martes, 2 de julio de 2013

LITERATURA LATINA


LA POESÍA ÉPICA

            Se entiende por épica aquellas manifestaciones literarias de carácter narrativo que cuentan con lenguaje solemne las hazañas legendarias de héroes o los orígenes míticos de un pueblo. En un principio, estas composiciones fueron de transmisión oral, siendo puestas más tarde por escrito. A partir de la “Ilíada” y la “Odisea” de Homero surgió una épica culta que pasó a ser obra de un único autor, manteniéndose la utilización de epítetos. En cuanto a los personajes, estas obras se fundan en la existencia de un héroe que exalta los valores de una nacionalidad. Las partes de las epopeyas son: proposición (breve enunciado del asunto que ha de tratarse), invocación (se acude a la divinidad) y narración (contiene el relato de los hechos). El estilo épico es elevado y solemne, y se utiliza el hexámetro dactílico. La épica romana tiene tres características: influencia homérica, utilización de la historia nacional como argumento épico e influencia de la poesía alejandrina.

            En la épica arcaica sobresalen tres autores: Livio Andrónico (realizó una versión libre de la Odisea, dando a conocer los poemas homéricos), Nevio (autor de “Bellum Punicum”, primera epopeya nacional romana) y Ennio (es autor de “Annales” y en su obra destaca un sentimiento de amor y admiración por Roma).

            Con respecto a la épica de la época de Augusto, destacan dos obras: la “Eneida” de Virgilio y las “Metamorfosis” de Ovidio. La “Eneida” es el poema épico latino por excelencia. Narra las aventuras de Eneas desde la caída de Troya hasta su asentamiento en Italia. Esta obra presenta características políticas (glorifica a la familia Julia y es el gran poema nacional romano, en el que toda Italia forma parte de los acontecimientos), literarias (destaca la adopción perfecta del hexámetro, la imitación a Homero, la extraordinaria perfección estilística y métrica, la cuidada selección de términos, y el gran dramatismo) y religiosas (Eneas llega a Italia por voluntad divina y destaca el enaltecimiento de sentimientos piadosos y religiosos). En la “Eneida”, Virgilio logra unir el presente y el pasado, así como la historia y la leyenda. Es una obra de gran humanidad en la que por vez primera se insertan en la narración tonos literarios dramáticos y líricos. Aunque Virgilio imita a Homero, se diferencia de él en que es un poeta erudito: su obra es producto del estudio de diversas fuentes. Sin embargo, Virgilio ha sido criticado por el tratamiento de los personajes, en especial el de Eneas, por considerarse fría y atento solamente a la voluntad divina. Con respecto a las “Metamorfosis” de Ovidio, diremos que es una obra épico-mitológica en la que se reúne una selección de mitos en los que existe algún tipo de transformación (como las de Dafne, Atlas, Narciso, Ícaro…). En ella se produce una negación del estilo virgiliano, y destaca una total humanización de los dioses, que en ocasiones son tratados con ironía. Sobresale también el análisis psicológico de los personajes, rasgo de la nueva épica iniciado ya por Virgilio. El estilo de Ovidio en sus “Metamorfosis” es barroco en su elaboración retórica.

            Finalmente, en la épica neroniana sobresale Lucano, autor de “La Farsalia”, poema épico-histórico cuyo tema principal es la guerra civil entre César y Pompeyo. Esta obra es exclusivamente histórica, y en ella se renuncia a los elementos míticos tradicionales. Así, en general, es una realización anticlásica, en la que los cambios respecto a la tradición son: el ya comentado cambio temático, la ausencia de dioses, la explicación de los acontecimientos de forma racional, el hecho de estar dedicado a Nerón y la inexistencia de un héroe unívoco. El estilo empleado por Lucano es retórico.

LA POESÍA LÍRICA

            En la literatura latina, la poesía lírica se caracterizó por su carácter subjetivo (puesto que el poeta vierte sus experiencias personales, surgiendo una poesía intimista) y por la gran variedad de metros y estrofas (basados en el número de sílabas más que en la alternancia de largas y breves). Estas composiciones empezaron a realizarse a finales del siglo II a. C., agrupándose los primeros poetas en el llamado círculo de Lutacio Catulo. En el segundo tercio del siglo I a. C. surgió en Roma una corriente literaria que rechazó la poesía tradicional y se decantó por el subjetivismo, apareciendo los “poetae novi”, que reclamaban: poemas cortos, temas de mitología y amor (con aprecio por los detalles familiares), perfección métrica (introducen los versos alejandrinos), lenguaje selecto y terminología culta.

            Entre los autores líricos destacaron Catulo y Horacio. Catulo fue el verdadero creador de la lírica romana y sobresalió por “Carmina”, obra que consta de 116 poemas ordenados en tres secciones: I – LX (son “nugae” o bagatelas, en las que trata temas de la vida cotidiana), LXI – LXVIII (son poemas doctos de tema mitológico) y LXIX – CXVI (son epigramas que tratan de la vida diaria). Entre estas composiciones destacan los poemas amorosos que el autor dedica a Lesbia, con la que tuvo romances y odios. En el lenguaje de Catulo destaca la mezcla de elementos cultos y populares, la abundancia de diminutivos y la búsqueda constante de la perfección. Con respecto a Horacio, diremos que escribió una poesía refinada que influyó en poetas españoles del Renacimiento y en la que sobresalen obras como: las “Odas” (104 composiciones de temas variados y destinatarios diversos, en las que destaca la perfección estilística y la presencia de ideas como la “aurea mediocritas” o el “carpe diem”), “Epodos” (17 poemas de tono irónico) y las “Sátiras” (18 composiciones de contenido diverso).

            Otro autor destacado fue Ovidio, cuya producción literaria es difícil de clasificar por géneros. Entre sus obras amorosas destacan: “Amores” (narra una fingida relación amorosa con Corina), “Ars Amandi” o “El arte de amar” (obra en la que da consejos a hombres y mujeres para seducir a personas del género opuesto), “Remedia amoris” o “Los remedios del amor” (es una especie de antídoto contra la anterior obra) y “Medicamina faciei femineae” o “Cosméticos para el rostro femenino” (pequeño poema sobre la cosmética). Entre sus obras dolorosas sobresalen: “Tristia” o “Tristezas” (narra su despedida de Roma y su triste exilio) y “Epistulae ex Ponto” o “Cartas desde el Ponto” (cuatro libros de cartas en las que lanza súplicas para conseguir su regreso a Roma).

LA ELEGÍA ROMANA

            La elegía romana se caracterizó por la expresión de sentimientos personales e incluso autobiográficos. Mientras que en Grecia las elegías son composiciones menos personales y más objetivas, en Roma encontramos un tono subjetivo y amoroso. Así, lo que verdaderamente definió la elegía fue su métrica, es decir, la utilización del dístico elegíaco. En época de Augusto surgió la gran elegía romana, de tema amoroso personal, y, con Ovidio, apareció la elegía dolorosa (aunque en la obra de Catulo ya aparecieran prefiguradas tanto la elegía amorosa personal como la elegía de tipo doloroso).

            Entre los autores elegíacos latinos destacan: Catulo (cuyo poema LXVIII ya puede considerarse una gran elegía), Galo (considerado el inventor de la elegía romana), Tibulo (al que se atribuyen tres libros de elegías, en los que destaca la expresión sincera del amor, el gusto por el campo y la actitud antimilitarista), Propercio (escribió cuatro libros de elegías: en el primero trata su relación amorosa con Cintia, en la que hay deseos insatisfechos, celos y lances amorosos;  y en el cuarto libro incluye elegías de tema patriótico en las que el autor se pone al servicio de las ideas de la restauración) y Ovidio. Podemos clasificar la producción elegíaca de este último en dos etapas, pues, en su juventud, escribió elegías amorosas y, en su madurez, elegías dolorosas. Entre sus elegías amorosas destacan: “Amores” (narra una fingida relación amorosa con Corina), “Ars Amandi” o “El arte de amar” (obra en la que da consejos a hombres y mujeres para seducir a personas del género opuesto), “Remedia amoris” o “Los remedios del amor” (es una especie de antídoto contra la anterior obra) y “Medicamina faciei femineae” o “Cosméticos para el rostro femenino” (pequeño poema sobre la cosmética). Entre sus elegías dolorosas sobresalen: “Tristia” o “Tristezas” (narra su despedida de Roma y su triste exilio) y “Epistulae ex Ponto” o “Cartas desde el Ponto” (cuatro libros de cartas en las que lanza súplicas para conseguir su regreso a Roma).

EL TEATRO ROMANO

            En el origen del teatro romano destacaron estos elementos: los “versos fescenninos” (de carácter burlesco), la fábula Atellana (especie de drama improvisado), las danzas imitativas y los cantos burlescos, las danzas etruscas (bailadas por histriones), las saturae (espectáculos de “variedades”), y el teatro griego. Aunque las primeras obras romanas fueron tan sólo traducciones de obras griegas, con el tiempo dejaron de ser simples traducciones, manteniéndose los temas y ambientes griegos, pero introduciéndose variaciones a través del contaminatio (superposición de obras). Así, prescindieron de características griegas y añadieron otras, siendo los dramas romanos producto de una imitación creadora.

            Gran parte de las representaciones tuvieron un carácter ritual, convirtiéndose muy pronto en espectáculos públicos con un carácter eminentemente popular. Los espectáculos eran vistos como algo efímero, interpretándose las obras sólo una vez. Todos los tipos de representaciones se denominaban “fabula”, existiendo cuatro tipos: fabula cothurnata (tragedia de argumento griego), fabula praetexta (tragedia de argumento romano), fabula palliata (comedia de ambiente griego) y fabula togata (comedia de tema romano). En el siglo I a. C. se puso de moda la fabula trabeata (drama de ambiente propio de la clase media romana), representándose también la primitiva Atellana y el mimo.

            La tragedia se caracterizó por: los personajes son héroes; hay una tendencia hacia lo horrible y el melodrama; el lenguaje es grandioso; no innova respecto a la estructura griega; y su finalidad es conmover. La comedia, por su parte, se caracterizó por: los protagonistas suelen ser esclavos; la historia, llena de enredos, plasma los obstáculos que tiene que vencer el amor de dos jóvenes; el lenguaje es coloquial y vulgar; innova respecto a la estructura griega, desapareciendo el coro; y su finalidad es instruir y hacer reír. El teatro latino siempre es en verso y abunda el senario yámbico.

            Entre los autores teatrales latinos, destacaron primeramente tres dramaturgos primitivos que cultivaron tanto comedia como tragedia: Livio Andrónico (tradujo una comedia y tragedia griegas), Nevio (escribió fábulas palliatae y praetextae, creando la fabula togata) y Ennio (fue más tardío). A partir de este, los autores se especializaron en escribir o tragedia o comedia, destacando: Plauto (autor de fabulas paliatae, caracterizados por: busca captar el favor del espectador a través de la “captatio benevolentiae”; sus obras son “comedias de enredo”; utiliza palabras vulgares y chistes; alude a costumbres e instituciones latinas, satirizando a personajes tópicos; tiene un gran talento poético y sentido del ritmo; y destaca por “Los cautivos”, “El soldado fanfarrón” o “Comedia de los asnos”), Terencio (autor de comedias caracterizado por: es más sensible, refinado y reflexivo; su lenguaje es más cuidado y elegante; recurre a la contaminatio, dando a los personajes rasgos personales; tiene una intención moralizante; y destaca por “El eunuco”, “La suegra” y “Los hermanos”) y Séneca (autor de tragedias caracterizado por: refleja sus ideas filosóficas y su moral estoica; su estilo resulta excesivamente retórico; y destaca por “Agamenón”, “Edipo”, “Hércules enfurecido”, “Medea” o “Fedra”).

HISTORIOGRAFÍA

            La historiografía tiene como objetivo el estudio y la narración de los hechos del pasado, siendo el género en prosa más importante de Roma. Fue menor rigurosa que la griega y de intención más moralizante, sirviendo como instrumento para transmitir un juicio o unas ideas políticas. Así, emplearon no sólo la selección y presentación de los hechos, sino también la manifestación de sus opiniones.

            Como fuentes para la historiografía, existieron: textos públicos (como: los archivos de los colegios sacerdotales o los documentos oficiales) y textos privados (como archivos familiares o “laudationes fúnebres”). Polibio escribió varios libros sobre la historia de Roma y las campañas de Escipión, sirviendo de fuente para diversos historiadores romanos posteriores. De Tucídides, los romanos tomaron el sentido moral de la historia.

            En la época de la República, aparecieron los primeros historiadores romanos: los analistas, que narraban los acontecimientos por orden cronológico y muchos de ellos en griego. El historiador más antiguo fue M. Porcio Catón, llamado “el Censor” y autor de “Orígenes”. Sin embargo, habría que esperar al siglo I a. C. para encontrar a los primeros historiadores importantes: Julio César (es autor de “comentarios” de finalidad política, como propaganda de sí mismo, destacando “La Guerra de las Galias” y “La Guerra Civil”) y Salustio (en sus obras adopta una actitud moralista, destacando sus retratos y sus discursos, y escribiendo varias monografías históricas, como: “La Conjuración de Catilina” y “La Guerra de Yugurta”).

            En la época imperial, se acentuó el carácter político y moralizante de la historiografía latina. Los principales historiadores del periodo fueron: Tito Livio (en su obra idealiza el periodo de Octavio Augusto, destacando por “Ab urbe condita”, “Desde la fundación de la ciudad”, una historia general de Roma que abarca desde su fundación hasta la época de Augusto) y Tácito (en sus obras siguió el procedimiento propio de la historiografía romana de exponer los hechos aña tras año, siendo un historiador muy riguroso, quizás el mejor en Roma, y destacando por “Los Annales” y “Las Historias”).

ORATORIA

            La oratoria se define como el “arte de hablar en público” y el dominio de dicho arte recibía el nombre de “eloquentia”. Del mismo modo, la teoría en la que se basaba la oratoria se llamaba “rhetorica”. Como características de este género podemos enunciar: buscaba la corrección y la belleza para tratar de agradar y persuadir; impregnaba gran parte de la vida pública en Roma; en un principio, se basó en la improvisación; era utilizada como instrumento educativo, pues permitía el desarrollo de la prosa y de la reflexión teórica y retórica; y, en su evolución, tuvo una importancia decisiva la progresiva helenización de la vida romana. En el mundo romano, la oratoria comenzó a adquirir una importancia decisiva a mediados del siglo II a. C., pues se convierte, junto con la gramática, en la base indispensable de la educación y en elemento necesario en la preparación para la vida política o el ejercicio de la abogacía.

            La retórica convirtió la práctica de la oratoria en un arte perfectamente reglado, cuyos principales principios fueron: la elaboración de discursos siguiendo un determinado esquema (cuyas fases eran: la “inventio” o investigación; la “dispositio” u ordenación; la “elocutio” o redacción; la “memoria”; y la “actio” o actuación); la distinción de tres géneros según la finalidad del discurso (estos eran: “genus laudativum”, “genus deliberativum” y “genus iudiciale”); y la adecuación del estilo y tono a los distintos géneros (dicho estilo podía ser elevado, medio o elegante). En el ámbito de la retórica, destacaron tres escuelas: escuela ática (propugnaba un tipo de oratoria espontánea, carente de artificio y completa en la exposición de los hechos), escuela asiánica (se caracterizaba por buscar la exuberancia y la imaginación) y escuela rodia (de estilo más moderado que la asiánica).

            La oratoria romana tiene a su principal exponente en Cicerón, existiendo también una oratoria anterior y posterior a este autor. Respecto a la oratoria preciceroniana, diremos que la conocemos por escasos fragmentos y referencias indirectas, que encontramos en obras de Gelio o del propio Cicerón. Cicerón habla de Apio Claudio el Ciego como el primer orador del que tenemos noticias, y Gelio habla de Publio Cornelio Escipión. Sin embargo, fue Catón el Censor el primer orador conocido, que tuvo diversos rivales, como Escipión Emiliano o Lelio. Otros importantes oradores fueron los hermanos Gracos y, tras ellos, Marco Antonio y Licinio Craso. Cicerón también nos habla de Hortensio, su principal rival, y del propio Julio César, al que tiene en gran estima.

            Cicerón, el más destacado orador romano, pronunció infinidad de discursos de todo tipo y fue también destacado como teórico de la oratoria. Podemos diferenciar sus discursos en dos tipos: discursos judiciales, que fueron pronunciados por él como abogado tanto defensor (es el caso de “Pro Archia poeta”, “Pro Roscio”, “Pro Murena” o “Pro Milone”) como acusador (destacan las “Verrinas”, pronunciadas contra Verres); y discursos de tipo político, que fueron pronunciados frente al Senado o la Asamblea del pueblo, destacando “Las Catilinarias” (contra Catilina) y “Las Filípicas” (contra Marco Antonio). Como teórico de la oratoria, Cicerón fue la máxima autoridad en Roma. Entre sus tratados de retórica destacan: “De oratore” (desarrolla sus ideas sobre la formación de un orador) y “Orator” (afirma que el orador ideal es el que domine los tres estilos y establece distintas partes para el discurso: “exordio” o introducción, narración, confirmación y peroración o conclusión). Escribió también una historia de la oratoria latina, titulada “Brutus”.

            Por último, hay que destacar la oratoria y la retórica de la época imperial. Por una parte, la oratoria se convirtió en un mero ejercicio para aprender a hablar bien y, más adelante, en un medio de adulación hacia el emperador. Destacó Plinio el Joven y, al final del Imperio, la oratoria brilló sobre todo en el ámbito eclesiástico, gracias a los sermones de los llamados “padres de la Iglesia”. Por otro lado, en el ámbito de la retorica abundaron las escuelas y los “rhetores” que escribieron manuales sobre el asunto, destacando Séneca “el retórico” y Quintiliano, autor de “Institutio oratoria”. También comenzó en el ámbito de la retórica el historiador Tácito, autor de “Dialogus de oratoribus”.

6 comentarios:

  1. Está bien para resumir los temas a tope, pero a la hora de realizar un examen de latín te piden un poco más de contenido... ^^U, aquí esta lo más imxtante

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  2. Mas que suficiente para lo que se pide en la PAU en el País Vasco, muchas gracias.

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    1. Ese patxo un grande aqui estudiando para mañana (margarita aiudame)

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  3. Aquí la peña diciendo que está demasiado resumido.

    Pero chavales no digáis na que margarita se viene arriba (como España 🇪🇸) y necesito aprobar.

    Un like un cicople

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