TEMA
1. Los cambios del mundo y la nueva visión del hombre durante el Renacimiento.
El
Renacimiento es un movimiento
cultural que comprende, fundamentalmente, el siglo XVI, aunque no se pueden
establecer con exactitud sus límites cronológicos. Esta corriente se desarrolló
de forma paralela al Humanismo, movimiento que forzó un cambio de mentalidad al
situar al individuo en una posición de dignidad dentro del mundo. Así, al
entender los humanistas que sólo en la época clásica el hombre había sido la
medida de todas las cosas, trataron de recuperar y propagar a los autores
clásicos, tomándolos como modelo. De esta manera, con el término “Renacimiento”
se hace referencia a la característica fundamental del movimiento en cuestión:
la recuperación o el resurgimiento de la cultura clásica griega y latina.
Las características de este periodo son diversas. En él, se fomentó el aprendizaje
del latín y del griego y, a la vez, se defendió la dignificación de las
lenguas vulgares. En lo político, se produce un debilitamiento del
sistema feudal (característico de la Edad Media) y un fortalecimiento del poder
real, surgiendo así monarquías fuertemente autoritarias y creándose los grandes
Estados modernos. Del mismo modo, se produjo un crecimiento de las ciudades
y un afianzamiento de la clase burguesa, potenciándose las actividades
industriales y comerciales, así como el uso del dinero, y pasando la nobleza a
ser cortesana. También destacó el desarrollo de la ciencia, con estudios
del cuerpo humano y del Universo: fue en el Renacimiento cuando Miguel Servet
descubrió la circulación de la sangre y cuando Copérnico y Galileo realizaron
sus estudios astronómicos. Asimismo, se propagaron herejías y
adquirieron fuerza movimientos reformistas, como los de Erasmo de Rotterdam y
Martín Lutero. La cultura se vio impulsada por la invención de la
imprenta, que fomentó la difusión de las nuevas ideas humanistas, fomentada
también por la instauración en las Universidades de los “studia humanitatis”.
En el arte renacentista se desarrolló una estética basada en el
Neoplatonismo (según el cual el mundo es bello porque refleja la belleza de
Dios) y destacó el reflejo del equilibrio, la armonía, el orden, la claridad y
la idealización. Así, en el estilo se buscó una “naturalidad artificiosa”: un
arte culto y cuidado, pero sin exceso ornamental. Finalmente, habría que decir
que la inquietud del hombre renacentista, junto con el desarrollo del comercio,
fomentó el ensanche de las fronteras geográficas, destacando: la
exploración de América y de las costas atlánticas e índicas de África, la
primera vuelta al mundo completa, los descubrimientos y exploraciones de las
islas del Pacífico…
Con respecto al humanismo, apuntaremos que los humanistas se propusieron la
restauración de los ideales clásicos y se caracterizaron por: el estudio de las
lenguas clásicas y el interés por las lenguas romances; y la valoración
entusiasta del mundo y del hombre, orientándose la cultura hacia el
conocimiento de lo humano y lo terreno. Así, se concibió una nueva forma de
entender la vida basada en: la consideración del mundo ya no como un lugar de
paso, sino como un paraje bello y digno de ser disfrutado; el surgimiento del
antropocentrismo (frente al teocentrismo medieval), por el que el hombre es el
centro de todo; la consideración del hombre como un ser integrado armónicamente
en la naturaleza; y la aparición de la figura del cortesano (que, según
Baltasar de Castiglione, debe cultivar a la vez las armas y las letras) como
ideal de perfección. Humanistas destacados fueron: en Italia, Petrarca,
Boccaccio, Dante, Lorenzo Valla, Marsilio Ficino y Pico della Mirándola; en los
Países Bajos, Erasmo de Rotterdam; en Inglaterra, Thomas More; y en España,
Luis Vives y Antonio de Nebrija.
En relación a la estética renacentista, es importante
señalar que esta tomó como modelo la antigüedad clásica. Se rescatan las ideas
platónicas de la belleza (utopía para la humanidad) y se impone la “Poética” de
Aristóteles en el teatro, distinguiéndose entre un estilo elevado (tragedia) y
otro bajo (comedia), y estableciéndose las tres unidades de lugar, tiempo y
acción. Los temas más frecuentes son: el amor (por influencia petrarquista, se
canta a un amor melancólico y doloroso, fruto de la no correspondencia o de la
ausencia de la amada), la naturaleza (destaca el tópico del “locus amoenus”,
mostrándose una naturaleza idealizada y eternamente primaveral) y la mitología
(los mitos clásicos se despojan de significación religiosa y son convertidos en
símbolos de las fuerzas de la naturaleza). Otros temas son: el “carpe diem” o
incitación al goce en la juventud; el “beatus ille” o elogio de la vida
sencilla y retirada; y temas filosóficos y políticos.
TEMA
2. La lírica del amor en el Renacimiento.
La
poesía medieval fue poesía lírica,
pues era cantada por personas que, además de poetas, eran músicos, recibiendo
los libros donde se recogieron estas composiciones el nombre de Cancioneros. Al
mismo tiempo que se desarrolló una lírica popular con estas características, se
desarrolló también una lírica culta, que tuvo su máximo exponente en la poesía
provenzal o trovadoresca. Así, a comienzos del siglo XII apareció en el sur de
Francia la primera escuela de lírica culta, cuyo influjo propició la aparición
de imitadores en otras lenguas, como el francés, el catalán, el
gallego-portugués (“cantigas”) o el alemán (“·minnesang”). Estas nuevas
composiciones presentaron varias novedades:
ya no son anónimas, pues las componían trovadores, los cuales difundían
sus obras acompañadas de música; el público estaba compuesto por una
aristocracia cada vez menos guerrera y más refinada; surgió una nueva
concepción del amor, el “amor cortés”, cuyo espíritu quedó resumido en
el tratado “Sobre el amor” de Andreas Capellanus (s. XII), en el que se hablaba
del amor imposible que un vasallo siente hacia la dama, que es además su
señora; y se produce una reflexión del yo sobre su estado de ánimo y su
amor hacia una mujer a la que llama domna (de “domina”) o midons (de “meus
Dominus”). El lenguaje de estas
composiciones es una adaptación a la lírica del lenguaje técnico del mundo
medieval. Según el tema, en la poesía trovadoresca se distinguen estos subgéneros: “cansó” (poesía
amorosa de refinada expresión literaria), “sirventés” (poema satírico,
de ataque personal o crítica moral), “pastorela” (encuentro de un
caballero con una bella pastora), “planh” (lamento por la muerte de una
persona o por otra desgracia), “tensó” (debate entre dos poetas sobre
diversos temas) y “alba” (separación de los amantes al amanecer tras
pasar la noche juntos). Entre los autores
destacaron: Guilhem de Peitieu (primer poeta románico conocido), Bernart
de Ventadorn (importante poeta amoroso), Arnaut Daniel, Guillem de
Berguedà, Peire Vidal, Bertran de Born (compuso poemas de
tema político) y Giraut de Bornelh. Por otra parte, diremos que
existieron dos estilos a adoptar como trovador: estilo trobar leu (consistía en
una actitud poética de expresión fácil y de clara comprensión, pero alejada de
la repetición y la vulgaridad) y estilo trobar clus (consistía en una actitud
hermética, artificiosa en sus aspectos verbales y métricos).
A mediados del siglo XIII apareció
la primera escuela poética culta en lengua vulgar italiana: la Escuela
Siciliana, que se extendió por el resto de la península itálica danto lugar al “dolce stil nuovo” (nombre tomado del
canto XXIV del Purgatorio de la “Divina Comedia” de Dante). Este movimiento
englobó a un grupo de poetas que escribieron entre 1280 y 1310 y formado por Guido
Duinizzelli, Guido Cavalcanti, Cino da Pistoia y el mismo Dante
Alighieri. Este último empleó el término “dolce” para referirse a una forma
y un léxico basados en la musicalidad, la suavidad y la euforia. Con la palabra
“nuovo” se destaca la idea de cambio estilístico y temático. Así, la poesía
debía ser sincera, siendo sus principales temas el amor y la naturaleza. Estos
poetas entienden la poesía como resultado de un impulso del corazón que provoca
el nacimiento de las palabras adecuadas sin necesidad de mayores esfuerzos. El
amor supera los límites del amor cortés y se convierte en una virtud
identificable con la nobleza de espíritu. Del mismo modo, la dama y la belleza
son hitos necesarios en el camino de perfección que lleva a Dios, naciendo así
el tópico de la “donna angelicata” (la mujer angelical que es puente
entre el género humano y Dios). Para Dante (autor de tratados como “De
vulgari eloquentia” o “De monarchia”, y de obras literarias como “Vita
nuova”, “Canzoniere” o “Convivio”), su “donna angelicata” fue
Beatriz, la cual hace de guía para él en su paso por el Paraíso en la “Divina
comedia”. Esta realización, escrita entre 1306 y 1320, consta de tres
partes: Infierno, Purgatorio y Paraíso. En la primera y segunda Dante recorre
con Virgilio los nueve círculos del Infierno y las nueve gradas del Purgatorio,
y en la tercera recorre con Beatriz las nueve esferas del Cielo. Destaca en
esta realización la simbología alrededor del número tres (tres partes de 33
cantos escritos en tercetos).
A la poesía alabanza a la dama del
“dolce stil nuovo” se añadió el tema de la introspección psicológica y el uso
de una lengua refinada y de estructuras métricas más o menos fijas. Todos estos
elementos pasaron a la poesía posterior, llegando a Petrarca a mediados del siglo XIV. Este último nació en Arezzo, en
1304, y fue un gran estudioso y admirador de los autores grecolatinos. Toda su
obra poética en italiano fue inspirada por su musa, llamada Laura, cuya
muerte le hundió en una profunda crisis espiritual. Considerado como uno de los
primeros humanistas, escribió obras en latín, como “África”, pero debe
su fama a sus poemas en italiano, como “Los triunfos” o el “Canzoniere”.
Este está compuesto de 300 sonetos y 49 composiciones varias, y su tema central
es el amor hacia Laura. Con esa realización, aparece en la lírica la
introspección amorosa y el análisis minucioso de los sentimientos personales.
Así, la influencia de Petrarca fue notable en el Renacimiento (por ejemplo, en
Garcilaso o en Boscán).
TEMA
3. La narración en prosa durante el Renacimiento: Boccaccio.
En el Renacimiento, la prosa de ficción va llegando al final
de una larga evolución que comenzó con la novela griega del periodo helenístico
y culminará con la novela moderna. En esta época continuaron vigentes dos
modelos narrativos del siglo XV (los libros de caballerías y las novelas
sentimentales), y en la segunda mitad del siglo XVI se desarrollaron nuevas
formas narrativas, como: la novela pastoril (relata historias amorosas
entre pastores, destacando obras como “La Arcadia”, de Sannazaro;
“Los siete libros de la Diana”, de Jorge de Montemayor; o “La
Galatea”, de Cervantes), la novela bizantina (relata amoríos
entre personas de alto linaje, sobresaliendo “Los trabajos de Persiles y
Sigismunda”, de Cervantes), la novela morisca (habla de la
convivencia entre musulmanes y cristianos, como vemos en “Historia del
Abencerraje y de la hermosa Jarifa”, de Cervantes), la narración
breve (esta tipología surgió por influencia de autores como Boccaccio,
sobresaliendo “El Patrañuelo”, de Joan Timoneda) y la novela
picaresca (cuenta con realizaciones como el “Lazarillo de Tormes” o
“Guzmán de Alfarche”, de Mateo Alemán).
El autor más destacado de la prosa
renacentista fue Giovanni Boccaccio,
uno de los padres de la literatura italiana y creador de la novela corta. Como
humanista, escribió en latín algunos tratados y es destacada su faceta como
poeta, sobresaliendo por encima de todo por su producción en prosa. Entre sus
novelas en italiano sobresalen: “Filoco” (muestra temprana de la novela
bizantina), “Filostrato” (obra en verso narrativo), “Fiammetta”
(donde refleja sus amores con María d’Aquino), “Ninfale d’Ameto” (de
tema pastoril) y “El Corbacho” (sátira contra las mujeres). Sin embargo,
por encima de todas está el “Decamerón”, colección de cien cuentos
explicados por diez narradores durante los diez días que pasan refugiados en
una casa de campo próxima a Florencia, huyendo de la peste que asolaba esa
ciudad. Estos diez personajes, para distraerse, acuerdan que cada día cuente
cada uno un cuento, siendo los temas que estos tratan muy variados, pero
teniendo siempre como núcleo el amor y la sátira de las costumbres. Los
protagonistas de los cuentos representan toda la gama social de la época, desde
reyes hasta criadas, pasando por caballeros, frailes y monjas. Así, en esta
realización coexisten elementos medievales con otros claramente ya
renacentistas, como el tono vitalista, alegre y despreocupado con que se
describe la existencia humana en gran parte de las narraciones.
Otro autor destacado fue el inglés Geoffrey Chaucer, cuya obra principal
fue “Cuentos de Canterbury”, narración en verso de una serie de cuentos
relatados por treinta peregrinos que se dirigen a la tumba de santo Tomás
Becket. Así, se presentan una serie de relatos de variada procedencia que, con
ironía y humor, reflejan la realidad social, plasmando una visión vitalista del
mundo, cercana a la del Renacimiento. Respecto al lenguaje, diremos que otro de
los méritos del libro es la caracterización que en él se realiza de los
personajes a través del tono que cada uno emplea. En España, aunque tenemos obras del siglo XVI (como “El Patrañuelo”
de Juan de Timoneda), destaca el auge que se produjo en el siglo XVII,
con María de Zayas (“Desengaños amorosos”), Lope de Vega
(“Novelas a Marcia Leonarda”) y Miguel de Cervantes (“Novelas
ejemplares”).
En relación a la prosa renacentista didáctica, diremos
que se vio potenciada por el pensamiento humanista, que propició la
consolidación de un nuevo género: el ensayo. Los autores de prosa didáctica
reflexionan sobre diversos temas, y entre ellos destacan: Nicolás Maquiavelo,
Tomás Moro, Erasmo de Rotterdam y Baltasar de Castiglione. La obra más
importante de Maquiavelo es “El príncipe”, en la que defiende una
emancipación de la ciencia política con respecto a la religión y a la ética. Tomás
Moro destaca (junto con Francis Bacon) por “Utopía”, en la
propone la creación de una sociedad ideal regida por los principios de la
racionalidad humana. Erasmo de Rotterdam, por su parte, sobresalió por “Elogio
de la locura”, en la que defiende una religión más auténtica y personal, basada
en la caridad y no en los grandes cultos externos. Por último, Castiglione
es autor de “El Cortesano”, obra que desarrolla el tema del perfecto
hombre de corte y traza la figura ideal de lo que debe ser el caballero
renacentista.
En la prosa renacentista francesa
sobresalieron François Rabelais (autor de “Pantagruel” y “Gargantúa”)
y Michel de Montaigne. La obra más
destacada de este último son los “Essais” o “Ensayos”, con los que
inauguró un nuevo y fecundo género literario en el que se mezcla la reflexión
con la creación. Sin duda, el gran descubrimiento de Montaigne fue el de
retratarse a sí mismo en sus escritos, pues analizó su propio ser para tratar
de hallar lo que los hombres llevan en su interior. Uno de los núcleos
temáticos de su obra es la pregunta sobre la verdad y las posibilidades del
saber humano, mostrándose moderadamente escéptico en la respuesta. Así pues,
sus “Ensayos” reflejan a un hombre sincero e inteligente que aspira, sobre
todo, a un equilibrio moral y al dominio de sí mismo.
TEMA
4. El teatro isabelino en Inglaterra.
El
contexto histórico inglés de la
segunda mitad del siglo XVI está marcado por un periodo de auge logrado bajo el
reinado de Isabel I, que se refleja también en el campo de las letras y las
artes: es la época isabelina (1559-1642).
El teatro inglés sufrió un marcado cambio en 1576, cuando se
pasó de los “ministrels” (compañías de teatro ambulantes) a concebir el teatro
como una institución permanente, creándose edificios construidos expresamente
para las representaciones (en Londres había ocho). El público que
asistía era heterogéneo y exigía emoción y diversión, convirtiéndose el teatro
en un hecho comercial. Las características del teatro isabelino fueron:
los dramaturgos se plegaron a las exigencias del público; son representaciones
vivas y populares; es un arte al margen de las reglas clásicas, pues no respeta
las tres unidades; no hay separación de géneros; se da importancia a la figura
del “clown” (el gracioso); se produce una mezcla entre prosa y verso,
utilizándose la polimetría y destacando el verso libre (“blank verse”); se
produce una mezcla de estilos y de lenguajes, atendiendo a la clase social de
los personajes. Los géneros más empleados fueron: la comedia (destaca la
influencia italiana y la comedia de enredo), la tragedia (busca provocar
sentimientos en el público) y el teatro histórico (se apela al sentir
patriótico de Inglaterra).
Con respecto a los autores, como principal predecesor de
Shakespeare podemos señalar a Christopher Marlowe (1564-1593) y como principal
autor contemporáneo a él a Benjamín Jonson (1572-1637). Marlowe, autor de
tragedias (como “La trágica historia del doctor Fausto”, “El judío de Malta” o
“La masacre de París”), gozó de gran popularidad, fue el creador del teatro
poético inglés y aportó el dominio del verso libre y de la figura del héroe
trágico. Jonson, autor humanista y culto, escribió obras en verso y prosa
(destacando “Volpone”) que fueron presagio del posterior teatro inglés:
correcto y superficial. Tras él, en 1642, el Parlamento inglés decretó el
cierre de los teatros tras un proceso de decadencia de la tragedia inglesa.
El autor más destacado del teatro
isabelino fue William Shakespeare
(1564-1616), creador del teatro nacional en Inglaterra. Fue actor, autor y
empresario, y supo elevar la calidad teatral de su tiempo en sus 37 obras.
Entre sus obras juveniles (1590-1600), que se mueven en la línea de la
tragedia clásica y la comedia de enredo, destacan comedias (como “Sueño de una
noche de verano” o “La fierecilla domada”), dramas históricos (como “Enrique
VI” y “Ricardo III”) y otras obras (como “El mercader de Venecia”, “Mucho ruido
y pocas nueces” y “Romeo y Julieta”). En sus obras medias (1600-1603),
se ve ya su refinamiento y virtuosismo técnico, destacando comedias (como “Las
alegres comadres de Windsor”) y tragedias (como “Hamlet”, “Otelo” y “Julio
César”). Durante la época de las grandes tragedias (1603-1608) se
produce un periodo de madurez con una visión trágica y desengañada de la
naturaleza humana, sobresaliendo “El rey Lear” y “Macbeth”. En sus obras
finales (1608-1613) hay una aceptación serena de la vida, con realizaciones
como “Cuento de invierno” o “La tempestad”. Así, existe una evolución en los
tres géneros que principalmente toca: la comedia (parte de la fórmula de
la comedia de enredo, con influencias de Terencio, enriqueciendo a los
personajes), el drama histórico (se muestra más interesado por los personajes
que por los acontecimientos) y la tragedia (en las tragedias de Shakespeare, al
contrario que en las clásicas, es el hombre quien elige responsablemente su
acción, presentando todas estas un esquema similar: una persona cuya virtud se
ve puesta a prueba por diversas circunstancias y que encarna una prototípica
pasión humana, como la duda, la venganza…).
El estilo de Shakespeare se
caracteriza por: el perfecto encadenamiento de las acciones; la utilización del
destino en obras como “Hamlet”; la aparición del “clown”, contrapunto cómico
con una visión filosófica y desengañada de la vida; la variedad de registros en
los diálogos; y el distanciamiento escéptico de sus personajes. Las aportaciones
de Shakespeare en sus obras son muy diversas: un estilo asombrosamente rico
caracterizado por un dominio del inglés; su capacidad para provocar emociones
en el espectador; la elevación de sus criaturas a la categoría de personajes
universales, que encarnan diversas pasiones (amor, celos, envidia, ambición…);
la presencia en sus tragedias de la ironía y la burla, y en sus comedias de la
reflexión sobre la condición humana; la mezcla de estilos en el lenguaje de sus
personajes; y su enorme influencia en el teatro posterior.
TEMA
5. El teatro clásico francés.
En
el teatro francés, los géneros
religiosos se representaron hasta 1548, cuando el Parlamento de París los
prohibió, acabándose con la normal evolución que se dio en España e Inglaterra.
Así, en este periodo se instalaron en París los comediantes italianos, cuyas
comedias de enredo y dell’ arte influyeron en el teatro francés. A la vez, se
fue extendiendo un fuerte interés por el teatro clásico y, a partir de finales
del siglo XVI, existen ya varios teatros fijos en París, como son el Hotel
Bourgogne o el Palais Royal, junto a los teatros reales de los palacios del
rey, donde se representaban fundamentalmente tragedias. Las compañías teatrales
se pusieron bajo la protección de grandes nobles o de los mismos reyes, como la
Troupe Royale de Luis XIII. Aún con todo, el teatro francés hasta 1630 sigue
teniendo las mismas características que el inglés y el español. Fue de 1636 a
1699 cuando se desarrollo el “teatro clásico francés”, que fue fomentado por la
vida social burguesa y ciudadana, una política cultural favorable por parte del
Estado y el interés de la monarquía en mantener una corte prestigiosa, la cual
protegió el ballet, la ópera y el propio teatro.
Las características del teatro francés del “Grand Siècle” fueron las
siguientes: el empleo casi exclusivo del verso alejandrino; el respeto a la
regla de las tres unidades de lugar, tiempo y acción; la rígida separación
entre la tragedia y la comedia; el hecho de que las obras constaran de cinco
actos; y la imposición del buen gusto, rechazándose todo exceso dramático. Por
otra parte, las causas de este
teatro fueron: el hecho de que no surgió ningún autor francés que consiguiera
una fórmula dramática popular de éxito; la imposición de los buenos gustos; el
paulatino acercamiento del público a estas representaciones cortesanas y
elevadas; y el importante papel de la Academia francesa, que impone el gusto
clásico.
Los autores más destacados fueron: Pierre Corneille (verdadero creador
de la tragedia clásica francesa, que destaca por la comedia “El mentiroso” y la
tragedia “Le Cid”, basada en la realización del autor español Guillén de Castro
llamada “Las mocedades del Cid”), Jean Racine (que fue el más alto
representante del clasicismo francés y en sus tragedias siempre respetó las
tres unidades de la preceptiva aristotélica, destacando por “Andrómaca”,
“Ifigenia” y “Fedra”) y Molière (1622-1673).
Molière
fue el creador de la comedia francesa, que se impondrá con posterioridad en
toda Europa. Al igual que Shakespeare, fue un hombre de teatro (intérprete,
autor y empresario, pues fundó una compañía de teatro de la que fue actor y
director) que recibió una importante influencia de la “comedia dell’ arte”
italiana. Fue criticado por los preceptistas clásicos y tuvo mala reputación
entre los actores, pero contó con el apoyo real. Sus mayores aportaciones
fueron en la farsa y la comedia de enredo, con las que pretende enseñar a los
hombres sin dejar nunca de divertir. También destacan sus comedias de
caracteres, en las que existe una profunda crítica social y una defensa de la
razón y el sentido común. Busca la verosimilitud, la naturalidad y la
penetración psicológica, destacando ciertos personajes que aparecen en sus
obras, como son Sganarel y Scapin y los criados. Sus realizaciones
respetan las tres unidades, pueden estar escritas en prosa o en verso (utilizando
pareados alejandrinos) y en ellas destaca una gran variedad de registros y un
uso de juegos de palabras. Con respecto a la temática de sus obras, casi
todas comedias modernas y de costumbres, destacan: la familia, la educación, la
situación de la mujer en la sociedad, el arribismo y el esnobismo burgueses, la
falsedad y la hipocresía, y la capacidad humana de autoengaño. Así, podemos
clasificar sus escritos en: farsas (como “El médico a palos”, en la que se
burla de la pedantería y de la ignorancia de los médicos; “El enfermo
imaginario”; y “Las preciosas ridículas”), comedias de costumbres (como “La
escuela de mujeres”, donde critica la educación social de la mujer y los
matrimonios impuestos; y “Las mujeres sabias”) y comedias de caracteres (como “Don
Juan”; “El misántropo”; “El avaro”, retrato del hombre avaricioso; y
“Tartufo”).
TEMA
6. El desarrollo del espíritu crítico: la Ilustración.
El
pensamiento ilustrado se extendió
desde Francia por toda Europa a lo largo del siglo XVIII, caracterizándose por
un espíritu crítico y por la plena confianza en la razón como medio para
alcanzar el progreso. Así, la convicción en que el progreso conduce a la
felicidad desemboca en un optimismo humanista. El espíritu ilustrado propicia
la fundación de instituciones creadas al servicio del estudio y fomenta el
ideal de hombre cultivado. Las características
de la Ilustración son diversas. En política, el absolutismo fue
sustituido por el despotismo ilustrado (“todo para el pueblo, pero sin el
pueblo”), en el que el rey mantiene su poder absoluto y debe buscar el
bienestar del pueblo, que no tiene poder de decisión. En el aspecto religioso,
existió una mayor tolerancia, surgieron nuevas corrientes (como el deísmo) y
las relaciones Iglesia-Estado se complicaron, puesto que este último buscó un
mayor control sobre la primera (regalismo). La educación comenzó a
orientarse hacia las ciencias experimentales: se desarrollaron las Academias;
se fundaron las sociedades científicas; Isaac Newton protagonizó una avance en
Física y Matemáticas; y Adam Smith escribió “La riqueza de las naciones”,
desarrollando las bases del liberalismo económico.
En la Ilustración, la filosofía se caracteriza por una confianza
ilimitada en la razón, y está influida por el racionalismo de Descartes y el
empirismo de Hume. Destaca la huella de Immanuel Kant, quien logra sintetizar
las corrientes de pensamiento surgidas y aporta un enfoque novedoso. Los
principales autores de la filosofía ilustrada acudieron a la literatura
para difundir su visión del mundo, destacando: Montesquieu (vivió entre
1689 y 1755, y destacó por “Del espíritu de las leyes”, donde defiende la
separación de poderes, y “Cartas persas”, donde critica la sociedad francesa a
través de las cartas que un persa establecido en París envía a sus amigos), Voltaire
(vivió entre 1694 y 1778, criticó duramente los principios religiosos de su
tiempo, defendió una postura racionalista y escribió: “Diccionario filosófico”;
innumerables obritas y panfletos como “Tratado sobre la tolerancia” o “El
filósofo ignorante”; diversas obras poéticas y teatrales, como “Henriade” o
“Zaïre”; y relatos alegóricos sobre problemas morales, como “El ingenuo” o
“Cándido o el optimismo”, su obra maestra, en la que la bondad natural del
protagonista choca con la sociedad), Denis Diderot (vivió entre 1713 y
1784, y, además de dirigir la “Enciclopedia”, escribió obras teatrales y varias
novelas, como “La religiosa”, “Jacques el fatalista” y “El sobrino de Rameau”)
y Jean-Jacques Rousseau (vivió entre 1712 y 1778, y fue el gran
disidente de la Ilustración, ya que defendió, exaltando el sentimiento, que el
progreso de la sociedad es el causante de todos los males por ser el hombre
bueno por naturaleza, sobresaliendo de él obras como: “El contrato social”,
donde expone sus ideas políticas y que inspiró la Declaración de los derechos
del hombre y del ciudadano; “La nueva Eloísa”, novela epistolar sobre el
conflicto entre el amor y el deber; “Emilio” o “De la educación”, libro a medio
camino entre la novela y el tratado educativo donde plantea sobre nuevas bases
el problema de la educación; “Confesiones”; y “Meditaciones de un paseante
solitario”). Especial mención requiere
la “Enciclopedia” (1745-1772),
síntesis de los conocimientos de la época, que ayudó en la lucha contra el
Antiguo Régimen, formada por dieciséis volúmenes de texto y once de láminas que
llevó por subtítulo “Diccionario razonado de las ciencias, de las artes y de
los oficios”. Sus directores fueron el ya mencionado Diderot y D’Alembert,
colaborando también Voltaire, Montesquieu, Rousseau y Buffon.
En la literatura se impuso el Neoclasicismo, triunfando los
principios clásicos, basados en la armonía y el equilibrio. Las obras
neoclásicas quedan sujetas a la razón, escribiéndose tratados que establecen
reglas racionales para la escritura, como la “Poética” de Luzán. En el siglo
XVIII se defendieron estos principios en la literatura: la verosimilitud y el
decoro; la separación de lo trágico y lo cómico; la intención didáctica; y el
espíritu crítico. A finales del siglo, algunos autores rechazaron la rigidez de
estas normativas, ensalzando los sentimientos y naciendo el Prerromanticismo.
TEMA
7. La novela europea en el siglo XVIII.
A
modo de introducción, diremos que en
ningún otro país, a excepción de España, se ha apreciado tanto a Cervantes como
en Inglaterra. La primera traducción del “Quijote” a una lengua extranjera fue
al inglés, por lo que el libro arraigó allí
inmediatamente, influenciando a varios dramaturgos ingleses, que aluden a Don
Quijote e imitan sus hazañas. Así, la sátira (tan presente en la obra de
Cervantes) fue el género predominante en Inglaterra durante la primera mitad
del siglo XVIII. Por medio de ella, se llevó a cabo una tarea correctora y
didáctica a través de la ridiculización social. De este modo, podemos ver como
la novela moderna surgió en Inglaterra durante la primera mitad del siglo XVIII
a partir de la senda abierta en España durante los dos siglos anteriores con la
novela picaresca y el “Quijote”. La nueva novela se decantó por lo verosímil y
se manifestó como el medio más apto para expresar de manera realista las
características de la sociedad y de la personalidad del hombre contemporáneo.
La clase media (y en especial las mujeres) se convirtió en el nuevo público
para la novela, que nació como género literario moderno gracias a estos
factores: la necesidad de expresar la nueva sensibilidad y los valores de la
clase media; la aparición de un nuevo público femenino; la generalización del
tiempo libre; y el reflejo literario que en la novela encontró la doble moral
sexual de una sociedad puritana (como era la inglesa).
En Inglaterra, la novela tuvo dos tendencias: una didáctica y
satírica, y otra sentimental. Los autores más destacados fueron: Daniel Defoe,
Jonathan Swift, Samuel Richardson, Henry Fielding, Laurence Sterne, Jane Austen
y Tobias Smollet. Daniel Defoe destaca por “Moll Flanders”, “Roxana”
(ambas protagonizadas por mujeres) y “Robinson Crusoe”, obra que
representa la epopeya del hombre solitario en lucha con la naturaleza y la
adversidad (narra la historia de un náufrago que pasa veintiocho años de su
vida en una isla perdida). Jonathan Swift, por su parte, es autor de realizaciones
satíricas como “La batalla entre los libros antiguos y modernos” e “Historia
de una bañera”, pero debe su fama a “Los viajes de Gulliver”,
realización bajo cuya divertida y pintoresca intriga se esconde una ingeniosa
sátira social y una visión escéptica de la condición humana (cuenta una
historia dividida en cuatro partes: la primera, transcurre en el país de los
liliputienses, unos seres diminutos; la segunda, se desarrolla en el país de
los gigantes; la tercera, tiene ligar en el país de Laputa, formado por un
territorio fijo y una isla volcánica; y la cuarta, transcurre en el país de
unos caballos racionales). Con Samuel Richardson apareció en Inglaterra
la novela sentimental, sobresaliendo “Pamela o la virtud recompensada”
(en la que la protagonista, una criada virtuosa, consigue casarse con su señor)
y “Clarisa Harlowe” (cuya protagonista huye del pretendiente propuesto
por su rica familia y busca la protección de aquel al que ella prefiere). Henry
Fielding reaccionó contra la novela lacrimosa de Richardson, escribiendo “Shamela”
y “Joseph Andrews”, pero destacando por “Tom Jones”, especie de
novela picaresca en la que el protagonista, de defectos muy humanos, es la
figura opuesta al puritanismo generalizado, personaje bienintencionado, generoso
e impulsivo. Laurence Sterne es autor de una novela llena de humor y
sentido irónico: “Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy”, la
cual es una obra casi experimental. Jane Austen fue autora de libros que
describen minuciosamente el ambiente provinciano y rural, destacando por el
análisis psicológico de sus personajes y por obras como “Sentido y
sensibilidad”, “Orgullo y prejuicio”, “Mansfield Park” y “Emma”.
Por último, Tobias Smollett es autor de novelas picarescas en las que
introduce elementos sórdidos y desagradables de la vida burguesa en Inglaterra,
sobresaliendo de él “Las aventuras de Roderick Random” y “El viaje de
Humphrey Clinker”.
En Francia, sobresalieron: Abate Prévost (autor de “Manon
Lescaut”, novela apasionada y sentimental), Bernardin de Saint-Pierre
(que con su obra “Pablo y Virginia” se convirtió en un claro precursor
de la novela romántica y sentimental) y Choderlos de Laclos (que
escribió una novela de gran éxito, en forma epistolar, sobre la vida libertina
de la alta sociedad, llamada “Las amistades peligrosas”).
TEMA
8. El movimiento literario del Romanticismo (incluyendo la novela histórica).
Los
orígenes del Romanticismo están en el movimiento del siglo XVIII llamado “Sturm
und Drang”, que defiende la producción literaria al margen de las reglas
clásicas y revaloriza la expresión de los sentimientos. Esta nueva forma de ver
el mundo, iniciada con el prerromanticismo,
se extendió rápidamente por Inglaterra y por el resto de Europa y se impuso
desde comienzos del siglo XIX hasta aproximadamente 1850.
Las principales características del Romanticismo son: el irracionalismo (se
niega que la razón pueda explicar por completo la realidad, siendo sustituida
por la intuición, la imaginación y el instinto), la libertad y la rebeldía
(que aparecen en el rechazo de las normas neoclásicas, en los personajes
típicamente románticos y en las propias vidas de los autores), el idealismo
(tienen una predilección por lo ideal viéndose sus anhelos frustrados, lo que
les conduce a la frustración), el individualismo (la afirmación del “yo”
conduce a los autores a la marginalidad, aislamiento y soledad), el genio
creador y la inspiración (se valora lo espontáneo, lo intuitivo, lo
original), la inseguridad radical (la desconfianza en razón y tradición
lleva a la inseguridad y a una desazón vital), el desengaño (el choque
entre el “yo” y la realidad conduce a un desengaño que, en ocasiones, desemboca
en cinismo), la evasión (el romántico opta por escapar de la realidad
inmediata que no le gusta, evadiéndose a épocas pasadas, como la Edad Media, y
a lugares exóticos, como Oriente), la naturaleza dinámica (la naturaleza
se representa en movimiento y con preferencia por la nocturnidad,
identificándose esta con el estado de ánimo del autor) y el nacionalismo
(en este periodo existe un interés por reivindicar las cosas propias de cada
nación, exaltándose las lenguas vernáculas, la patria y los poemas épicos de
característicos de cada país). Vemos así en todos estos rasgos la existencia de
características opuestas: por un lado, existe nostalgia por los antiguos
valores tradicionales, y, por otro lado, se defiende la rebelión contra el
mundo y contra lo antiguo. Así, podemos hacer una distinción entre un Romanticismo
tradicional (con autores como Chateaubriand, Novalis o Walter Scott) y un Romanticismo
liberal o progresista (con autores como Lord Byron o los españoles
Espronceda y Larra).
Con respecto a la novela histórica romántica, diremos que
esta se ambienta en el pasado, normalmente en el mundo medieval (lo que
constituye un reflejo del nacionalismo). Sin embargo, los protagonistas no
suelen ser grandes figuras históricas, lo que le permite al autor crear al
héroe y establecer las condiciones necesarias para enfrentarlo al mundo.
Entre los autores de la novela histórica europea cabría destacar en primer
lugar a Walter Scott autor de obras como: “Waverley” (considerada
la primera novela histórica y que, junto con “Guy Mannering” y “El
anticuario”, forma parte de la denominada “trilogía escocesa”), “Cuentos
de mi posadero” (en la que encontramos narraciones como la de “Rob Roy”)
y “Ivanhoe” (su realización más famosa, en la que presenta el conflicto
anglo-escocés con personajes desconocidos). En Francia, otros autores
destacados son: Alexandre Dumas, escritor muy prolífico que sobresale
por “Los tres mosqueteros” y “El Conde de Montecristo”; Prosper
Merimée, autor de “Carmen”, ambientada en España; o Victor Hugo,
cuyas novelas están ambientadas en el pasado y conectadas con debates
contemporáneos, destacando “Nuestra Señora de París”, de tema histórico,
y “Los miserables”, novela de enredo y aventuras ambientada en un mundo
de pobreza y sordidez. Otro autor importante es Alessandro Manzoni,
realizador italiano que sobre todo es conocido por su novela “Los novios”,
ambientada en el Milán del siglo XVIII. Finalmente, podemos destacar a Mary
Shelley (autora de “Frankestein o el moderno Prometeo”, considerada
obra maestra de la llamada novela gótica) y a Bram Stoker (escritor de “Drácula”).
TEMA
9. La poesía romántica.
La
poesía fue la disciplina literaria
más desarrollada durante el Romanticismo, destacando la realizada en países
como Alemania, Inglaterra, Italia o Francia.
En Alemania, la primera manifestación plena del Romanticismo fue la
obra de Goethe, autor de “Los sufrimientos del joven Werther” o
de “Fausto”. La poesía romántica alemana se vio impulsada por el
movimiento “Sturm und Drang” y por la revista “Atheneaum”, fundada por los hermanos
Schlegel. Entre los principales autores sobresalieron: Friedrich von
Schiller (poeta que no pertenece ni al Clasicismo, con el que comparte el
gusto por la belleza formal y la exaltación del mundo griego, ni al
Romanticismo, con el que comparte el sentido místico de la naturaleza y los
elementos del panteón y las imágenes cristianas, adquiriendo su poesía cada vez
tonos más pesimistas, y destacando por obras como “Baladas” o “Guillermo
Tell”), Novalis (su obra es a la vez literaria, poética y
filosófica, destacando en ella “El borrador general”, compuesta por
notas teóricas del autor, “Himnos a la noche” y “Enrique de
Ofterdingen”, realización en prosa), Friedrich Hölderlin (cuyo poema
más destacado es “El archipiélago”), Heinrich von Kleist (además
de poesía, escribió obras teatrales y en prosa, como “La marquesa de O”)
y Heinrich Heine (sobresale por el “Libro de las canciones”).
La poesía romántica inglesa se manifiesta en dos
generaciones de escritores: los lakistas (destacaron William Wordsworth y
Samuel Taylor Coleridge) y los poetas rebeldes (sobresalieron Lord Byron, Percy
B. Shelley y John Keats). Wordsworth escribió, en colaboración con
Coleridge, “Baladas líricas”, cuya fecha de publicación se toma también
como año de inicio del Romanticismo inglés. Propuso una renovación del lenguaje
literario basada en el alejamiento de la jerga convencional de la literatura,
destacando obras como “El preludio”. Coleridge, por su parte,
destaca por “Balada del viejo marinero” y “Kubla Khan”, donde
sobresale su efusiva evocación de lo fantástico y exótico. Lord Byron se
ha convertido en prototipo del poeta romántico, revolucionario, melancólico y
apasionado, destacando sus obras “Las peregrinaciones del joven Harold”,
“El corsario” y “Don Juan”. De Percy B. Shelley sobresalen
sus breves composiciones líricas, como “Oda al viento del oeste” y “Adonais”,
destacando también su ensayo “Defensa de la poesía”, en el que insiste
en la función social y el carácter profético de los poetas. Finalmente,
sobresale John Keats, cuya poesía se caracteriza por el cuidado de la
forma, destacando “Endymion”, “Oda a una urna griega” (donde la
belleza se contrapone a la caducidad de la vida) y “Oda a un ruiseñor”
(en la que la belleza del canto del ave supera la muerte y el dolor humanos).
En Italia, el Romanticismo propició el anhelo de unidad y libertad
nacional. El poeta italiano romántico más destacado fue Giacomo Leopardi,
en cuyos “Cantos” aparecen los grandes temas de su obra: el tedio, la
vanidad de las cosas, el pesimismo desesperado y el dolor.
En Francia, hasta 1820, fueron Madame de Staël y René de
Chateaubriand los dos grandes del Romanticismo. La primera destaca por su
ensayo “Sobre Alemania”, y Chateaubriand sobresale por “Memorias de
ultratumba” y por “El genio del cristianismo”, dentro del cual se
encuentran las novelas cortas “Atala” y “René”. Entre los poetas
románticos franceses cabe destacar a: Alphonse de Lamartine (que
escribió un conjunto de poemas elegíacos llamados “Meditaciones”) y Victor
Hugo (como novelista destacó por “Nuestra Señora de París” y “Los
miserables”, como dramaturgo por “Cromwell” y “Hernani” y
como poeta por el libro de versos “Odas y baladas”).
Por último, en Rusia es de mencionar a Alexandr Pushkin, autor de poemas
como “Eugenio Oneguín”, novelas históricas y dramas.
TEMA
10. Los temas y las técnicas narrativas del Realismo.
El
Realismo es un movimiento artístico
que triunfó en Europa a mediados del siglo XIX y que pretendía retratar la
realidad de la forma lo más fiable posible. Así, supone la superación del
Romanticismo y es la expresión de la sociedad burguesa que se va consolidando.
El auge de la burguesía va
unido (en países como Francia, Inglaterra o Alemania) a un gran desarrollo
industrial. Son años de fe en el progreso, palpable en los nuevos inventos,
que, junto con la extensión del ferrocarril, iban a tener gran repercusión en
la vida cotidiana. Aparece también en esta época una nueva clase social: el proletariado
urbano, que se organizó para reivindicar sus derechos, surgiendo, en 1864,
la primera Internacional, basada en ideas marxistas. De este modo, los enfrentamientos
entre los movimientos obreros y la burguesía (que se verán plasmados en la
literatura) fueron constantes durante la segunda mitad del siglo XIX y
fomentaron la aparición de gobiernos autoritarios de inspiración conservadora
(Napoleón III en Francia o la reina Victoria en Inglaterra) que apoyaron los
intereses burgueses.
Frente al idealismo romántico de
huir a paraísos exóticos y pasados, surge ahora en el Realismo una nueva
corriente de pensamiento: el positivismo, cuyo máximo representante es
Augusto Comte. Los positivistas rechazan la especulación y argumentan que el
saber ha de basarse en datos y “hechos positivos”, es decir, en realidades que
puedan comprobarse. De este modo, si el romántico huye del mundo, el realista
se enfrenta al conflicto con voluntad de análisis, encontrando una solución que
se basa en el pacto entre la sociedad y el individuo. Así, los realistas
abordan al hombre en su visión sociológica, pues no es posible proponer a un
héroe aislado de su contexto.
Las características principales del Realismo son: el arte es reflejo
de la realidad exterior y se busca la objetividad (ya no se concibe como
expresión personal y libre del autor); se hacen descripciones basadas en la
observación de la realidad y en el análisis de los datos externos (los
lugares ya no son proyecciones de los sentimientos del autor); hay interés
por la actualidad; aparece la crítica a la sociedad del momento; el narrador
evita el punto de vista personal (para mayor objetividad); y el estilo
es sencillo y sobrio. Los autores
iniciadores del Realismo son Stendhal (destaca su capacidad para
analizar el alma humana y su estilo claro y preciso, sobresaliendo de él “La
cartuja de Parma” y “Rojo y negro”) y Balzac (de él destaca
su conjunto de novelas “La comedia humana”, con las que hizo un retrato
completo y preciso de la sociedad francesa de su época). Por otra parte,
diremos que Flaubert supone la cumbre del Realismo y el precursor del
Naturalismo. Caracterizado por la documentación minuciosa y su afán de
objetividad, destaca por “Madame Bovary”.
Finalmente, hablaremos del Naturalismo, surgido en Francia de la
mano de Emile Zola como evolución de los rasgos del Realismo. Esta corriente
(relacionada con la teoría evolucionista de Darwin y con las leyes de la
herencia de Mendel), como el positivismo, defendía que el hombre está
determinado por la herencia biológica, el medio social y el momento histórico
y, por tanto, no es libre. Mientras que el Realismo partía de la observación de
la realidad y la reflejaba minuciosamente, la novela naturalista se centraba en
mostrar ambientes degradados y miserables, personas marginadas y situaciones
sórdidas, por lo que es un Realismo llevado al extremo y sólo coincide con él
en la importancia que se le da en ambos a la descripción de los detalles y en
la impasibilidad del autor ante los datos presentados.
El principal autor naturalista es Zola que, inspirándose en “La comedia
humana” de Balzac, escribió “Los Rougon-Macquart”, conjunto de 20
novelas donde pretende estudiar los defectos hereditarios de una familia a lo
largo de varias generaciones. En cada una de las novelas que forman la serie se
abordan diversos temas: el alcoholismo en “La taberna”, las luchas
obreras en “Germinal” o el sexo en “Naná”.
TEMA
11. Principales novelistas realistas y naturalistas del siglo XIX.
En
el Realismo, la disciplina más
desarrollada fue la novela, por considerarse el mejor medio para llegar al fin
que se busca: plasmar la realidad de la manera más fiable posible.
En Inglaterra, los autores realistas más destacados son: Charles
Dickens (autor de “Oliver Twist”, “David Copperfield”, “Grandes
esperanzas” o “Papeles póstumos del Club Pickwick”, todas ellas
obras de estilo sencillo y con historias tiernas y llenas de humos), William
Thackeray (escritor de “La feria de las vanidades”), las hermanas
Brontë (Charlotte Brontë escribió “Jane Eyre”, que constituye una
especie de autobiografía, y Emily Brontë realizó “Cumbres Borrascosas”,
obra de gran densidad y rigor en la construcción), Robert Louis Stevenson
(autor de “La isla del tesoro” y “El Dr. Jekyll y Mr. Hyde”), Joseph
Conrad (que escribió novelas de acción y aventuras como “El corazón de
las tinieblas” o “Nostromo”), Rudyard Kipling (autor de “El
libro de las tierras vírgenes”) y Oscar Wilde (destaca el
esteticismo de sus obras, como el drama “La importancia de llamarse Ernesto”,
la poesía “Balada de la Cárcel de Reading”, la novela “El retrato de
Dorian Gray” y numerosos cuentos).
En Francia podemos destacar a Stendhal y a Honoré de Balzac como
aquellos que protagonizaron el paso del Romanticismo al Realismo. Stendhal
destacó por novelas como “Rojo y negro” (narra el fracasado intento de
ascenso social y de conquista de la propia felicidad por parte de un personaje
de clase humilde) o “La cartuja de Parma”. Balzac, por su parte,
pretendió reflejar la Francia de la época en sus novelas, agrupadas bajo el
título de “La comedia humana”, y siendo algunos de los títulos más
destacados los siguientes: “Eugénie Grandet” y “Papá Goriot”.
Otro autor realista francés de gran importancia es Gustave Flaubert,
principal representante de la novela realista y escritor de obras como “Madame
Bovary” (retrato de la mujer soñadora aprisionada en una sociedad mediocre
y provinciana), “La educación sentimental” (que narra la historia de un
joven burgués y de sus frustrados amores con una mujer casada) o “Bouvard y
Pécuchet”. Por otra parte, destacaríamos las obras naturalistas de Emile
Zola, entre las que destacan “Los Rougont-Macquart”, conjunto de
novelas centradas en las distintas generaciones de una familia, entre las que
destacan “La taberna”, “Germinal” y “Naná”.
En Rusia, los escritores realistas reflejan la complejidad de una
enorme sociedad sometida al despotismo de los zares y marcada por la miseria de
sus campesinos. Entre los autores destacan: Nicolai Gogol (iniciador del
realismo ruso y autor destacado por el drama “El inspector” y por
novelas como “Taras Bulba” o “Almas muertas”, retrato de la
servidumbre campesina), Ivan Turguéniev (autor de “Padres e hijos”),
Fiodor Dostoievski (en cuyas novelas sobresale el profundo análisis
psicológico de los personajes, destacando “El jugador”, “El idiota”,
“Los endemoniados”, “Los hermanos Karamazov” y “Crimen y
castigo”, en la que un joven comete un asesinato creyéndose por encima de
la moral común), Liev Tolstoi (autor de “Apuntes de Sebastopol”,
“Ana Karenina” y “Guerra y paz”, crónica épica de las campañas de
Napoleón en Rusia a través de los avatares de dos familias nobles), Anton
Chejov (autor de relatos y novelas cortas como “La estepa” y de
dramas como “El tío Vania” o “El jardín de los cerezos”) y Maxim
Gorki (que escribió relatos breves como “Los vagabundos”, novelas
como “La madre” y dramas como “Los bajos fondos”).
En Estados Unidos, los principales autores de la novela del siglo XIX
(la obra de alguno de ellos está a medio camino entre el realismo y el
romanticismo, decantándose en ocasiones por el romanticismo, como es el caso de
Edgar Allan Poe) son: James Fenimore Cooper (autor de “El último
mohicano”), Edgar Allan Poe (escribió poemas sombríos como “El
cuervo” y relatos de misterio como “El escarabajo de oro” o “El
gato negro”), Nathaniel Hawthorne (escritor de “La letra
escarlata”), Herman Melville (autor de “Moby Dick”, símbolo
del conflicto entre el ser humano y su destino), Mark Twain (que
escribió “Las aventuras de Tom Sawyer” y “Huckleberry Finn”) y Henry
James (cuyas obras más destacadas son “Los europeos” y “Los
embajadores”).
TEMA
12. El renacimiento del cuento en el siglo XIX.
El
cuento es uno de los géneros
narrativos más antiguos, pues nace como literatura popular de transmisión oral.
Actualmente, con esta palabra se denominan dos tipos de composiciones que tiene
en común su brevedad: el cuento folclórico o tradicional (narración
breve de hechos imaginarios, protagonizada por un grupo reducido de personajes
folclóricos y con argumento sencillo) y el cuento literario (según Edgar
Allan Poe debía tener tres características: intensidad, brevedad y efecto
único).
Con respecto a la historia del cuento, diremos que los
más antiguos aparecen en Egipto en torno al año 2000 a. C.
Posteriormente, se realizaron cuentos en la Antigua Grecia y Roma, y en Oriente
medio (como “Las mil y una noches”) y la India (como el “Panchatantra”).
Cuentistas europeos destacados fueron Don Juan Manuel (con “El Conde
Lucanor”), Boccaccio (con “El Decamerón”) o Geoffrey
Chaucer (con “Cuentos de Canterbury”). En los siglos XVI y XVII,
la escritura de cuentos se vio eclipsada por la irrupción en el panorama
literario de la novela y el teatro y, ya en el siglo XVIII, del ensayo.
Así, el Romanticismo de la primera mitad del siglo XIX supuso un
“renacimiento” del género del cuento. En Alemania, los hermanos Grimm
recopilaron diversas narraciones populares, como “Blancanieves”, “La
bella durmiente” o “Hansel y Gretel”, que tuvieron que edulcorar por
su excesiva dureza. El danés Andersen escribió también cuentos para
niños como “El patito feo”, “El traje nuevo del emperador”, “El
soldadito de plomo” o “La sirenita”; el francés Charles Perrault
redactó, a finales del siglo XVII, relatos como “Caperucita Roja”, “La
Cenicienta” o “El gato con botas”; y el italiano Collodi
publicó “Pinocho” en el siglo XIX.
En el siglo XIX se dio su configuración definitiva al conocido como
cuento literario, destacando la contribución de Edgar Allan Poe. La
única novela extensa de este autor se titula “La narración de Arthur Gordon
Pym” y de él también destacan poemas como “El cuervo”, sobresaliendo
por encima de todo sus cuentos de misterio y terror, en los que bucea en los
rincones más oscuros del alma humana. En el volumen titulado “Cuentos de lo
grotesco”, aparecen muchos de sus relatos más destacados, como: “Ligeia”,
“El corazón delator”, “El gato negro” o “La caída de la casa
Usher”. También importantes son sus cuentos policiales (como “Los
crímenes de la Calle Morgue”, “La carta robada” o “El misterio de
María Roget”) y otros como “El pozo y el péndulo” o el “Escarabajo
de oro”. Otro importante autor de cuentos es el ruso Anton Chejov,
cuyo primer y segundo libro de relatos fueron, respectivamente, “Cuentos de
Melpómene” (en el que destacan algunos como “El gordo y el flaco” o
“La muerte de un funcionario”) y “Relatos variopintos”, siendo
sus realizaciones más destacadas aquellas que escribió en la década de 1890,
con historias de hombres que advierten que han fracasado, que han envejecido,
sobresaliendo “Una historia tediosa”. Después de escribir “La sala nº
6”, sus relatos trataron de hombres de notables aspiraciones que van
corrompiéndose debido al ambiente provinciano, destacando “La casa con
mansarda”, “La grosella espina” o “La dama del perrito”. Los
dramas más destacados de Chejov son “El jardín de los cerezos” y “Tío
Vania”, sobresaliendo también “Ivanov”, “El oso” y “El
camaleón”. Por último, hablaremos del escritor francés Guy de Maupassant,
que introdujo el llamado cuento arquetipo (estructurado en presentación, nudo y
desenlace) y fue uno de los grandes narradores del Naturalismo francés. Su obra
se caracteriza por sus variaciones sobre el tema de la crueldad humana,
destacando los siguientes asuntos en sus obras: la guerra (en los relatos que
tratan sobre esto acentúa elementos como la locura, el sexo o la violencia y
condena el belicismo, sobresaliendo “Bola de sebo” y “Mademoiselle
Fifi”), el amor y el erotismo (en sus cuentos galanes, como “Un día de
campo”, destacan temas como el adulterio, siendo una variante los cuentos
eróticos, protagonizados por prostitutas, como “La casa Tellier”), y el
horror (en sus cuentos fantásticos prima la locura, lo irracional, el miedo, la
neurosis, la obsesión por la soledad y la muerte, destacando “El Horda”
y “El miedo”). Maupassant escribió también seis novelas, entre las que
destacan “Una vida”, que narra las desventuras de una mujer casada, y “Bel
Ami”.
TEMA
13. El arranque de la modernidad poética: de Baudelaire al Simbolismo.
En
la segunda mitad del siglo XIX, la
poesía realizada después del romanticismo no tuvo relación alguna con la
orientación realista de la novela. Esta poesía brotó de una actitud de rebeldía
contra los valores burgueses y el modo tradicional de concebir la vida,
naciendo así la bohemia, el “dandismo” (el artista como genio o elegido) y el
“malditismo” (el artista como hombre maldito).
La primera reacción poética contra
el sentimentalismo y subjetivismo romántico fue el parnasianismo, formado en 1866 con motivo de la publicación de “El
Parnaso contemporáneo”, tres antologías escritas por autores como Théophile
Gautier, Leconte de Lisle, Teodoro Beauville y Charles
Baudelaire. Esta corriente se caracterizó por la búsqueda de la perfección
formal, el culto a la belleza y la aspiración a una poesía
serenamente clásica y equilibrada.
Como escisión del parnasianismo, al
cual acusaban de frialdad, surgió el simbolismo,
movimiento literario y pictórico iniciado en Francia y Bélgica entre 1880 y
1890 y que duró hasta principios del siglo XX. Entre las características de
este movimiento destacan: la misión del poeta simbolista es descubrir los
significados más ocultos que se esconden más allá de la realidad sensible (es
decir, las “correspondencias”); se recurre sobre todo a la musicalidad
de las palabras y a la sinestesia; lo esencial del poema es que cree
atmósferas anímicas que permitan expresar las emociones y sensaciones más
íntimas e irreales; la palabra, más que por su significado, interesa
por lo que sugiere y evoca; y uso del verso libre. Hacia finales de
siglo se abrió paso en Europa el término “Decadentismo”, que se refiere
al trabajo literario de los escritores que se sienten atraídos por lo morboso,
lo excitante y lo refinado.
Entre los poetas simbolistas
destacaron: Charles Baudelaire, Stéphane Mallarmé, Paul Verlain y Arthur
Rimbaud. Baudelaire nació en París y
su vida estuvo marcada por la desdicha y el dandismo. En 1857 publicó su obra
fundamental: “Las flores del mal”, que fue entonces condenada por ser
inmoral, apareciendo en ella temas como el hastío, la belleza, la muerte, la
mujer o la embriaguez. En esta obra aparece: la búsqueda del sentido de la
vida, el ansia de evasión, el lenguaje cotidiano, el solitario
anonimato del individuo o el mal como elemento asentado en el
corazón humano. Su búsqueda moral y estética de una nueva realidad le llevará a
la creación de un discurso poético del paraíso artificial: para combatir el “spleen”
(el hastío y el tedio de la vida cotidiana, uno de los principales temas de
“Las flores del mal”) propone el “éxtasis de los sentidos” a través de
ciertas experiencias, como las drogas o el mal. Otras realizaciones importantes
del autor fueron: “La Fanfarlo”, “Los paraísos artificiales”, “Pequeños
poemas en prosa” (donde inicia un nuevo género en la poesía contemporánea:
el poema en prosa) y “El Salón de 1846”.
Stéphane
Mallarmé comenzó a escribir siguiendo la tendencia del arte por el arte. Un
proceso de depuración le llevó a una poesía cada vez más sumida en sí misma, y
alejada de las sensaciones y los sentimientos. Este es su famoso “hermetismo”,
que nace de la búsqueda de la pura esencia y de la belleza absoluta, tarea en
la que es un estorbo la significación vulgar de las palabras. Algunos de sus
poemas son: “La siesta de un fauno” y “Una tirada de dados”.
Respecto a Paul Verlain, diremos que
su vida estuvo marcada por el alcoholismo y la vida bohemia, la ruptura de su
matrimonio por sus relaciones con Rimbaud, y la pobreza de sus últimos años.
Con este autor comienza a hablarse del “poeta maldito”, aislado,
solitario y enfrentado a la sociedad. Lo más característico de su obra es su sentido
del ritmo y la musicalidad del verso. Él fue quien creó buena parte de la
imaginería del simbolismo de la época, destacando entre sus obras: “Poemas
saturnianos”, “Fiestas galantes” y “Romanzas sin palabras”.
Finalmente, hablaremos de Arthur Rimbaud,
cuya rebeldía y precocidad definieron su carácter. Al no ser su obra
sistemática, en ella se pueden encontrar diversas actitudes y temas, destacando
tres líneas temáticas: poemas de la felicidad (basada en la evocación
gozosa de una vida vagabunda, destacando “Mi bohemia” y “Ofelia”),
poesía de la cólera (basada en la denuncia virulenta y provocadora de la
miseria moral de la sociedad, sobresaliendo “Los pobres en la iglesia”)
y poesía alucinada (basada en la voluntad de conseguir imágenes
predecesoras del surrealismo a través de un lenguaje que supera lo racional,
destacando “El barco ebrio” y “Una temporada en el infierno”).
Otra obra destacada del autor es “Iluminaciones”, donde alterna el verso
libre y la prosa poética.
TEMA
14. Una nueva forma de escribir en la novela del siglo XX.
La
novela realista del siglo XIX, entendida como relato lineal de argumento
verosímil, entró en crisis ya a comienzos del siglo XX. Esta crisis de la
novela realista no es sino una manifestación más del descrédito de las
ideas racionalistas y positivistas. Algunas características de la nueva novela son: las nuevas técnicas
narrativas (mientras la novela decimonónica contaba una historia con unos
personajes destacados y en un tiempo determinado, la renovación narrativa de la
novela del siglo XX sufrió transformaciones que hacen difícil definir este
género); el cuestionado argumento (importará más el modo en que se
cuentan las historias que las historias en sí); los personajes colectivos
(el hombre masa sustituye al protagonista individual en torno al cual se
construía la historia); el tiempo y el espacio (se rompe la linealidad
temporal, destacando la influencia de las técnicas cinematográficas, y el
espacio se reduce); el narrador y el punto de vista (se huye del
narrador omnisciente, destacando un narrador en primera o, incluso, en segunda
persona, que observa a los personajes desde fuera, no profundizando en su
interioridad y empleándose también el multiperspectivismo); el monologo
interior (consiste en reproducir los pensamientos de un personaje, entrando
el lector en contacto directo con la vida psíquica del personaje); la renovación
estilística (se tiende a borrar la tradicional separación entre lenguaje
narrativo y poético); y las nuevas estructuras (surgen cambios tanto en
la estructura externa, como la desaparición de capítulos, como en la interna,
como la técnica del contrapunto, consistente en la alternancia de historias).
Así, la novela dejó de ser puro entretenimiento para convertirse en testimonio
de conocimiento, preocupación intelectual y reflejo de profundos problemas humanos,
siendo más importante que el enriquecimiento temático la renovación técnica.
Destacaron autores en diversos
países. En la novela francesa
sobresalieron: André Gide (con “Los monederos falsos”); Jean-Paul
Sartre (plasmó su existencialismo en “La náusea”); Albert Camus
(sus temas principales son la rebeldía y el absurdo, destacando “El
extranjero” y “La peste”); y Marcel Proust. Este último fue
una persona enfermiza y asidua en su juventud a los salones de la alta
burguesía francesa. Su obra más destacada es “En busca del tiempo perdido”,
de influencia indiscutible en la narrativa del siglo XX. Compuesta por siete
libros, el propósito de la obra es la recuperación del pasado a través de la
memoria, destacando la descripción pormenorizada de emociones y sensaciones, la
capacidad de observación y autoanálisis, y el ritmo lento.
En la novela inglesa, cabría destacar a: Virginia Woolf (autora de
“Al faro” y “Las olas”); Aldous Huxley (con “Contrapunto”
y “Un mundo feliz”); George Orwell (con “Rebelión en la granja”
y “1984”); Graham Greene (con “El poder y la gloria” y “El
americano impasible”); y James Joyce. Este último fue un autor
irlandés que abandonó su país para vivir por diversas ciudades extranjeras. Su
novela “Ulises” es el paradigma de la renovación de las técnicas
narrativas durante el siglo XX, especialmente por el uso del monólogo interior.
Como argumento, se limita a contar un día en la vida de Leopold Bloom, Stephen
Dedalus y Molly Bloom en Dublín, siendo en muchos aspectos una parodia moderna
de la “Odisea” de Homero: las hazañas de Ulises se comparan con la mediocridad
de Bloom; Penélope se compara con Molly, una mujer infiel; unas camareras
representan a las sirenas; un pub representa la cueva de Polifemo… Otras obras
suyas son “Dublineses” o “Retrato del artista adolescente”.
En la novela alemana, destacaremos a: Thomas Mann (con “La
montaña mágica” o “La muerte en Venecia”); Günter Grass (con “El
tambor de hojalata”); y Franz Kafka. Esta autor nació en Praga y es
iniciador de una novela de carácter simbólico y alegórico, en la que la
angustia del hombre enfrentado al absurdo constituye el tema fundamental.
Publicó pocas obras en vida: algunos relatos y “La metamorfosis”, novela
breve que relata la historia de un modesto empleado que una mañana se despierta
convertido en un insecto. De forma póstuma, se publicaron de él obras como: “El
proceso” (en la que el protagonista es sometido a un proceso judicial sin
saber su delito) o “El castillo”.
En la novela norteamericana sobresalieron: Francis Scott Fitzgerald
(con “El gran Gatsby”); John Dos Passos (con “Manhattan
Transfer”, retrato de la cara oscura de la sociedad americana); William
Faulkner (con “El ruido y la furia”); Ernest Hemingway (tiene
un estilo sencillo, directo y muy efectivo, destacando por “Adiós a las
armas”, “Por quién doblan las campanas” y “El viejo y el mar”);
y John Steinbeck (con “Las uvas de la ira” y “Al este del Edén”).
Otros importantes autores los encontramos en Italia (destaca Giuseppe Tomasi di Lampedusa, con “El
gatopardo”) y el Rusia
(destacan: Mijaíl Sholojov, con “El don apacible”; Boris
Pasternak, con “Doctor Zhivago”; y Alexander Solzhenitsin,
con “Archipiélago Gulag”).
TEMA
15. Las vanguardias europeas. El Surrealismo.
Con
el término “Vanguardias” se designa una serie de movimientos artísticos que se
desarrollan en Europa durante el primer tercio del siglo XX, especialmente en
el periodo comprendido entre las dos guerras mundiales. Las características generales de estos
movimientos fueron: el carácter de ruptura con el arte del pasado, en
especial contra el realismo, que conduce a la abstracción y al símbolo; la pretensión
de originalidad y novedad absolutas, rechazándose las normas y tradiciones;
la búsqueda constante de nuevas técnicas expresivas; y la tendencia
hacia lo imaginativo e irracional y, por tanto, a una autonomía creciente
del arte respecto a la realidad. Otros rasgos fueron: el alejamiento del
gran público, la escasa duración y la conciencia de grupo.
Los vanguardismos o “ismos” más importantes fueron estos: futurismo, cubismo,
expresionismo, dadaísmo y surrealismo.
El futurismo fue fundado por el italiano Marinetti, que
publicó, en 1909, su primer “Manifiesto futurista”. En este movimiento
se expresa la admiración por la civilización mecánica y los progresos
técnicos, desapareciendo los temas humanos y sentimentales. Para lograr
un estilo rápido y dinámico, se destruye la puntuación ortográfica y se
suprimen adjetivos y adverbios. De este modo, el futurismo fue un movimiento
rico en teorizaciones pero pobre en resultados literarios. Destacó el ruso Maiakovski,
que incorporó nuevos temas. El cubismo,
por su parte, fue creado por Guillaume Apollinaire en 1913. La principal
característica del movimiento es la observación de la realidad desde
diferentes puntos de vista y todos a la vez. Se otorgó gran importancia
a la disposición tipográfica visual-espacial de las palabras, como en los “caligramas”
de Apollinaire, cuyos versos dibujan el objeto del que hablan. Otras obras de
este autor fueron los “alcoholes” y los “Poemas a Lou”. Por otra
parte, el expresionismo fue un
movimiento de origen alemán cuyos postulados básicos son dos: importan más
las realidades internas que las externas (no interesa explicar el mundo
como es, sino como lo ve el artista); y la exteriorización de las tensiones
internas del artista, deformándose la realidad. El dadaísmo fue fundado en 1916 por el rumano Tristan Tzara y
es el movimiento vanguardista más destructivo. Parte de la negación absoluta de
todo, incluso del arte, propugnando la burla y el humor corrosivo, la rebelión
contra la lógica y el sentido común, y la creación de un lenguaje
incoherente que sea reflejo de las contradicciones de la vida. Algunos
poetas partieron del dadaísmo, pero rápidamente se pasaron a otras vanguardias.
El surrealismo fue el movimiento vanguardista de mayor importancia. El
primer manifiesto surrealista apareció en 1924, firmado por André Breton.
Además de renovar el arte, el surrealismo pretendió también cambiar la vida,
para lo que era necesario acceder a una realidad más allá, que se encuentra en
lo más hondo de las personas, en el subconsciente. Así, la función del
arte debe ser explorar este subconsciente, liberando al individuo, como
propugnaba Sigmund Freud, de los impulsos reprimidos. Además, defiende
la liberación del hombre de la alienación del sistema burgués (propuesta de Marx),
sintetizando así dos de las corrientes intelectuales más influyentes del
siglo XX. Como método para acceder al subconsciente, se propuso la escritura
automática, que consiste en escribir al dictado del pensamiento con
ausencia de todo control ejercido por la razón. Esta técnica da como resultado
un lenguaje ilógico. Se recurre también a la “imagen visionaria” o metáfora
surrealista, basada en la asociación libre e ilógica de ideas y palabras.
Como ya hemos apuntado, uno de los temas más frecuentes del surrealismo es el mundo
de los sueños, que tuvo gran influencia en la literatura posterior (en
poetas como Lorca o Neruda). Como autores surrealistas podemos señalar a: André
Breton (creador del movimiento y autor de “Los vasos comunicantes” y
“El amor loco”); Paul Éluard (sus principales temas son el amor y
el compromiso político, destacando de él “Morir de no morir”, “Capital
del dolor” y “La libertad o el amor”); y Louis Aragón (autor
de más de treinta libros de versos y de unas cincuenta novelas, como “El
campesino de París”, su obra se puede dividir en estas etapas: poesía
surrealista, donde destacan “Fuego de alegría” y “El movimiento
perpetuo”; y poesía comprometida, con obras de tema sociopolítico como “Los
ojos de Elsa”, “El corazón partido”, “El loco de Elsa” y “El
museo Grévin”).
Otro movimiento fue el imaginismo, que representa el
vanguardismo que se dio en Gran Bretaña. En 1913, Ezra Pound publicó el
manifiesto imaginista, caracterizándose la corriente por: la modificación de
la metáfora tradicional; la yuxtaposición de imágenes; la valoración
de la capacidad de sugerir y de la concreción; el empleo del verso libre;
y el uso del lenguaje coloquial. Entre los autores destacaron: Ezra
Pound (es autor de la ambiciosa obra “Cantos”, extensísimo poema que
trata distintos temas) y Thomas Stearns Eliot (ganó el premio Nobel en
1948 y destaca por obras como “La tierra baldía” o “Cuatro cuartetos”,
además de realizaciones de carácter crítico y ensayístico).
TEMA
16. El teatro del absurdo y el teatro de compromiso.
La
renovación literaria del siglo XX
alcanzó también al teatro. Este nuevo teatro, experimental en las formas y en
los contenidos, buscó la superación del realismo. Para ello, se dio
entrada a lo onírico, lo absurdo, lo simbólico o lo grotesco. También se
renueva el lenguaje dramático y la escenografía, y se otorga importancia a
los recursos extraverbales (visuales, corporales…). El director Antoine
creó el concepto de “cuarta pared”, por el que los actores se
desenvuelven en la escena de forma natural, como si no hubiera público, al que
pueden incluso dar la espalda o salir de su campo de visión. Por otra parte, Stanislavsky
propuso un método que conjuga lo físico, lo emocional y lo intelectual para
conseguir que el actor se identifique con su personaje. Entre las tendencias
teatrales destacó el teatro del absurdo y del compromiso.
Tras la Segunda Guerra Mundial,
surgió en Francia el teatro del absurdo,
que trata de reflejar, mediante situaciones ilógicas, acciones incoherentes y
personajes extraños, el absurdo existencial, la angustia y la soledad.
Así, utiliza un lenguaje igualmente absurdo, y se hace patente en la
propia escena y en el mismo argumento de las obras lo absurdo de la vida
humana. Entre los autores de este teatro podemos destacar a: Luigi
Pirandello (dramaturgo italiano cuyo teatro gira sobre todo en torno a la
tesis de la dualidad de la persona humana, destacando por “Seis personajes
en busca de autor”); Eugéne Ionesco (es uno de los creadores del
teatro del absurdo, y entre sus obras destacan: “La cantante calva”; “La
lección”, en la que un profesor, para explicar el término “cuchillo”, mata
a su alumna con él; “Las sillas”, en la que refleja la soledad y la
incomunicación; y “El rinoceronte”, en la que los habitantes de una
ciudad se convierten en rinocerontes); Samuel Beckett (critica la
sociedad y muestra su pesimismo sobre el ser humano, destacando de él: “Esperando
a Godot”, en la que dos personajes esperan a alguien que nunca llega; “Final
de partida”; “Días felices”; y “Breath”, donde el autor
alcanza la absoluta simplicidad dramática); y Jean Genet (sobresale por:
“Las criadas”, donde dos sirvientas juegan a ser señora y criada para
liberarse; y “El balcón”).
Por otra parte, también destacó el teatro del compromiso, en el que
sobresalen las obras épicas de Bertold Brecht, máximo exponente del teatro
social y político, y cuyas obras están constituidas como parábolas que
tratan de suscitar actitudes críticas en el espectador. Para que el espectador
pueda juzgar críticamente lo que ocurre en la escena, dota sus representaciones
de cierto “distanciamiento”. Para conseguir este efecto, utiliza narradores
que anuncian lo que va a suceder para que nadie esté pendiente del
desenlace; mezcla farsa y drama, así como el lenguaje coloquial con las
formas poéticas; rompe la tensión con canciones; exagera la
teatralidad de los actores para que se note que están actuando; y crea
una escenografía antirrealista, utilizando máscaras y dejando la tramoya a
la vista. Entre sus obras destacaron: “Madre coraje y sus hijos” (sobre
una mujer que pierde a sus hijos en la guerra); “Galileo Galilei” (donde
reflexiona sobre el compromiso de los intelectuales con la sociedad); y “El
círculo de tiza caucasiano”. Dentro del teatro del compromiso, destacaron
una serie de autores estadounidenses, entre los que sobresalen: Arthur
Miller (autor de: “Muerte de un viajante”, crítica al sueño
americano; y “Las brujas de Salem”, en la que ataca la “caza de brujas”
del senador McCarthy); y Tennessee Williams (autor de: “El zoo de
cristal”; “Un tranvía llamado deseo”, trata el tema de la
insatisfacción femenina; y “La gata sobre el tejado de zinc caliente”,
donde aparecen temas como la homosexualidad, el alcoholismo y la ambición).
También son de mencionar ciertos “jóvenes airados” ingleses de la
segunda mitad del siglo, que se caracterizaron por el inconformismo y la
protesta, destacando John Osborne y Harold Pinter.
Otros
autores destacados fueron: Alfred Jarry (su obra más destacada es “Ubú
rey”, una farsa grotesca en la que personajes, ambientes y lenguaje
aparecen ridiculizados); George Bernard Shaw (sus obras se caracterizan
por una ironía y un ingenio que aplica a la crítica mordaz de la hipocresía de
la sociedad inglesa del momento, destacando “Pigmalión”); Antonin
Artaud (defiende un teatro elemental en el que se exprese lo instintivo e
irracional y propugna también la idea de “espectáculo total”); Jean-Paul
Sartre (entre sus obras destacan “Las moscas”, “A puerta cerrada”
y “Las manos sucias”); o Albert Camus (autor de “El malentendido”,
“Calígula” y “El estado de sitio”).
¡Hola!
ResponderEliminarAportación muy buena sin duda.
Me gustaría saber si estos apuntes son lo suficientemente completos para el examen de Literatura Universal de Selectividad?
¡Muchas gracias!
Mi profesora me ha dado los apuntes iguales a estos, lo único que le ha añadido alguna cosa más pero por lo general están completos
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