casos de corrupción de los máximos responsables del Banco de España y de la Guardia Civil, y por la guerra sucia contra ETA (caso GAL). Estos hechos provocaron que la oposición y parte de la prensa pidiesen la dimisión de Felipe González. En 1995, CiU retiró su apoyo al PSOE y Felipe González convocó elecciones anticipadas.

            José María Aznar: En 1996, el PP ganó las elecciones, siendo investido José María Aznar como presidente del Gobierno. La mayoría simple obligó a los nuevos gobernantes a pactar con CiU y el PNV. El PP dio un giro liberal a la política económica mediante la reducción del gasto público, la privatización de empresas públicas y la reducción de impuestos. Este logro fue obra fundamentalmente de Aznar y del ministro de Economía Rodrigo Rato. También se produjo una apertura exterior de la economía española y las inversiones españolas en el extranjero superaron por primera vez a las inversiones extranjeras en España. Además, España logró cumplir las condiciones impuestas en Maastricht y entró en el euro. Uno de los principales problemas fue conseguir que la UE siguiera dando ayuda económica a España, cosa que se logró. Sin embargo, durante esta primera legislatura, los nacionalistas aprovecharon la necesidad que el PP tenía de ellos. En 1998, CIU, PNV y BNG firmaron la declaración de Barcelona, en la que denunciaban el agotamiento del modelo autonómico y exigían el reconocimiento de sus “realidades nacionales”. Después de esto, el PNV radicalizó su postura y llegó a formar un frente nacionalista con ETA, el cual quebró cuando ETA rompió la tregua establecida. Durante este primer gobierno de Aznar, también se profesionalizó el Ejército, suprimiéndose el servicio militar obligatorio, y se reforzaron las relaciones con EE.UU.

            A pesar de los problemas causados por los nacionalismos, los éxitos políticos permitieron al PP ganar las elecciones del 2000 con mayoría absoluta, gobernando hasta el 2004 en solitario. Fue una legislatura en la que continuaron los éxitos, lo que aventuraba una nueva victoria del PP en las elecciones del 2004. Sin embargo, hubo dos hechos que dieron la vuelta a los resultados: la participación de España en la invasión de Irak; y los atentados del 11-M, que hundieron en la sombra los éxitos del PP.

            Golpismo y terrorismo: Paralelamente al desarrollo democrático, dos fueron las amenazas a este: el golpismo y el terrorismo. En cuanto al golpismo, determinados grupos, nostálgicos del franquismo, intentaron crear un clima de inestabilidad que truncara la transición a la democracia (Matanza de Atocha de enero de 1977). Cuando esta estrategia fracasó, intentaron acabar con la democracia mediante el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, durante la investidura de Calvo Sotelo. La actitud del rey en defensa de la democracia y la falta de respaldo a los golpistas impidieron que el golpe de Estado tuviera éxito.

            Respecto al problema del terrorismo, tras la desarticulación de los GRAPO, la ETA empleó la estrategia de la desestabilización con el objetivo de forzar la negociación política. Aunque en 1980 cometió 95 asesinatos, desde mediados de los 80 el número de atentados disminuyó por la implicación de Francia y la eficacia de los servicios de seguridad españoles. Sin embargo, las acciones de ETA se volvieron también más indiscriminadas (atentado de Hipercor en 1987). La respuesta de los partidos democráticos vascos fue la firma del Pacto de Ajuria Enea (1988). En 1997, el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco, concejal del PP, provocó la movilización de la sociedad vasca, que aisló a los terroristas y su entorno (Espíritu de Ermua). A pesar de ello, en 1998 los partidos nacionalistas vascos firmaron el Pacto de Estella-Lizarra en el que reivindicaban la autodeterminación. Poco después, ETA declaró una tregua y el Gobierno se mostró dispuesto al diálogo, pero este no fructificó y ETA reanudó las acciones terroristas en 1999. En el año 2000, PP y PSOE firmaron el Acuerdo por las libertades y contra el terrorismo, iniciándose los procesos de ilegalización de las organizaciones del entorno de ETA. En los años siguientes, se ha producido un creciente debilitamiento de la banda que llevó a una tregua en 2006, la cual fracasó al darse un nuevo asesinato.

            Cambios sociales, económicos y culturales: Por otra parte, durante el desarrollo democrático, España ha experimentado profundos cambios sociales y económicos, destacando: el descenso de la natalidad; el aumento de la inmigración; la incorporación de la mujer al mundo laboral; la incorporación masiva de los nuevos usos sociales en la información y el ocio; el desarrollo del Estado de bienestar y el aumento del nivel de riqueza; la liberalización económica; la reconversión industrial de los sectores tradicionales; la terciarización de la actividad productiva; y el crecimiento de grupos empresariales de proyección mundial. En el ámbito cultural, la democracia trajo consigo un incremento de la pluralidad con la aparición de nuevos medios de comunicación. Se ha producido un reconocimiento internacional de la cultura española y la libertad de expresión ha favorecido nuevas formas de cultura popular, destacando en los años ochenta la movida madrileña. Todo ello ha propiciado que las mentalidades se transformen.

15.3. La integración de España en Europa. España en la Unión Europea. El papel de España en el contexto internacional.

            Antecedentes: Tras la derrota de las potencias fascistas en la Segunda Guerra Mundial, el régimen franquista quedaba marcado por lo que se dio en llamar “pecado original”, pues dicho régimen había accedido al poder en España con la ayuda de las potencias fascistas. Con el comienzo de la construcción europea, algunos españoles comenzaron a ver en ella una posible salida al régimen franquista que se encontraba aislado internacionalmente. Estos grupos europeístas comenzaron a trabajar para ello, jugando España un importante papel en el Movimiento Europeo gracias a personajes como Madariaga, que ya había jugado un importante papel en la SDN durante la Segunda República.

            En el interior de España, ser europeísta fue algo condenado, hecho favorecido por el contexto de la Guerra Fría. Para el núcleo del Ministerio de Estado, Europa era importante desde el punto de vista económico, pero el régimen no estaba dispuesto a abrirse por ello. No obstante, en las universidades de Sevilla, Madrid, Barcelona, Granada y Oviedo, existió una sensibilidad europeísta. Otro episodio importante fue la reunión en Múnich, antes del IV Congreso Internacional del Movimiento Europeo, de más de 180 españoles, exiliados y residentes en España, donde se plantea la cuestión de las condiciones que debía reunir un país para ingresar en las comunidades europeas. Franco reaccionó con una campaña oficial contra los “traidores del contubernio de Múnich”; pero, tras su muerte, en España comenzó un proceso de transición a la democracia, ligado al proceso de integración en Europa, que contó con el apoyo de la mayoría de las fuerzas políticas y sociales y que muchos historiadores han ligado a la democratización.

            La entrada de España en la CEE: Uno de los objetivos que se van a marcar los gobiernos democráticos será el ingreso en la CEE, que para España supondrá una ayuda a su economía y la ratificación internacional del éxito de su democratización. En 1977, Adolfo Suárez solicitó la adhesión de España a la CEE y, en 1978, la Comisión Europea dio su aprobación a las negociaciones de esta adhesión, que se iniciaron en 1979. España firmó su ingreso en la CEE en 1985, siendo esta integración el mayor logro de la política exterior del PSOE. No obstante, hubo obstáculos para lograrlo. El principal fue el peso del sector primario español, pues Francia temía perder cuota de mercado frente a España y el Reino Unido quería reducir las subvenciones a la agricultura. Además, la entrada de España obligaba a aumentar los fondos estructurales sufragados por los países ricos de Europa. Sin embargo, España contó con el apoyo de Alemania.

            España en la Unión Europea: Desde el 1 de enero de 1986 España era miembro de pleno derecho de la CEE. Las consecuencias económicas más importantes de esto fueron las siguientes: la liberalización económica (se puso fin al proteccionismo y, en la década de los 80, se fomentó una dura reconversión del sector primario e industrial para que se adaptaran a un mercado abierto y competitivo) y la aceleración del crecimiento económico (este fenómeno se produjo gracias a la política de ayudas de la UE, pensada para reducir los desequilibrios socio-económicos entre los países de la Unión y que ha permitido la modernización de las infraestructuras, la mejora del sector agrícola mediante subvenciones y la financiación de planes de formación profesional, reciclaje y creación de empleo).

Por otra parte, España se ha mostrado como un activo socio europeísta participando en la elaboración y firmando todos los acuerdos importantes, tales como: el Acta Única de 1986 (por este acuerdo se pretendía conseguir un mercado interior real entre los Estados miembros, así como un espacio sin fronteras interiores, en el que la libre circulación de mercancías, personas, servicios y capitales estaría garantizada); el Tratado de Schengen de 1991 (en él se trató la seguridad europea y se suprimieron los controles en las fronteras entre los Estados firmantes); el Tratado de la Unión Europea o Tratado de Maastricht de 1992 (en él se llevaron a cabo las siguientes acciones: modificación de los acuerdos fundacionales de la CEE; cambio de la denominación de la CEE por la de Unión Europea; proposición como objetivo de una unión política llevada a cabo de forma gradual, acordándose para ello dos sistemas de cooperación intergubernamental, la PESC y la CAJI; y proposición de la Unión Monetaria para 1999 con la introducción del euro en los países que cumplieran los criterios de convergencia, cosa que España logró en 1998 bajo el gobierno de Aznar, adoptándose en 1999 el euro, que sustituyó a la peseta en el año 2002); el Tratado de Niza de 2003 (en el que se reformaron las instituciones comunitarias); y la Aprobación en referéndum de la fallida Constitución Europea de 2004 (qué fracasó por la falta de apoyo de otros países), así como la nueva versión del Tratado Constitucional Europeo (realizada en Lisboa en 2005). Por otro lado, España ha manifestado igualmente su respaldo a los procesos de ampliación de la Unión hasta llegar a los 27 estados que la componen hoy en día.

            El papel de España en el contexto internacional: Además de ser miembro en la UE, la política exterior de España ha girado en torno a los siguientes ejes durante los últimos 30 años: aproximación a posiciones neutrales al comienzo de la Transición; claro alineamiento con el bloque occidental, destacando el ingreso en la OTAN en 1982, reforzado cuando el PSOE, ya en el poder, celebró un referéndum en 1986 para decidir la permanencia de España en la estructura política de la OTAN (a la estructura militar se incorporó en 1999); participación en conflictos internacionales (Primera y Segunda Guerras del Golfo); apoyo a las misiones de Paz Seguridad con el envío de fuerzas de interposición en zonas de conflicto (como los Balcanes, Líbano, Afganistán o Haití); intensificación de las relaciones en las dos áreas de atención preferente, que son Iberoamérica (España ha pasado a convertirse en el primer inversor en Iberoamérica y, desde 1991, impulsa la celebración anual de la Cumbre Iberoamericana) y el norte de África (se cuidan las relaciones con Argelia, primer proveedor de gas natural, y, sobre todo, con Marruecos, destacando el Tratado de Amistad, Buena Vecindad y Cooperación de 1991, a pesar de sus reivindicaciones sobre Ceuta y Melilla y el litigio sobre el Sahara occidental); y presencia de ciudadanos españoles en cargos de máxima responsabilidad en organismos internacionales, destacando Javier Solana (secretario general de la OTAN y representante de la política exterior de la UE) y Rodrigo Rato (director del FMI).

            Ante los nuevos retos internacionales del siglo XXI (terrorismo e integrismo islámico), la posición española ha oscilado entre el alineamiento incondicional con EEUU y el Reino Unido (gobiernos de José María Aznar) y la búsqueda de acercamiento entre occidente y oriente con la Alianza de Civilizaciones (gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero), aunque manteniendo intactas las relaciones con la OTAN.

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